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viernes, 17 de agosto de 2018

🔸V. I. Lenin🔸 ↪La enfermedad del reformismo



✔Escrito: En noviembre de 1912,no antes del día 18.

🔸Primera publicación: En Pravda, núm. 180,29 de noviembre de 1912.

✔Firmado: VIlín.


 

"¿Qué enfermedad nos aqueja?" preguntaba hace unos días, en Luch,el autor de un instructivo artículo así titulado,escrito bajo la impresión de la huelga del 15 de noviembre.

La respuesta es clara,si consideramos las dos citas que siguen:

"Parece que debería estar claro, para quienes pretenden el papel de jefes,que pedir la abolición de los reglamentos de excepción y la libertad de asociación es algo que corresponde a la lucha,ahora y en el futuro próximo,en tanto que la modificación del sistema existente de la que habla el llamamiento es un asunto diferente. Esto no se puede lograr jugando a la huelga,que es lo que vemos en la actualidad,sino con un trabajo tenaz y regular, conquistando una posición tras otra, poniendo en tensión todas las fuerzas,con una perfecta organización e incorporando a esa lucha,no sólo a la clase obrera,sino a las grandes masas del pueblo..."

"Si adoptamos una actitud inteligente hacia nuestras tareas,si defendemos metódicamente nuestros intereses y no nos inflamamos hoy para enfriarnos mañana,crearemos fuertes organizaciones sindicales y un partido político abierto sobre los que nadie se atreverá a levantar la mano."

Son suficientes estas citas para decir al autor: será mejor,amigo,que pregunte "qué enfermedad le aqueja a usted mismo"
Y le responderemos: lo que usted padece es reformismo,no cabe duda. Tiene una "idea fija",la idea del partido obrero stolipiniano.
La enfermedad es peligrosa.
La cura de los doctores de Luch terminará con usted definitivamente.

El autor propugna de la manera más explícita y deliberada el "partido político abierto",en contraposición a las reivindicaciones generales de libertad política.
La comparación de los dos pasajes citados no deja lugar a dudas.
No hay escapatoria posible.

Nosotros preguntamos al autor: ¿por qué el "partido abierto" de los oportunistas existentes entre los demócratas pequeñoburgueses ("enesistas" de 1906) y entre los grandes burgueses liberales (kadetes de 1906,1907 y años siguientes) resultó una utopía y supartido obrero "abierto" no es utópico?

Usted admite (o por lo menos la actuación "abierta" en las elecciones lo obligó a admitir) que los kadetes son contrarrevolucionarios,que no son demócratas ni de ningún modo un partido de masas,sino un partido de la burguesía pudiente,un partido "de la primera curia".
Y usted,"político real y sensato", enemigo de "los estallidos y de que se muestre los puños", ¡¡presenta,supuestamente en nombre de los obreros,una reivindicación "inmediata" que para los kadetes ha resultado utópica e impracticable!! Usted es un gran utopista,pero su utopía es pequeña,reducida,mezquina.

Sin advertirlo,se ha contagiado de la enfermedad de moda -¡Hay una epidemia en estos momentos!-que es la enfermedad del abatimiento,el desánimo,la desesperación y la falta de fe.
Y esta enfermedad lo empuja al foso del oportunismo,al mismo en que cayeron los enesistas y los kadetes,al precio del ridículo ante todo el mundo.

Usted considera como algo inmediato y realista,"sistemático" y "conciente",la reivindicación de que sean abolidos los reglamentos de excepción y se implante la libertad de asociación. Discrepa de los socialdemócratas en forma radical,pues ellos comprenden las condiciones generales para el logro (y la seriedad) de tales reformas. Tiene,en esencia,afinidad con los progresista y octubristas,pues es esta gente la que se engaña y engaña a otros con su charla... sobre reformas y "libertades" sin modificación del actual estado de cosas.
El reformista italiano Bissolati traicionó a la clase obrera en aras de las reformas que prometía el ministro liberal Giolitti,con la existencia " abierta" de partidos de todas las clases.
¡Pero usted traiciona a la clase obrera por reformas que ni siquiera Izgóiev y Bulgákov esperan de Makárov!

