✔VI EL PARTIDO BOLSHEVIQUE DURANTE EL PERÍODO DE LA GUERRA IMPERIALISTA.
✔LA SEGUNDA REVOLUCIÓN EN RUSIA (1914 - marzo de 1917)
☞ 1. Origen y causas de la guerra imperialista El 14 (27) de julio de 1914, el gobierno zarista decretó la movilización general. El 19 de julio (1 de agosto), Alemania declaró la guerra a Rusia. Rusia entró en la guerra. Ya mucho tiempo antes que la guerra comenzase, los bolsheviques, encabezados por Lenin, habían previsto que estallaría inevitablemente. En los congresos internacionales socialistas, Lenin había formulado propuestas encaminadas a trazar la línea revolucionaria de conducta que debía adoptar los socialistas cuando la guerra estallase. Lenin señalaba que la guerra era un satélite inevitable del capitalismo; la rapiña de territorios extranjeros, la apropiación y el saqueo de las colonias, la conquista de nuevos mercados, habían provocado repetidas veces guerras de anexión de los Estados capitalistas. Para los países capitalistas, la guerra es un fenómeno tan natural y tan legítimo como la explotación de la clase obrera. Las guerras hiciéronse todavía más inevitables a fines del siglo XIX y comienzos del XX, al pasar el capitalismo, definitivamente, a la fase culminante y última de su desarrollo: el imperialismo. Bajo el imperialismo, adquirieron una importancia decisiva en la vida de los Estados capitalistas las potentes agrupaciones (monopolios) de los capitalistas y de los bancos. El capital financiero se convirtió en el amo de los Estados capitalistas. Y el capital financiero exigía nuevos mercados, la anexión de nuevas colonias, nuevas bases para la exportación de capitales y nuevas fuentes de materias primas. Pero a fines del siglo XIX, todo el territorio del planeta se hallaba ya repartido entre los Estados capitalistas. Ahora bien; en la época imperialista, el capitalismo se desarrolla de un modo extraordinariamente desigual y a saltos: países que antes aparecían en primer lugar, ven amortiguarse el ritmo relativo de desarrollo de su industria, mientras que otros, que antes eran países atrasados, dan un rápido salto, los alcanzan y sobrepasan. La correlación entre las fuerzas económicas y militares de los Estados imperialistas había cambiado. Manifestábase la aspiración a proceder a un nuevo reparto del mundo. La lucha por un nuevo reparto del mundo tenía que provocar, inevitablemente, la guerra imperialista. La guerra de 1914 fue una guerra por un nuevo reparto del mundo y de las zonas de influencia. Esta guerra había sido largamente preparada por todos los Estados imperialistas. Los imperialistas de todos los países fueron culpables de ella. La guerra había sido preparada, en particular, por Alemania y Austria de un lado, y de otro, por Francia, Inglaterra y Rusia, mediatizada por ellas. En 1907, se había constituido la Triple Entente, alianza entre Inglaterra, Francia y Rusia. Otra alianza imperialista existía entre Alemania, Austria-Hungría e Italia. Pero al estallar la guerra de 1914, Italia se salió de esta alianza, y más tarde se adhirió a la Entente, Alemania y Austria-Hungría contaban con el apoyo de Bulgaria y de Turquía. Alemania preparábase para la guerra imperialista, ambicionando despojar a Inglaterra y a Francia de sus colonias, y a Rusia de Ucrania, Polonia y los territorios del Báltico. Con la construcción del ferrocarril de Bagdad, Alemania amenazaba la dominación de Inglaterra en el Cercano Oriente. Inglaterra veía con temor el incremento de los armamentos navales de Alemania. La Rusia zarista aspiraba al reparto de Turquía y soñaba conquistar los estrechos que unen el Mar Negro al Mediterráneo (los Dardanelos) y anexionarse Constantinopla. Entraba también en los planes del gobierno zarista la anexión de Galitzia, que formaba parte de Austria-Hungría. Inglaterra aspiraba a aplastar por medio de la guerra a su peligrosa competidora Alemania, cuyas mercancías iban desalojando cada vez más a los productos ingleses del mercado mundial antes de la guerra. Además, abrigaba el propósito de quitar a Turquía la Mesopotamia y Palestina y de establecerse sólidamente en Egipto. Los capitalistas franceses aspiraban a arrebatar a Alemania la cuenca del Sarre, rica en carbón y en hierro, y las provincias de Alsacia-Lorena, de que Alemania había despojada a Francia en la guerra de 1870-1871. Fueron, pues, las formidables contradicciones existentes entre los dos grupos de Estados capitalistas las que condujeron a la guerra imperialista. Esta guerra de rapiña, en la que se ventilaba el reparto del mundo, afectaba a los intereses de todos los países imperialistas, razón por la cual se vieron arrastrados a ella, en el transcurso de su desarrollo, el Japón, los Estados Unidos y otra serie de países. La guerra adquirió carácter mundial. La burguesía había preparado la guerra imperialista, manteniendo sus preparativos en el más profundo secreto, para que no se enterasen los pueblos. Cuando la guerra estalló, todos los gobiernos imperialistas se esforzaron en demostrar que no eran ellos los que atacaban a los países vecinos, sino que eran víctimas de la agresión de éstos. La burguesía engañaba al pueblo, ocultando los verdaderos fines de la guerra, su carácter imperialista, anexionista. Todos los gobiernos imperialistas declararon que hacían la guerra en defensa de la patria. Ayudaron a la burguesía a engañar al pueblo los oportunistas de la Segunda Internacional. Los socialdemócratas de la Segunda Internacional traicionaron vilmente la causa del socialismo, la causa de la solidaridad internacional del proletariado. Lejos de levantarse en contra de la guerra, lo que hicieron fue ayudar a la burguesía a lanzar a los obreros y campesinos de los Estados beligerantes unos contra otros, bajo el pabellón de la defensa de la patria. El hecho de que Rusia entrase en la guerra imperialista, al lado de la Entente, de Francia e Inglaterra, tenía su razón de ser. No hay que perder de vista que antes de 1914 las ramas más importantes de la industria rusa se hallaban en manos del capital extranjero, y principalmente del capital francés, inglés y belga, es decir, de los países de la Entente. Las fábricas metalúrgicas más importantes de Rusia eran propiedad de capitalistas franceses. Casi las tres cuartas partes de la metalurgia rusa (el 72 por ciento) dependían del capital extranjero. Otro tanto ocurría con la producción del carbón de hulla en la cuenca del Donetz. La mitad, aproximadamente, de la extracción de petróleo hallábase en manos del capital anglofrancés. Una parte considerable de las ganancias de la industria rusa iba a parar a los bancos extranjeros, y principalmente a los de Inglaterra y Francia. Todas estas razones, a las cuales hay que añadir los empréstitos de miles de millones concertados por el zar en Francia e Inglaterra, encadenaban al zarismo al imperialismo anglofrancés y convertían a Rusia en tributaria de estos países, en una semicolonia suya. La burguesía rusa esperaba que, lanzándose a la guerra, mejoraría su situación, conquistaría nuevos mercados, se enriquecería con los pedidos y los suministros de guerra, y al mismo tiempo podría, valiéndose de la situación creada por la guerra, aplastar el movimiento revolucionario. La Rusia zarista entró en la guerra sin estar preparada para ella. La industria