Con los brazos pequeños,
pero el pulso firme,
el niño levanta el cuadro
como quien sostiene un faro
en medio del viento.
En su mirada no hay juego,
hay herencia.
Una semilla encendida
por historias que no vivió
pero que lo llaman por su nombre.
El rostro de Fidel,
quieto en el marco,
parece mirar a través del tiempo,
hacia esas manos jóvenes
que lo elevan sin temblar.
Y entre callejones silenciosos,
la escena se vuelve símbolo:
un niño que alza la memoria
para que no caiga,
para que no la borren,
para que siga andando
como un tambor que nunca calla
en el corazón de los pueblos.
Así,la infancia y la historia
se encuentran un instante,
y el futuro se levanta
sobre dos pequeñas manos
que ya saben que la dignidad
también se sostiene.
Ⓜ️arcelo Rubéns Balboa ✍️