Usted habla con desprecio de "jugar a las huelgas".
No estoy en condiciones de responderle aquí como se merece.
Me limitaré a indicar brevemente que no es signo de inteligencia calificar de "juego" un profundo movimiento histórico.
Usted se irrita contra las huelgas,tal como se irritan Nóvoie Vremia,Izgóiev y Bulgákov.
Y se irrita porque la realidad destruye despiadadamente sus ilusiones liberales.
Las masas obreras comprenden muy bien la necesidad de la organización,del sistema,de la preparación,de un método,pero hacia sus frases no muestran ni mostrarán otra cosa que desprecio.

La grave enfermedad que lo intoxica se debe a un bacilo muy difundido.
Es el bacilo de la política obrera liberal,o dicho con otras palabras,del liquidacionismo.
Está en el aire.
Pero por mucho que se encolerice contra el curso de los acontecimientos en general y contra el 15 de noviembre en particular,ese curso resulta mortal para dicha clase de bacilos.

🔸Karl Marx ↪ 'Discurso sobre el libre cambio'

Pronunciado por Marx el 9 de enero de 1848 en una sesión pública de la Sociedad Democrática de Bruselas[1]

 

 

Señores:

La abolición de las leyes cerealistas en Inglaterra es el triunfo más grande que el libre cambio ha alcanzado en el siglo XIX. En todos los países donde los fabricantes hablan de libre cambio,tienen en cuenta principalmente el libre cambio del grano y de las materias primas en general. “Gravar con aranceles protectores el grano extranjero es una infamia,es especular con el hambre de los pueblos”.

Pan barato y salarios altos —cheap food, high wages—: he aquí el único objetivo en aras del cual los freetraders ingleses han gastado millones,y ya han contagiado con su entusiasmo a sus cofrades del continente.
En general,si se quiere el libre cambio es para mejorar la situación de la clase trabajadora.

Pero, ¡cosa extraña!,el pueblo,al que se quiere proporcionar a toda costa pan barato,es muy ingrato. El pan barato goza hoy en Inglaterra de tan mala reputación como el Gobierno barato en Francia. El pueblo ve en los hombres llenos de abnegación,en un Bowring,un Bright y consortes, sus mayores enemigos y los hipócritas más desvergonzados.

Todo el mundo sabe que la lucha entre los liberales y los demócratas es en Inglaterra la lucha entre los freetraders y los cartistas.

Veamos ahora cómo los freetraders ingleses han demostrado al pueblo los buenos sentimientos que les mueven.

He aquí lo que decían a los obreros de las fábricas:

El arancel de los cereales es un impuesto sobre el salario; este impuesto lo pagáis a los grandes terratenientes,a esos representantes de la aristocracia de la Edad Media; si vuestra situación es calamitosa,la causa estriba en la carestía de los artículos de primera necesidad.

Los obreros,a su vez, preguntan a los fabricantes: ¿Cómo se explica que en el curso de los últimos treinta años,en los que nuestra industria ha alcanzado el mayor desarrollo,nuestro salario haya bajado en una proporción mucho mayor de lo que ha subido el precio de los cereales?

El impuesto que,según afirmáis, pagamos a los propietarios del suelo,equivale para cada obrero a tres peniques aproximadamente por semana. Y,sin embargo,el salario del tejedor manual ha descendido de 28 chelines por semana a 5 chelines en el periodo comprendido entre 1815 y 1843; y el salario del tejedor que trabaja en telares mecánicos ha sido reducido de 20 chelines semanales a ocho chelines entre los años 1823 y 1843.

Durante todo ese tiempo,el impuesto que hemos pagado a los propietarios de la tierra no ha pasado nunca de los tres peniques. Y en 1834, cuando el pan estaba muy barato y en la vida comercial reinaba gran animación, ¿que nos decíais?
¡Si sois desgraciados es porque tenéis demasiados hijos,porque vuestros matrimonios son más fecundos que vuestro oficio!

Esto es lo que nos decías entonces,al mismo tiempo que promulgabais las nuevas leyes sobre los pobres y construías las work-houses (Casas de Trabajo), esas bastillas de los proletarios.

A esto replicaban los fabricantes:

Tenéis razón,señores obreros;
el salario no esta determinado solamente por el precio de los cereales,sino también por la competencia entre los brazos que se ofrecen en demanda de trabajo.