rusa hallábase muy atrasada respecto a la de otros países capitalistas. Predominaban en ella las viejas fábricas con una instalación ya muy gastada. La agricultura rusa, con un régimen semifeudal de posesión de la tierra y masas de campesinos reducidos a la más extrema miseria, no podía ofrecer una base económica para mantener una guerra larga. El zar tenía su principal sostén en los terratenientes feudales. Los grandes terratenientes de las centurias negras, coaligados con los grandes capitalistas, eran los amos del país y de la Duma. Estos elementos apoyaban en bloque la política interior y exterior del gobierno zarista. La burguesía imperialista rusa tenía puestas todas sus esperanzas en la autocracia zarista, en el puño de hierre que podía asegurarle la conquista de nuevos mercados y de nuevos territorios, y además aplastar el movimiento revolucionario de los obreros y los campesinos. El partido de la burguesía liberal -los kadetes- se hacía pasar por un partido de oposición, pero apoyaba sin reservas la política exterior del gobierno zarista. Los partidos pequeñoburgueses, socialrevolucionario y menshevique, encubriendo su conducta con la bandera del socialismo, ayudaron a la burguesía, desde el primer momento de la guerra, a engañar al pueblo, a ocultar el carácter imperialista y rapaz de la guerra. Predicaban la necesidad de defender a la "patria" burguesa contra los "bárbaros prusianos", apoyaban la política de la "paz interior", y de este modo ayudaban al gobierno del zar a hacer la guerra, exactamente lo mismo que los socialdemócratas alemanes ayudaban al gobierno del káiser a guerrear contra los "bárbaros rusos". El Partido bolshevique fue el único que permaneció fiel a la gran bandera del internacionalismo revolucionario, manteniéndose firme en las posiciones marxistas y luchando resueltamente contra la autocracia zarista, contra los capitalistas y terratenientes y contra la guerra imperialista. El Partido bolshevique mantuvo, desde los primeros días de la guerra, el punto de vista de que ésta no se había desencadenado para defender la patria, sino para apoderarse de territorios extranjeros, para saquear a otros pueblos en interés de los terratenientes y capitalistas y de que los obreros debían adoptar frente a ella una actitud de lucha decidida. La clase obrera apoyaba al Partido bolshevique. Es cierto que los vapores patriótico-burgueses, que al comienzo de la guerra emborracharon a los intelectuales y al sector de los kulaks, contaminaron también a una parte de los obreros. Pero fue, principalmente, a los que estaban enrolados entre el hampa de la "Unión del pueblo ruso" y a un sector de los obreros influidos ideológicamente por los socialrevolucionarios y los mensheviques. Estos elementos no reflejaban ni podían reflejar, naturalmente, el estado de espíritu de la clase obrera. Eran los elementos que desfilaban en la manifestaciones chovinistas de la burguesía, organizadas por el gobierno zarista en los primeros días de la guerra. 2. Los partidos de la Segunda Internacional se pasan al lado de sus gobiernos imperialistas. - La Segunda Internacional se descompone en una serie de partidos socialchovinistas aislados. Lenin habían puesto en guardia, repetidas veces, contra el oportunismo de la Segunda Internacional y la falta de firmeza de sus jefes. Había afirmado siempre que los jefes de la Segunda Internacional sólo de palabra eran contrarios a la guerra y que en caso de que la guerra estallase desertarían seguramente de sus posiciones y se pasarían al lado de la burguesía imperialista, se convertirían seguramente en defensores de la guerra. El pronóstico de Lenin se confirmó desde los primeros días de aquélla. En 1910, en el Congreso celebrado por la Segunda Internacional en Copenhague, se había tomado un acuerdo que obligaba a los socialistas a votar en los parlamentos contra los créditos de guerra. El Congreso mundial de la Segunda Internacional celebrado en Basilea, en 1912, durante la guerra de los Balcanes, declaró que los obreros de todos los países consideraban un crimen disparar unos contra otros para acrecentar las ganancias de los capitalistas. Tal era la posición que se adoptaba, de palabra, en las resoluciones de los Congresos. Pero cuando empezaron a tronar los cañones de la guerra imperialista y se planteó la necesidad de llevar a la práctica aquellas resoluciones, los jefes de la Segunda Internacional se revelaron como traidores al proletariado y servidores de la burguesía, pasándose al campo de los defensores de la guerra. El 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia alemana votó en el parlamento los créditos de guerra, votó en pro de la guerra imperialista. Y exactamente lo mismo hicieron, en su aplastante mayoría, los socialistas de Francia, de Inglaterra, de Bélgica y de los demás países. La Segunda Internacional había dejado de existir. Se descompuso de hecho en una serie de partidos socialchovinistas aislados que hacían la guerra los unos contra los otros. Los jefes de los partidos socialistas, traicionando al proletariado, se pasaron a la posición del socialchovinismo y abrazaron la defensa de la burguesía imperialista. Ayudaron a los gobiernos imperialistas a engañar a la clase obrera y a inyectarle el veneno del nacionalismo. Bajo la bandera de la defensa de la patria, estos socialtraidores comenzaron a azuzar a los obreros alemanes contra los franceses y a los obreros franceses e ingleses contra los alemanes. Sólo una minoría insignificante de hombres dentro de la Segunda Internacional se mantuvo en la posición internacionalista, marchando en contra de la corriente; sin una convicción muy firme y de un modo bastante vago, es cierto, pero, a pesar de todo, marchando en contra de la corriente. El Partido bolshevique fue el único que levantó desde el primer momento y sin vacilaciones la bandera de la lucha resuelta contra la guerra imperialista. En las tesis sobre la guerra, redactadas por Lenin en el otoño de 1914, se indicaba que el derrumbamiento de la Segunda Internacional no obedecía a una casualidad. A la Segunda Internacional, decía Lenin, la han echado a pique los oportunistas, contra los cuales hacía ya mucho tiempo que venían poniendo en guardia los mejores representantes del proletariado revolucionario. Los partidos de la Segunda Internacional estaban infectados de oportunismo ya antes de la guerra. Los oportunistas predicaban abiertamente la renuncia a la lucha revolucionaria, la teoría de la "evolución pacífica del capitalismo al socialismo". La Segunda Internacional no quería luchar contra el oportunismo, era partidaria de vivir en paz con él y le dejaba fortalecerse. Y, siguiendo la política de conciliación con el oportunismo, acabó por convertirse ella también en oportunista. A expensas de las ganancias que arrancaba de las colonias y de la explotación de que hacía objeto a los países atrasados, la burguesía imperialista corrompía sistemáticamente, mediante una política de salarios elevados y de otros gajes, a una minoría escogida de obreros calificados, a la llamada aristocracia obrera. De este reducido sector obrero salían muchos de los dirigentes de los sindicatos y de las cooperativas, muchos de los diputados y concejales, muchos de los redactores de la prensa y de los funcionarios