Hermanos,yo,en mi vida he pasado por muchos sufrimiento debidos al destierro. Era muy joven cuando llegué a los campos de cacao en Mina Gerais. Trabajaba junto con mis compañeros desde que amanecía hasta que se ponía el sol. Un día,hubo una rebelión de esclavos para exigir mejores condiciones de trabajo,menos tiempo de trabajo y un trato más humano. El resultado fue un verdadero derramamiento de sangre. Sólo yo quedé vivo pero agonizante y,creyendo que estaba muerto,me enterraron. Cuando recuperé la conciencia estaba en una choza donde un hombre,al cuál no podía verle la cara,porque la tenía cubierta trabajaba mezclando hiervas en un recipiente de barro; supe que eran hiervas por el aroma. Yo no conocía a ese hombre, y tampoco parecía ser un esclavo. El se acercó a mí,curó mis heridas con una pasta de hiervas y me dio a beber algo que no sabia bien. Pasado unos días yo estaba recuperado, había regresado de la muerte. Le pregunté quién era y por qué me había salvado. Entonces,extendió su mano,la apoyó en mi hombro y me dijo: Yo no lo salvé,yo simplemente curé sus heridas. Ahora,usted debe salvarse,curarse por dentro. Usted tiene una misión en esta vida,usted sabrá encontrar el camino correcto. Aconsejará y curará a todos los que vengan a pedir auxilio,sean de donde sean,tengan el color de piel que tengan,porque dar vida es lo más sagrado. Mi nombre es Xapanã y usted mi hijo. Por esa causa, cambié mi nombre,busqué los secretos de la medicina espiritual de la mano de este hombre que venía todas las noches a enseñarme sin que nadie lo pudiera ver ni escuchar. Cuando cumplió su misión jamás lo volví a ver físicamente,pero,su voz,me guiaba todos los días y las noches. Me convertí en Babalawo,y soy un eterno agradecido. ¡Abao! A To Tó! ¡Xapanã mi padre!