Pero fijaos bien en que nuestro suelo no se compone sino de rocas y arenales. ¡No iréis a pensar que se pueda cultivar trigo en macetas! Pues bien,si en lugar de dedicar nuestro capital y nuestro trabajo al laboreo de un suelo totalmente estéril, abandonásemos la agricultura para dedicarnos exclusivamente a la industria,toda Europa se vería obligada a cerrar sus fabricas e Inglaterra formaría una sola gran ciudad fabril,mientras el resto de Europa quedaría convertido en una provincia agrícola.

Pero este dialogo del fabricante con sus obreros lo interrumpe el pequeño comerciante diciendo:

Si aboliésemos las leyes cerealistas,es cierto que arruinaríamos nuestra agricultura, pero no obligaríamos con ello a los demás países a hacer pedidos a nuestras fabricas y a cerrar las suyas.

¿Cuál sería el resultado? Yo perdería los clientes que ahora tengo en el campo,y el comercio interior perdería sus mercados.

El fabricante,volviendo la espalda a los obreros,responde al tendero: En cuanto a esto, ñconcedednos libertad de acción.
Una vez abolido el impuesto sobre los cereales,recibiremos del extranjero trigo más barato. Luego bajaremos el salario,que subirá al mismo tiempo en los países que nos proporcionen el grano.

Así,además de las ventajas que ya disfrutamos,tendremos la de un salario menor,y con todas estas ventajas obligaremos al continente a adquirir nuestras mercancías.

Pero he aquí que en la discusión se mezclan el arrendatario y el obrero del campo.

¿Y nosotros?,exclaman.
¿Qué será de nosotros?

¿Es que vamos a pronunciar la sentencia de muerte contra la agricultura que nos da de comer? ¿Consentiremos sin rechistar que se nos arrebate el terreno que pisamos?

Por toda respuesta,la Liga contra las leyes cerealistas se conformó con asignar premios para los tres mejores trabajos que tratasen acerca de la influencia saludable de la abolición de las leyes cerealistas sobre la agricultura inglesa.

Estos premios han sido adjudicados a los señores Hope, Morse y Greg,cuyos libros se han difundido por las zonas rurales en miles de ejemplares.

Uno de los laureados pretende demostrar que quienes perderán por la libre importación de grano extranjero no serán ni los arrendatarios ni los obreros agrícolas,sino los terratenientes. El arrendatario inglés,escribe,no tiene por que temer la abolición de las leyes cerealistas,porque ningún país puede producir trigo de tan buena calidad y tan barato como Inglaterra.

Por tanto,afirma,si bien bajaría el precio del trigo,ello no os causaría perjuicio alguno,porque esta baja afectaría sólo a la renta,que se vería disminuida, pero no al beneficio industrial y al salario, que seguirían siendo los mismos.

El segundo laureado,el señor Morse,sostiene,por el contrario, que el precio del trigo se elevaría a consecuencia de la abolición de las leyes cerealistas.
Hace denodados esfuerzos para demostrar que los aranceles proteccionistas no han podido jamás asegurar al trigo un precio remunerador.

En apoyo de su aserto cita el hecho de que el precio del trigo ha subido considerablemente en Inglaterra siempre que se ha importado grano del extranjero,y cuando se ha importado poco,el precio ha descendido muy sensiblemente.
El laureado olvida que la importación no era la causa del precio elevado,sino que el precio elevado era la causa de la importación.

En completo desacuerdo con su co-laureado,afirma que toda alza en el precio del grano redunda en beneficio del arrendatario y del obrero,y no en beneficio del propietario.

El tercer laureado,el señor Greg, que es un gran fabricante y que ha escrito su libro para la clase de los grandes arrendatarios,no podía contentarse con repetir semejantes simplezas. Su lenguaje es más científico.

Reconoce que las leyes cerealistas no contribuyen a elevar la renta sino en tanto en cuanto suscitan una elevación del precio del trigo,y que no promueven el alza del precio del trigo sino imponiendo al capital la necesidad de buscar aplicación en terrenos de calidad inferior,lo que se explica muy sencillamente.