de las organizaciones socialdemócratas. Al estallar la guerra, estos individuos, temerosos de perder su posición privilegiada, se hicieron enemigos de la revolución, convirtiéndose en los defensores más rabiosos de su burguesía y de sus gobiernos imperialistas. De oportunistas se convirtieron en socialchovinistas. Los socialchovinistas -incluyendo entre ellos los mensheviques y socialrevolucionarios rusos- predicaban la paz de clases entre los obreros y la burguesía dentro del país y la guerra con otros pueblos en el exterior. Engañaban a las masas acerca de los verdaderos responsables de la guerra, haciéndoles creer que la burguesía de su propio país estaba libre de toda culpa. Muchos socialchovinistas pasaron a ser ministros de los gobiernos imperialistas de sus países. No menos peligrosa para la causa del proletariado era la posición de los socialchovinistas encubiertos, de los llamados centristas. Los centristas -Kautski, Trotski, Martov y otros- defendían y justificaban a los socialchovinistas declarados y, por tanto, traicionaban, en unión de éstos, al proletariado, encubriendo su traición con frases "izquierdistas" acerca de la lucha contra la guerra, frases dirigidas a engañar a la clase obrera. De hecho, los centristas apoyaban la guerra, pues no a otro cosa equivalía su propuesta de no votar contra los créditos de guerra, limitándose a abstenerse de esta votación. También ellos, ni más ni menos que los socialchovinistas, exigían que se renunciase a la lucha de clases mientras durase la guerra, para no estorbar a sus gobiernos imperialistas llevar la guerra. Ante los problemas más importantes de la guerra y del socialismo, el centrista Trotski se manifestaba siempre contra Lenin, contra el Partido bolshevique. Desde los primeros días de la guerra, Lenin comenzó a agrupar fuerzas para crear una nueva Internacional, la Tercera Internacional. La tarea de fundar la Tercera Internacional para sustituir a la Segunda que había dado en quiebra tan bochornosamente, aparece ya en el manifiesto lanzado contra la guerra, en noviembre de 1914, por el Comité Central del Partido bolshevique. En febrero de 1915 se celebró en Londres una conferencia de socialistas de los países de la Entente, en la cual intervino, por encargo de Lenin, el camarada Litvinov. Este exigió que los socialistas (Vandervelde, Sembat, Guesde) saliesen de sus gobiernos burgueses de Bélgica y Francia y rompiesen totalmente con los imperialistas, abandonando la colaboración con ellos. Y exigió que los socialistas mantuviesen una lucha resuelta contra sus propios gobiernos imperialistas y condenasen a cuantos votasen a favor de los créditos de guerra. Pero la voz de Litvinov no encontró el menor eco en este conferencia. A comienzos de septiembre de 1915 se reunió en Zimmerwald la primera Conferencia de los internacionalistas. Lenin decía que esta Conferencia había sido el "primer paso" en el desarrollo del movimiento internacional contra la guerra. Lenin formó en ella el grupo de la izquierda de Zimmerwald. Pero el único que, dentro de la izquierda zimmerwaldiana, mantuvo una posición certera y consecuente desde el principio hasta el fin contra la guerra fue el Partido bolshevique, con Lenin a la cabeza. La izquierda zimmerwaldiana editaba en alemán un periódico titulado "Vorbote" ("El Precursor"), donde se publicaron varios artículos de Lenin. En 1916 se consiguió reunir en el pueblecillo suizo de Kienthal la segunda Conferencia internacionalista, que se conoce con el nombre de segunda Conferencia zimmerwaldiana. Por aquel entonces, se habían ido definiendo grupos de internacionalistas en casi todos los países y se destacaba ya con trazos acusados la escisión entre los elementos internacionalistas y los socialchovinistas. Y, sobre todo, las propias masas, bajo la influencia de la guerra y de las calamidades provocadas por ella, se iban orientando hacia la izquierda. El manifiesto de Kienthal fue el fruto de un acuerdo entre los diversos grupos que se debatieron en la Conferencia. Representaba, en comparación con el manifiesto de Zimmerwald, un paso de avance. Pero tampoco la Conferencia de Kienthal adoptó las tesis fundamentales de la política bolshevique: transformación de la guerra imperialista en guerra civil; derrota, en la guerra, del gobierno imperialista del propio país y organización de la Tercera Internacional. No obstante, la Conferencia de Kienthal hizo posible el desgajamiento de los elementos internacionalistas, que más tarde habían de formar la Tercera Internacional, la Internacional Comunista. Lenin criticaba los errores de los internacionalistas poco consecuentes dentro de las filas de los socialdemócratas de izquierda, tales como Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht, a la par que les ayudaba a adoptar una posición certera. 3. Teoría y táctica del Partido bolshevique sobre los problemas de la guerra, de la paz y de la revolución. Los bolsheviques no eran simples pacifistas, enamorados de la paz y que se contentasen con predicar la paz a todo trance, como la mayoría de los socialdemócratas de izquierda. Los bolsheviques eran partidarios de la lucha revolucionaria activa por la paz, hasta llegar al derrocamiento del Poder de la burguesía imperialista causante de las guerras. Los bolsheviques vinculaban la causa de la paz a la causa del triunfo de la revolución proletaria, pues entendían que el medio más seguro para acabar con la guerra y conquistar una paz justa, una paz sin anexiones ni indemnizaciones, era el derrocamiento del Poder de la burguesía imperialista. Frente a los mensheviques y los socialrevolucionarios, que renegaban de la revolución, y frente a la consigna traidora del mantenimiento de la "paz interior", mientras durase la guerra, los bolsheviques lanzaron la consigna de "transformación de la guerra imperialista en guerra civil". Esta consigna significaba que los trabajadores, incluyendo entre ellos los obreros y los campesinos armados, vestidos con el uniforme militar, debían volver las armas contra su burguesía y derribar el Poder de ésta, si querían liberarse de la guerra y conseguir una paz justa. Frente a la política de los mensheviques y socialrevolucionarios, de defensa de la patria burguesa, los bolsheviques defendían la política de "derrota del propio gobierno, en la guerra imperialista". Esto significaba que era necesario votar contra los créditos de guerra, crear organizaciones revolucionarias clandestinas dentro del ejército, apoyar los actos de confraternización de los soldados en los frentes y organizar acciones revolucionarias de los obreros y los campesinos contra la guerra, convirtiéndolas en una insurrección contra el gobierno imperialista de su propio país. Los bolsheviques entendían que el mal menor que podría acarrearle al pueblo la guerra imperialista sería la derrota militar del gobierno zarista, pues esta derrota facilitaría el triunfo del pueblo sobre el zarismo y la lucha victoriosa de la clase obrera por emanciparse de la esclavitud capitalista y de las guerras imperialistas. Al sostener esto, Lenin entendía que esta política de derrota del propio gobierno imperialista debía ser seguida, no sólo por los revolucionarios rusos, sino por los partidos revolucionarios de la clase obrera en todos los países beligerantes. Los bolsheviques no eran contrarios a toda guerra. Eran contrarios solamente a la guerra anexionista, a la guerra imperialista. Los bolsheviques entendían que hay dos clases de guerra: a) las guerras justas, no anexionistas, de liberación, que tiene como finalidad defender al pueblo contra una agresión exterior y contra cuantos intenten esclavizarle, o liberar al pueblo de la esclavitud del capitalismo o, finalmente, emancipar a las colonias y a los países dependientes del yugo de los imperialistas; y b) las guerras injustas, anexionistas, que tienen como finalidad la anexión y esclavización de países y pueblos extranjeros. Los bolshevique apoyaban la primera clase de guerras. En cambio, propugnaban mantener una lucha resuelta contra las guerras de la segunda clase, llegando hasta la revolución y el derrocamiento del gobierno imperialista del propio país. Los trabajos teóricos de Lenin durante la guerra tuvieron una importancia enorme para la clase obrera del mundo entero. En la primavera de 1916, escribió Lenin su obra titulada "El imperialismo, fase culminante del capitalismo". En este libro, Lenin pone de manifiesto que el imperialismo es la fase culminante del capitalismo, la fase en que éste se convierte de capitalismo "progresivo" en capitalismo parasitario, en descomposición; que el imperialismo es el capitalismo agonizante. Lo cual no quiere decir, naturalmente, que el capitalismo vaya a morir por sí solo, sin la revolución proletaria, que se vaya a pudrir por la raíz. Lenin ha enseñado siempre que no cabe derrotar al capitalismo sin la revolución de la clase obrera. Por eso, aun definiendo el imperialismo como el capitalismo agonizante, Lenin apunta al mismo tiempo, en esta obra, que el "imperialismo es el umbral de la revolución social del proletariado". Lenin ponía de relieve que en la época del imperialismo, el yugo capitalista se hace cada vez más duro, que bajo las condiciones del imperialismo crece la indignación del proletariado contra los fundamentos del capitalismo y van madurando, dentro de los países capitalistas, los elementos para una explosión revolucionaria. Lenin ponía de relieve que en la época del imperialismo se agudiza la crisis revolucionaria en los países coloniales y dependientes, y van creciendo los elementos de indignación y los elementos para la lucha de liberación contra el imperialismo. Lenin ponía de relieve que, bajo las condiciones del imperialismo, se agudizan especialmente el desarrollo desigual y las contradicciones del capitalismo; y que la lucha por los mercados para dar salida a las mercancías y exportar los capitales, la lucha por las colonias y por las fuentes de materias primas, hace que se produzcan, inevitablemente y de un modo periódico, guerras imperialistas por un nuevo reparto del mundo. Lenin ponía de relieve que, precisamente como consecuencia de este desarrollo desigual del capitalismo, surgen las guerras imperialistas, que debilitan las fuerzas del imperialismo y hacen posible la ruptura del frente del imperialismo por su punto más débil. Y, partiendo de todas estas premisas, llegaba a la conclusión de que era perfectamente posible para el proletariado romper el frente imperialista por un sitio cualquiera o por varios; de que era posible el triunfo del socialismo, empezando por algunos países e incluso por un solo aisladamente; de que el triunfo simultáneo del socialismo en todos los países era imposible, dada la desigualdad del desarrollo del capitalismo en ellos; de que el socialismo empezaría a triunfar solamente en uno o en varios países y que los demás seguirían siendo algún tiempo países burgueses. He aquí cómo formulaba Lenin esta conclusión genial, en dos artículos diferentes, escritos durante la guerra imperialista: 1) "La desigualdad de desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De donde se deduce que es posible que el socialismo empiece a triunfar solamente en algunos países capitalistas, o incluso en un solo país aisladamente. El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro de sus fronteras, se enfrentará contra el resto del mundo, contra el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países"... (Del artículo titulado "Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa", escrito en agosto de 1915. Lenin, t. XVIII, págs. 232-233, ed. rusa). 2) "El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. Es esto una consecuencia inevitable del régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión inmutable de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Empezará triunfando en uno o en varios países, y los demás seguirán siendo durante algún tiempo países burgueses o preburgueses. Esto provocará, necesariamente, no sólo rozamientos, sino incluso la tendencia abierta de la burguesía de los demás países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista. En tales condiciones, la guerra sería, de nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el socialismo, por liberar a los otros pueblos de la burguesía" (Del artículo titulado "El programa de guerra de la revolución proletaria", escrito en el otoño de 1916. Lenin, t. XIX, pág. 325, ed. rusa). Era ésta una nueva y acabada teoría de la revolución socialista, la teoría de la posibilidad del triunfo del socialismo en países aislados, de las condiciones de este triunfo y de sus perspectivas, teoría cuyas bases habían sido esbozadas por Lenin ya en 1905, en su folleto "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática". Esta teoría descartaba de un modo radical aquel punto de vista en boga entre los marxistas en el periodo del capitalismo preimperialista que consistía en considerar imposible el triunfo del socialismo en un solo país, cualquiera que fuese, entendiendo que el socialismo triunfaría al mismo tiempo en todos los países civilizados. Lenin, basándose en los datos sobre el capitalismo imperialista expuestos en su notable libro "El imperialismo, fase culminante del capitalismo", volteó este punto de vista, como anticuado, y sentó un nuevo punto de vista teórico, según el cual el triunfo simultáneo del socialismo en todos los países era imposible, siendo en cambio, posible su triunfo en un solo país capitalista aisladamente. La importancia incalculable de la teoría de Lenin sobre la revolución socialista no estriba solamente en haber enriquecido y desarrollado el marxismo con una nueva teoría. Su importancia consiste, además, en que da una perspectiva revolucionaria a los proletarios de los distintos países, en que desarrolla su iniciativa para lanzarse al asalto contra su propia burguesía nacional, les enseña a aprovecharse de la situación de guerra para organizar esta ofensiva y fortalece su fe en el triunfo de la revolución proletaria. Tal era la posición teórica y táctica de los bolsheviques en cuanto a los problemas de la guerra, de la paz y de la revolución. Tomando como base esta posición, desarrollaron su labor práctica en Rusia los bolsheviques. A pesar de las furiosas persecuciones policíacas, los diputados bolsheviques de la Duma, Badaiev, Petrovski, Muranov, Samoilov y Shagov recorrieron, al comienzo de la guerra, una serie de organizaciones obreras, informando acerca de la actitud de los bolsheviques ante la guerra y la revolución. En noviembre de 