A medida que crece la población, si el grano extranjero no puede entrar en el país,se tienen que poner por fuerza en cultivo tierras menos fértiles, cuyo aprovechamiento requiere más gastos y cuyo producto es,por tanto,más caro.

Como la venta del grano esta plenamente asegurada,el precio se regulará necesariamente por el precio de los productos obtenidos en los terrenos que exigen más gastos. La diferencia entre este precio y el coste de producción en los terrenos mejores constituye la renta.

Así,pues,si con la abolición de las leyes cerealistas desciende el precio del trigo y,por consiguiente, también la renta,es porque dejarán de cultivarse los terrenos menos fértiles. De donde se deduce que la disminución de la renta acarreará indefectiblemente la ruina de una parte de los arrendatarios.

Estas observaciones eran necesarias para hacer comprender el lenguaje del señor Greg.

Los pequeños arrendatarios,dice, que no podrán continuar dedicándose a la agricultura, encontrarán los medios de sustento en la industria.
En cuanto a los grandes arrendatarios,saldrán ganando con ello.
Los propietarios del suelo se verán obligados a vender sus tierras a muy bajo precio,o bien a concertar con ellos contratos de arrendamiento por plazos muy largos.
Esto permitirá a los arrendatarios invertir en la tierra grandes capitales,emplear en ella máquinas en mayor escala y economizar así trabajo manual, que,por otra parte,será más barato a causa del descenso general de los salarios, consecuencia inmediata de la abolición de las leyes cerealistas.

El doctor Bowring ha dado a todos estos argumentos una sanción religiosa al exclamar en un mitin publico: “¡Jesucristo es el libre cambio; el libre cambio es Jesucristo!”

Se comprende que toda esta hipocresía no contribuye a hacer que el pan barato sea menos amargo para los obreros.

¿Cómo iban a creer los obreros en la súbita filantropía de los fabricantes,de los mismos que no cejaban en su lucha contra el bill de las diez horas,que estipulaba la reducción de la jornada de trabajo de los obreros de las fábricas de doce horas a diez?

Para que os forméis una idea de la filantropía de estos fabricantes, os recordaré,señores,los reglamentos establecidos en todas las fábricas.

Cada fabricante dispone para su uso particular de un verdadero código,en el que se prescriben multas por todas las faltas voluntarias o involuntarias.
Por ejemplo,el obrero pagará tanto si tiene la desgracia de sentarse en una silla,si cuchichea, conversa o se ríe,si llega algunos minutos más tarde,si se rompe alguna parte de la máquina,si las piezas que entrega no son de la calidad requerida,etc., etc.
Las multas son siempre superiores al daño causado realmente por el obrero.
Y para que el obrero pueda fácilmente incurrir en multas,se adelanta el reloj de la fábrica, se le facilitan materas primas pésimas,con las que el obrero debe fabricar piezas de buena calidad.
Se destituye al contramaestre que no posee la habilidad suficiente para multiplicar los casos de contravención.

Como veis,señores,esta legislación doméstica ha sido ideada para dar lugar a contravenciones,y se da lugar a contravenciones para ganar dinero. Así,pues,el fabricante recurre a todos los medios para reducir el salario nominal y para sacar beneficio hasta de accidentes fortuitos que no dependen del obrero.

Estos fabricantes son los mismos filántropos que han querido hacer creer a los obreros que eran capaces de realizar dispendios enormes únicamente para mejorar la suerte de éstos.

Así,de un lado cercenan de la manera más mezquina el salario del obrero valiéndose de los reglamentos de fabrica,y,de otro, se imponen los mayores sacrificios para elevarlo con el concurso de la Liga contra las leyes cerealistas.

A costa de grandes dispendios construyen palacios en los que la Liga establece en cierto modo su sede oficial,envían un ejercito de misioneros a todos los puntos de Inglaterra para que prediquen la religión del libre cambio,publican y distribuyen gratis millares de folletos para hacer ver a los obreros sus propios intereses, gastan sumas enormes para atraer a su lado a la prensa, montan un gran aparato administrativo para dirigir los movimientos librecambistas y derrochan elocuencia en los mítines públicos. En uno de esos mítines un obrero exclamó:

“¡Si los propietarios de la tierra vendiesen nuestros huesos, vosotros,los fabricantes,seriáis los primeros en comprarlos para echarlos a un molino de vapor y hacer con ellos harina!”