1914, la fracción bolshevique de la Duma organizó una conferencia para enjuiciar el problema de la actitud que debía seguirse ante la guerra. Al tercer día, fue detenida la Conferencia en pleno. Los tribunales condenaron a todos los diputados bolsheviques imponiéndoles la pena de inhabilitación y deportándolos a la Siberia oriental. El gobierno zarista acusó "de alta traición" a los diputados bolsheviques de la Duma. En este proceso, se desplegó un cuadro de las actividades de los diputados bolsheviques que podía enorgullecer al Partido. Los diputados bolsheviques se comportaron valientemente ante sus jueces, convirtiendo el proceso en una tribuna desde la cual desenmascararon la política anexionista del régimen zarista. Muy otro fue el comportamiento de Kamenev, encartado en el mismo proceso. Llevado de su cobardía, en cuanto se vio en peligro renegó de la política del Partido bolshevique, declarando ante el Tribunal que estaba en desacuerdo con los bolsheviques en el problema de la guerra y poniendo como testigo en apoyo de sus afirmaciones al menshevique Iordanski. Los bolsheviques realizaron una gran labor en contra de los Comités de la industria de guerra, puestos al servicio de ésta, y contra los intentos de los mensheviques de someter a los obreros a la influencia de la burguesía imperialista. La burguesía estaba vitalmente interesada en presentar ante la opinión general la guerra imperialista como una guerra de todo el pueblo. Durante la guerra, la burguesía consiguió adquirir una gran influencia en los asuntos del Estado, creándose, con las uniones de los Zemstvos y de los ayuntamientos urbanos, una organización propia, extensiva a toda Rusia. Necesitaba someter también a su dirección e influencia a los obreros. Para ello, discurrió el recurso de crear "grupos obreros" adscritos a los Comités de la industria de guerra. Los mensheviques hicieron suya esta idea de la burguesía. A ésta le convenía incorporar a dichos Comités representantes de los obreros para que se encargasen de hacer entre las masas obreras labor de agitación en torno a la necesidad de intensificar el trabajo de producción en las fábricas de obuses, cañones, fusiles, cartuchos y demás industrias que trabajaban para la guerra. "¡Todo y todos para la guerra!", tal era la consigna de la burguesía. En realidad, esta consigna significaba entonces: "¡Enriquezcámonos sin tasa con los suministros de guerra y con la anexión de territorios extranjeros!" Los mensheviques participaron activamente en esta obra pseudopatriótica emprendida por la burguesía. Ayudaban a los capitalistas, haciendo una intensa labor de agitación entre los obreros, para que éstos tomasen parte en las elecciones de los "grupos obreros" adscritos a los Comités de la industria de guerra. Los bolsheviques se manifestaron en contra de esta superchería. Preconizaron el boicot a los Comités de la industria de guerra y mantuvieron eficazmente este boicot. No obstante, una parte de los obreros participó en las actividades de aquellos Comités, bajo la dirección del conocido menshevique Gvosdiev y del confidente Abrosimov. Cuando los delegados de los obreros se reunieron en septiembre de 1915 para proceder a la elección definitiva de los "grupos obreros" de los citados comités, la mayoría de los delegados votó en contra de ellos y formuló una enérgica resolución contraria a la participación en los Comités de la industria de guerra, declarando que la tarea que los obreros tenían planteada era la de luchar por la paz y por el derrocamiento del zarismo. Los bolsheviques desplegaron también una gran labor dentro del ejército y de la flota. Explicaban a la masas de soldados y marinos quiénes eran los culpables de los inauditos horrores de la guerra y de los sufrimientos del pueblo, y les hacían ver que el único camino que tenía el pueblo para salir de la carnicería imperialista era la revolución. Creaban células bolsheviques dentro del ejército y de la flota, en las unidades del frente y en la retaguardia y distribuían proclamas con llamamientos contra la guerra. Los bolsheviques fundaron el "Grupo central de la organización militar de Cronstadt" que se hallaba en estrecho contacto con el Comité de Petrogrado del Partido. Adscrita al Comité de Petrogrado, se creó una organización militar para el trabajo entre la guarnición. En agosto de 1916, el jefe de la policía secreta de Petrogrado informaba que el "Grupo central de Cronstadt es una organización muy seria, de carácter conspirativo, cuyos miembros sin todas personas calladas y precavidas. Esta organización tiene también representantes en tierra". En el frente, el Partido bolshevique hacía labor de agitación en pro de la confraternización entre los soldados de los ejércitos beligerantes, subrayando que el enemigo era la burguesía mundial y que sólo se podría poner fin a la guerra, convirtiendo la guerra imperialista en guerra civil y volviendo las armas cada cual contra su propia burguesía y el gobierno de ésta. Cada vez menudeaban más los casos de unidades que se negaban a atacar. Casos de estos diéronse ya en 1905, y, sobre todo, en 1916. Donde los bolsheviques desplegaban una labor más intensa era en los ejércitos del frente del Norte, en la región del Báltico. A comienzos del año 1917, el general Russki, general en jefe de los ejércitos del frente Norte, informaba al Alto Mando acerca de la formidable labor revolucionaria desarrollada por los bolsheviques en aquel frente. La guerra impuso un cambio radical gigantesco en la vida de los pueblos y en la vida de la clase obrera internacional. Ponía sobre el tapete la suerte de los Estados, la suerte de los pueblos, la suerte del movimiento socialista. Era también, por tanto, una piedra de toque, una prueba para todos los partidos y tendencias que se llamaban socialistas ¿Permanecerían estos partidos y tendencias fieles a la causa del socialismo, a la causa del internacionalismo, o preferirían traicionar a la clase obrera, tirar por los suelos su bandera y arrastrarla a los pies de su propia burguesía nacional? Tal era el problema que estaba planteado. La guerra demostró que los partidos de la Segunda Internacional no resistieron la prueba, sino que traicionaron a la clase obrera y arriaron su bandera ante la burguesía de su propio país, ante su burguesía nacional, imperialista. No podía ser otra la conducta de partidos como aquellos que cultivaban en su seno el oportunismo y estaban educados en la política de concesiones a los oportunistas, a los nacionalistas. La guerra demostró que el Partido bolshevique fue el único partido que supo afrontar con honor la prueba y que permaneció fiel hasta el fin a la causa del socialismo, a la causa del internacionalismo proletario. Y era lógico que fuese así, pues sólo un partido de nuevo tipo, sólo un partido educado en el espíritu de la lucha intransigente contra el oportunismo, sólo un partido libre de oportunismo y de nacionalismo, sólo un partido así podía salir victorioso de aquella gran prueba y permanecer fiel a la causa de la clase obrera, a la causa del socialismo y del internacionalismo. El Partido en que se daban todas esas condiciones era el Partido bolshevique. 