Los obreros ingleses han comprendido muy bien la significación de la lucha entre los propietarios del suelo y los capitalistas industriales. Saben muy bien que se quería rebajar el precio del pan para rebajar el salario y que el beneficio industrial aumentaría en la misma proporción en que disminuyera la renta.

Ricardo,el apóstol de los freetraders ingleses,el economista más distinguido de nuestro siglo,en este punto esta completamente de acuerdo con los obreros.

En su famosa obra sobre economía política dice:

“Si en lugar de cultivar trigo en nuestro país,descubriésemos un nuevo mercado en el que pudiéramos obtenerlo a un precio más bajo,en ese caso deberían bajar los salarios y aumentar las ganancias. El descenso de los precios de los productos agrícolas reduce los salarios no sólo de los obreros ocupados en el cultivo de la tierra,sino también de todos los que trabajan en la industria o están empleados en el comercio”.

Y no creáis,señores,que al obrero le es totalmente indiferente que no vaya a recibir más que cuatro francos,estando el trigo más barato,cuando antes recibía cinco.

¿Acaso su salario no ha ido descendiendo más y más con respecto a la ganancia? ¿No es claro que su posición social ha ido empeorando en comparación con la del capitalista?
Pero,además,sufre de hecho una pérdida directa.

Mientras el precio del trigo era más alto,siéndolo igualmente el salario, al obrero le bastaban unas pequeñas economías hechas en el consumo de pan para poder satisfacer otras necesidades. Pero en cuanto baja el precio del pan y, en consecuencia,el salario, el obrero no puede economizar apenas en el pan para comprar otros artículos.

Los obreros ingleses han dado a entender a los freetraders que no están dispuestos a ser victimas de sus ilusiones y de sus engaños,y si,a pesar de eso,se han unido a ellos contra los propietarios de la tierra,ha sido para destruir los últimos restos del feudalismo y para no tener que vérselas más que con un solo enemigo. Los obreros no se han engañado en sus cálculos; porque los propietarios de la tierra,para vengarse de los fabricantes, han hecho causa común con los obreros a fin de conseguir la aprobación del bill de las diez horas,que estos últimos venían demandando en vano desde hace 30 años y que ha sido aprobado inmediatamente después de la abolición de las leyes cerealistas.

En el Congreso de los economistas,el doctor Bowring sacó del bolsillo una larga lista para hacer ver la cantidad de carne de vaca, jamón, tocino, pollos,etc., etc., importada a Inglaterra con objeto de satisfacer,según el,las necesidades de los obreros; pero, lamentablemente,se olvidó añadir que, al mismo tiempo, los obreros de Mánchester y de otras ciudades fabriles habían sido arrojados a la calle por la crisis que comenzaba.

En principio,en economía política, no hay que deducir nunca leyes generales a base de las cifras referentes a un solo año.
Hay que tomar siempre el término medio de seis a siete años,lapso de tiempo durante el que la industria moderna pasa por las diferentes fases de prosperidad, de superproducción,de estancamiento y de crisis, recorriendo así su ciclo fatal.

De suyo se comprende que si baja el precio de todas las mercancías —y este descenso es la consecuencia necesaria del libre cambio—,yo podría adquirir por un franco muchas más cosas que antes. Y el franco del obrero vale tanto como cualquier otro. Por tanto,el libre cambio será muy ventajoso para el obrero.
En esto hay sólo un pequeño inconveniente,y es que el obrero, antes de cambiar su franco por otras mercancías,tiene que llevar a efecto el cambio de su trabajo con el capital. Si al realizar este cambio siguiese recibiendo por el mismo trabajo el franco en cuestión y bajasen los precios de todas las demás mercancías, saldría siempre ganando en una tal transacción. La dificultad no estriba en demostrar que,bajando el precio de todas las mercancías, por el mismo dinero podría yo comprar más mercancías.

Los economistas examinan siempre el precio del trabajo en el momento en que el trabajo se cambia por otras mercancías. Pero siempre dejan completamente de lado el momento en que el trabajo efectúa su cambio con el capital.