4. Las tropes zaristas son derrotadas en el frente. - El desastre económico. - La crisis del zarismo. La guerra había entrado ya en el tercer año. Devoraba millones de vidas humanas, dejando un reguero de muertos, de heridos, de seres que perecían a consecuencia de las epidemias producidas por la guerra. La burguesía y los terratenientes se enriquecían con ella, mientras que los obreros y campesinos sufrían cada vez más miseria y más privaciones. La guerra destruía la Economía nacional de Rusia. Cerca de 14 millones de trabajadores fuertes y sanos habían sido arrebatados a la producción por el ejército. Parábanse fábricas y talleres. La siembra de los campos de cereales iba en descenso, por falta de brazos. La población y los soldados en el frente pasaban hambre y andaban desnudos y descalzos. La guerra había devorado todos los recursos del país. El ejército zarista sufría derrota tras derrota. La artillería alemana descargaba sobre las tropas zaristas verdaderas granizadas de proyectiles, mientras en el ejército zarista escaseaban los cañones, las municiones y hasta los fusiles. A veces, había un fusil por cada tres soldados. Ya en plena guerra, se descubrió la traición del ministro de Guerra zarista, Sujomlinov, que resultó estar en relaciones con los espías alemanes. El propio ministro de Guerra se encargaba de ejecutar las instrucciones del espionaje alemán: dejar el frente desabastecido de municiones, no enviar al frente cañones ni fusiles. Algunos ministros y generales zaristas contribuían bajo cuerda a los éxitos del ejército alemán: en unión de la zarina, que estaba en relaciones con los alemanes, delataban a éstos los secretos militares. No tiene, pues, nada de extraño que, en estas condiciones, el ejército zarista fuese derrotado y obligado a batirse en retirada. Hacia el año 1916, los alemanes consiguieron ya apoderarse de Polonia y de una parte de la región del Báltico. Todo esto despertaba el odio y la cólera contra el gobierno zarista por parte de los obreros, de los campesinos, de los soldados y de los intelectuales, y acentuaba y agudizaba el movimiento revolucionario de las masas populares contra la guerra y contra el zarismo, tanto en la retaguardia como en el frente, lo mismo en el centro que en la periferia. El descontento comenzó a prender también en la burguesía imperialista rusa. Esta sentíase indignada ante el hecho de que se hiciesen los amos de la Corte granujas de la calaña de Rasputín, que laboraban claramente en pro de una paz separada con los alemanes. Se iba convenciendo cada vez más que el gobierno zarista era incapaz de llevar una guerra victoriosa. Temía que el zarismo, para salvar la situación recurriese a una paz separada con Alemania. En vista de esto, la burguesía rusa decidió organizar un complot palaciego para quitar de en medio al zar Nicolás II, poniendo en el trono al gran duque Miguel Romanov, que se hallaba vinculado con la burguesía. Con esto, pretendía matar dos pájaros de un tiro: en primer lugar, escalar el poder y asegurar la prosecución de la guerra imperialista, y en segundo lugar, atajar con un pequeño complot palaciego el avance de la gran revolución popular, cada vez más amenazador. La burguesía rusa contaba, para esta empresa, con el apoyo incondicional de los gobiernos inglés y francés. Estos gobiernos veían que el zar era incapaz de proseguir la guerra y temían que terminase por firmar una paz separada con los alemanes. Si el gobierno zarista concertaba una paz separada, los gobiernos de Inglaterra y Francia perderían, con Rusia, a un aliado que, además de entretener en su frente las fuerzas del enemigo, ponía a disposición de Francia decenas de millares de soldados rusos escogidos. He aquí por qué apoyaban a la burguesía rusa en sus intentos de llevar a cabo el complot palaciego. El zar hallábase, por tanto, aislado. A la par que se multiplicaban los reveses en el frente, el desastre de la Economía se iba acentuando cada vez más. En los meses de enero y febrero de 1917 la catástrofe del abastecimiento de las materias primas y los combustibles llegó a su punto culminantes y a su máxima agudización. El aprovisionamiento de Petrogrado y de Moscú cesó casi en absoluto. Comenzaron a cerrarse una fábrica tras otra. El cierre de fábricas vino a acentuar el paro forzoso. La situación hacíase verdaderamente insoportable para los obreros. Masas cada vez más extensas del pueblo iban convenciéndose de que no había más que un camino para salir de aquella situación insostenible: el derrocamiento de la autocracia zarista. El zarismo estaba atravesando claramente una crisis mortal. La burguesía creía poder resolver la crisis por medio de un complot palaciego. Pero fue el pueblo quien la resolvió a su manera. 5. La Revolución de febrero. - Caída del zarismo. - Constitución de los Soviets de diputados obreros y soldados. - Formación del Gobierno provisional. - La dualidad de poderes. El año 1917 comenzó con la huelga del 9 de enero. Durante esta huelga, celebráronse manifestaciones en Petrogrado, Moscú, Bakú y Nizhni-Nóvgorod; el 9 de enero abandonaron el trabajo cerca de la tercera parte de los obreros de Moscú. Una manifestación de 2.000 personas fue disuelta violentamente por la policía montada en la avenida Tverskaia. En Petrogrado, los soldados se unieron a los manifestantes, en la calzada de Viborg. "La idea de la huelga general -informaba la policía de Petrogrado- va ganando nuevos adeptos de día en día y adquiriendo la misma popularidad que en 1905". Los mensheviques y los socialrevolucionarios esforzábanse por encauzar el movimiento revolucionario incipiente dentro del marco conveniente para la burguesía liberal. Los mensheviques propusieron que el 14 de febrero, día de la apertura de la Duma, se organizase un desfile de obreros delante de ésta. Pero las masas obreras, marchando detrás de los bolsheviques, no desfilaron ante la Duma, sino en manifestación por las calles. El 18 de febrero de 1917 estalló, en Petrogrado, la huelga de los obreros de la fábrica "Putilov". El 22 de febrero pusiéronse en huelga los obreros de la mayoría de las grandes fábricas. El 23 de febrero (8 de marzo), Jornada Internacional de la Mujer, las obreras, respondiendo al llamamiento del Comité bolshevique de Petrogrado, lanzáronse a la calle en manifestación contra el hambre, contra la guerra y contra el zarismo. En Petrogrado, esta manifestación de las obreras fue apoyada con una acción huelguística general de los obreros. La huelga política comenzaba a convertirse en una manifestación política general contra el régimen zarista. El 24 de febrero (9 de marzo), la manifestación se renovó con nuevos bríos. La huelga afectaba ya a cerca de 200.000 obreros. El 25 de febrero (10 de marzo), el movimiento revolucionario se extendió a todo el Petrogrado obrero. Las huelgas políticas por distrito convirtiéronse en una huelga política general en toda la ciudad. Por todas partes surgían manifestaciones y choques con la policía. Sobre las masas obreras campeaban carteles rojos con estas consignas: "¡Abajo el zar!", "¡Abajo la guerra!", "¡Pan!". En la mañana del 26 de febrero (11 de marzo), la huelga política y la manifestación comenzaron a convertirse en intentos de insurrección. Los obreros desarmaban a la policía y a los gendarmes para armarse ellos. Pero el choque armado con la policía terminó con una matanza de manifestantes en la plaza Snamenskaia. El general Jabalov, jefe de la región militar de Petrogrado, ordenó que los obreros se reintegrasen al trabajo el 28 de febrero (13 de maezo), conminando con enviar al frente a los que no acatasen esta orden. El 25 de febrero (10 de marzo), el zar cursa al general Jabalov esta orden imperativa: "Exijo que mañana se ponga fin a los desórdenes en la capital". Pero ya no era posible "poner fin" a la revolución. El 26 de febrero (11 de marzo), la cuarta compañía del batallón de reserva del regimiento de Pavlovsk rompió el fuego, pero no contra los obreros, sino contra los destacamentos de guardias montados que habían comenzado a disparar contra los obreros. La lucha por ganarse a las tropas revestía el carácter más enérgico y tenaz, sobre todo por parte de las mujeres obreras, que se mezclaban entre los soldados, confraternizaban con ellos y les incitaban a ayudar al pueblo a derribar la autocracia zarista, tan odiada por él. La dirección del trabajo práctico del Partido bolshevique corría, por aquellos días, a cargo del Buró del Comité Central del Partido, residente en Petrogrado, al frente del cual estaba el camarada Molotov. El 26 de febrero (11 de marzo), el Buró del C.C. lanzó un manifiesto llamando a las masas a proseguir la lucha armada contra el zarismo y a constituir un Gobierno provisional revolucionario. El 27 de febrero (12 de marzo), las tropas de Petrogrado se negaron a disparar contra los obreros y comenzaron a pasarse al pueblo levantado en armas. En la mañana del 27 de febrero, los soldados sublevados no pasaban de 10.000; aquel mismo día por la noche, ascendían ya a 60.000. Los obreros y soldados levantados en armas empezaron a detener a los ministros y generales zaristas y a sacar de las cárceles a los revolucionarios. Los presos políticos, puestos en libertad, se unían a la lucha revolucionaria. En las calles había todavía tiroteo entre el pueblo y los guardias y gendarmes que habían emplazado sus ametralladoras en los tajados de las casas. Pero el rápido paso de las tropas al lado de los obreros decidió la suerte de la autocracia zarista. Cuando la noticia del triunfo de la revolución en Petrogrado llegó a otras ciudades y al frente, los obreros y los soldados comenzaron a derribar por todas partes a los representantes de la autoridad zarista. La revolución democráticoburguesa de Febrero había triunfado. La revolución triunfó, porque se puso al frente de ella la clase obrera, acaudillando el movimiento de masas de millones de campesinos vestidos de uniforme militar "por la paz, por el pan y por la libertad". La hegemonía del proletariado fue lo que aseguró el triunfo de la revolución. "La revolución ha sido obra del proletariado, que ha dado pruebas de heroísmo, ha derramado su sangre y ha arrastrado con él a las más extensas masas de los trabajadores y de la población más pobre...", escribía Lenin en los primeros días de la revolución (Lenin, t. XX, págs. 23-24, ed. rusa). La primera revolución, la revolución de 1905, había preparado el terreno para el rápido triunfo de la segunda revolución, de la revolución de 1917. "Sin los tres años de formidables combates de clases y de energía revolucionaria desplegada por el proletariado ruso de 1905 a 1907, hubiera sido imposible una segunda revolución tan rápida, que ha cubierto su etapa inicial en unos cuantos días", indicaba Lenin (Obra citada, pág. 13). En los primeros días de la revolución, aparecieron ya los Soviets. La revolución triunfante apoyábase en los Soviets de diputados obreros y soldados. Los obreros y soldados levantados en armas crearon sus Soviets respectivos. La revolución de 1905 había revelado que los Soviets son los órganos de la insurrección armada y, al mismo tiempo, el germen del nuevo Poder, del Poder revolucionario. La idea de los Soviets vivía en la conciencia de las masas obreras y la pusieron en práctica al día siguiente de ser derribado el zarismo, aunque con la diferencia de que, mientras los Soviets creados en 1905 eran solamente Soviets de diputados obreros, los que se crearon en febrero de 1917 eran, por iniciativa de los bolsheviques, Soviets de diputados obreros y soldados. Mientras los bolsheviques se ponían al frente de la lucha directa de las masas en las calles, los partidos oportunistas, mensheviques y socialrevolucionarios, preocupábanse de obtener puestos de diputados en los Soviets, alcanzando en ellos una mayoría propia. A este resultado contribuyó, en parte, el hecho de que la mayoría de los dirigentes bolsheviques se hallaban en la cárcel o en la deportación (Lenin se encontraba en la emigración, y Stalin y Sverdlov estaban deportados en Siberia), mientras los mensheviques y socialrevolucionarios se paseaban libremente por las calles de Petrogrado. Así se explica que los representantes de los Partidos oportunistas, los mensheviques y los socialrevolucionarios, se adueñasen de la dirección en el Soviet de Petrogrado y en su Comité Ejecutivo. Y otro tanto aconteció en Moscú y en otra serie de ciudades. Solamente en Ivánovo-Vosnesensk, Krasnoyarsk y algunos otros puntos lograros los bolsheviques tener la mayoría en los Soviets desde el primer momento. El pueblo armado, los obreros y soldados, al enviar sus representantes al Soviet, veían en él el órgano del Poder popular. Entendían y creían que el Soviet de diputados obreros y soldados daría satisfacción a todos los anhelos del pueblo revolucionario y que su primer acto sería concertar la paz. Pero el exceso de confianza de los obreros y soldados les jugó una mala pasada. Los socialrevolucionarios y mensheviques no pensaban ni remotamente en poner fin a la guerra, en conquistar la paz. Su propósito era aprovecharse de la revolución para proseguir la guerra. En cuanto a la revolución y a las reivindicaciones revolucionarias del pueblo, los socialrevolucionarios y los mensheviques entendían que la revolución ya estaba terminada y que el problema que ahora se planteaba era consolidarla y entrar en los cauces de la vida "normal", de la vida constitucional, del brazo de la burguesía. Así, la dirección socialrevolucionaria-menshevique del Soviet de Petrogrado tomó todas las medidas que estaban en sus manos para ahogar el problema de la terminación de la guerra, el problema de la paz, y entregar el Poder a la burguesía. El 27 de febrero (12 de marzo) de 1917, los diputados liberales de la Duma, confabulados entre bastidores con los líderes socialrevolucionarios y mensheviques, formaron el Comité provisional de la Duma, poniendo al frente de él al presidente de la cuarta Duma, al terrateniente monárquico Rodzianko. Algunos días después de esto, el Comité Provisional de la Duma y los líderes socialrevolucionarios y mensheviques del Comité Ejecutivo del Soviet de diputados obreros y soldados, a espaldas de los bolsheviques, se pusieron de acuerdo sobre la formación de un nuevo gobierno en Rusia: el Gobierno provisional burgués, presidido por el príncipe Lvov, a quien el zar Nicolás II, ya antes de la revolución de Febrero, tenía en cartera como primer ministro para su gabinete. Entraron a formar parte del Gobierno provisional, el jefe de los kadetes, Miliukov, el jefe de los octubristas, Guchkov, y otros destacados representantes de la clase capitalista; en calidad de representante de la "democracia", fue incorporado al gobierno el socialrevolucionario Kerenski. De este modo, los líderes socialrevolucionarios y mensheviques de Comité Ejecutivo de Soviet entregaron el Poder a la burguesía; informando de ellos después de producirse el hecho, el Soviet de diputados obreros y soldados refrendó por mayoría de votos la conducta de aquellos líderes, a pesar de las protestas de los bolsheviques. Y así se formó en Rusia un nuevo Poder estatal, compuesto -como decía Lenin- por representantes de "la burguesía y de los terratenientes aburguesados". Pero, al lado del gobierno burgués, existía otro Poder: el Soviet de diputados obreros y soldados. Los diputados soldados del Soviet eran, fundamentalmente, campesinos movilizados para la guerra. El Soviet de diputados obreros y soldados era el órgano de la alianza de los obreros y campesinos contra el Poder zarista y, al mismo tiempo, el órgano de su Poder, el órgano de la dictadura de la clase obrera y de los campesinos. Se estableció, pues, un original entrelazamiento entre dos poderes, entre dos dictaduras: la dictadura de la burguesía, encarnada en el Gobierno provisional, y la dictadura del proletariado y de los campesinos, representada por el Soviet de diputados obreros y soldados. Se estableció una dualidad de poderes. ¿Cómo se explica que en los Soviets tuviesen mayoría, la principio, los mensheviques y socialrevolucionarios? ¿Cómo se explica que los obreros y campesinos triunfantes entregasen voluntariamente el Poder a los representantes de la burguesía? Lenin explicaba esto por los millones de hombres inexpertos en política que habían despertado con ansias de participar en la vida política. Eran, en gran parte, pequeños propietarios, campesinos, obreros que hasta hacía poco trabajaban en el campo, hombres que ocupaban un lugar intermedio entre la burguesía y el proletariado. Rusia era, por aquel entonces, el más pequeñoburgués de todos los grandes países europeos. En este país, "la gigantesca ola pequeñoburguesa lo inundaba todo, ahogaba al proletariado consciente, no sólo por su volumen, sino también ideológicamente: es decir, contagiaba, infestaba a sectores extensísimos de obreros con sus ideas políticas pequeñoburguesas" (Lenin, t. XX, pág. 115, ed. rusa). Esta ola de elementos pequeñoburgueses fue también la que sacó a la superficie a los partidos pequeñoburgueses mensheviques y socialrevolucionarios. Otra causa que Lenin señalaba, era el cambio operado durante la guerra en cuanto a los elementos que componían el proletariado, y el insuficiente nivel de conciencia y de organización del proletariado en los primeros momentos de la revolución. Durante la guerra, habíanse operado cambios considerables en la composición del proletariado. Cerca de un 40 por 100 de los cuadros obreros habían sido movilizados militarmente. Con el fin de sustraerse a la movilización, se metieron en las fábricas, en los años de guerra, muchos pequeños propietarios, artesanos y tenderos, ajenos a la psicología proletaria. Estos sectores obreros de tipo pequeñoburgués eran un terreno abonado para el cultivo de los políticos pequeñoburgueses, mensheviques y socialrevolucionarios. He aquí por qué las grandes masas del pueblo, inexpertas en política, inundadas por la oleada de los elementos pequeñoburgueses y emborrachadas por los primeros éxitos de la revolución, marcharon durante los primeros meses de ésta a la zaga de los partidos oportunistas y se prestaron a ceder a la burguesía el Poder estatal, creyendo ingenuamente que el Poder burgués no había de estorbar la labor de los Soviets. Esto planteaba al Partido bolshevique la tarea de hacer ver a las masas, por medio de una paciente labor de esclarecimiento, el carácter imperialista del Gobierno provisional, la tarea de poner al desnudo la traición de los socialrevolucionarios y mensheviques, haciendo comprender a las masas que no era posible lograr la paz, sin substituir el Gobierno provisional por el Gobierno de los Soviets. Y el Partido bolshevique tomó en sus manos esta empresa con toda energía. El Partido reanudó la publicación de sus órganos legales de prensa. Cinco días después de la revolución de Febrero, ya comenzó a publicarse en Petrogrado la "Pravda" y, algunos días más tarde, apareció en Moscú "El Socialdemócrata". Empezó a actuar a la cabeza de las masas que iban sobreponiéndose a la confianza en la burguesía liberal, en los mensheviques y socialrevolucionarios. Explicó pacientemente a los soldados y a los campesinos la necesidad de que actuasen juntamente con la clase obrera. Les hizo ver que los campesinos no obtendrían la paz ni la tierra, si la revolución no seguía avanzando, si el Gobierno provisional de la burguesía no era sustituido por el Gobierno de los Soviets. RESUMEN La guerra imperialista estalló como consecuencia de la desigualdad de desarrollo de los países capitalistas, como consecuencia de la ruptura del equilibrio entre las principales potencias, como consecuencia de la necesidad en que se veían los imperialistas de proceder a un nuevo reparto del mundo por medio de la guerra y de crear un nuevo equilibrio de fuerzas. La guerra no habría adquirido un carácter tan desastroso, y hasta es probable que no hubiera llegado a tomar tales proporciones, si los partidos de la Segunda Internacional no hubiesen traicionado la causa de la clase obrera, si no hubiesen infringido los acuerdos de los congresos de la Segunda Internacional contra la guerra, si se hubiesen decidido a proceder activamente y poner en pie a la clase obrera contra sus propios gobiernos imperialistas, contra los incendiarios de la guerra. El Partido bolshevique fue el único partido proletario que se mantuvo fiel a la causa del socialismo y del internacionalismo, organizando la guerra civil contra su propio gobierno imperialista. Todos los demás partidos de la Segunda Internacional, vinculados con la burguesía a través de su grupo dirigente, resultaron estar entregados de pies y manos al imperialismo, desertaron al campo de los imperialistas. La guerra, reflejo de la crisis general del capitalismo, agudizó esta crisis y debilitó al capitalismo mundial. Los obreros de Rusia y el Partido bolshevique fueron los primeros del mundo que supieron aprovechar eficazmente la debilidad del capitalismo para romper el frente imperialista, derribar al zar y crear los Soviets de diputados obreros y soldados. Las grandes masas de la pequeña burguesía, de los soldados e incluso de los obreros, embriagadas por los primeros éxitos de la revolución y confiadas en las seguridades que les deban los mensheviques y socialrevolucionarios de que en adelante todo marcharía bien, se dejaron llevar de la confianza en el Gobierno provisional, apoyaron a éste. Ante el Partido bolshevique se planteaba la tarea de explicar a las masas de obreros y soldados, embriagadas por los primero éxitos, que aun había un largo trecho que recorrer hasta el triunfo total de la revolución, que mientras el Poder se hallase en manos de los Gobierno provisional de la burguesía y mandasen en los Soviets los oportunistas, los mensheviques y socialrevolucionarios, el pueblo no obtendría la paz, ni la tierra ni el pan; que, para que la victoria fuese completa, era necesario dar un paso más hacia adelante y entregar el Poder a los Soviets.