Cuando hagan falta menos gastos para poner en movimiento la máquina que produce las mercancías,igualmente costarán menos las cosas necesarias para mantener la máquina llamada obrero. Si abaratan todas las mercancías,el trabajo,que es también una mercancía, bajará igualmente de precio,y,como veremos más adelante, este trabajo mercancía bajará proporcionalmente mucho más que las demás mercancías.
El trabajador,siguiendo siempre la argumentación de los economistas,descubrirá que el franco se ha fundido en su bolsillo y que de él no le quedan más que cinco sus.

Los economistas replicarán a esto: Bien,supongamos que la competencia entre los obreros, que,ciertamente,no disminuirá bajo el régimen del libre cambio, no tardará en poner los salarios de acuerdo con el bajo precio de las mercancías. Pero,por otra parte, la disminución del precio de las mercancías hará que aumente el consumo; un mayor consumo exigirá una mayor producción,que será seguida de una mayor demanda de brazos,y a esta mayor demanda de brazos seguirá un alza de salarios.

Toda esta argumentación se reduce a lo siguiente: El libre cambio aumenta las fuerzas productivas. Si la industria crece, si la riqueza,si la capacidad productiva,en una palabra,si el capital productivo aumenta la demanda de trabajo,aumenta igualmente el precio del trabajo y, por consiguiente,el salario.
La mejor condición para el obrero es el crecimiento del capital.
Hay que convenir en ello.
Si el capital permanece estacionario,la industria no sólo permanecerá estacionaria,sino que declinará, y el obrero será en ese caso la primera victima.
El obrero sucumbirá antes que el capitalista. Y en el caso en que el capital vaya creciendo,en ese estado de cosas que hemos calificado como el mejor para el obrero, ¿cuál será su suerte? Sucumbirá igualmente.
El crecimiento del capital productivo implica la acumulación y la conservación de capitales.
La centralización de capitales conduce a una mayor división del trabajo y a un mayor empleo de las máquinas. Una mayor división del trabajo reduce a la nada la especialidad del trabajador y, colocando en lugar de esta especialidad un trabajo que todo el mundo puede hacer,aumenta la competencia entre los obreros.

Esta competencia es tanto más fuerte,por cuanto la división del trabajo permite al obrero realizar él solo el trabajo de tres. Las máquinas producen el mismo resultado en una escala mucho mayor. El crecimiento del capital productivo,al obligar a los capitalistas industriales a desenvolverse en sus empresas con medios cada vez mayores, arruina a los pequeños industriales y los arroja a las filas del proletariado. Además,como el tipo de interés disminuye a medida que se acumulan los capitales,los pequeños rentistas, que ya no pueden vivir de sus rentas,se ven forzados a lanzarse a la industria para luego ir a engrosar el número de proletarios.

Por último,cuanto más aumenta el capital productivo,tanto más obligado se ve a producir para un mercado cuyas necesidades no conoce,tanto más precede la producción al consumo, tanto más tiende la oferta a aumentar la demanda y,por consiguiente, las crisis son cada vez más intensas y más frecuentes. Pero toda crisis,a su vez,acelera la centralización de capitales y hace crecer las filas del proletariado.

Así,pues,a medida que crece el capital productivo,la competencia entre los obreros aumenta en una proporción mucho mayor.
La remuneración del trabajo disminuye para todos,y el peso del trabajo aumenta para algunos.

En 1829 había en Mánchester 1.088 hiladores ocupados en 36 fábricas. En 1841 no había más que 448,y estos obreros atendían a 53.353 husos más que los 1.088 obreros de 1829.
Si la cantidad de trabajo manual empleado hubiese aumentado proporcionalmente al desarrollo de las fuerzas productivas,el número de obreros debería haber alcanzado la cifra de 1.848;
por consiguiente,los perfeccionamientos introducidos en la mecánica dejaron sin trabajo a 1.100 obreros.

Sabemos de antemano la respuesta de los economistas. Estos hombres privados de trabajo,dicen,encontrarán otra ocupación.
El doctor Bowring no ha dejado de repetir este argumento en el Congreso de los economistas, pero tampoco ha dejado de refutarse a sí mismo.

En 1835,el doctor Bowring pronunció un discurso en la Cámara de los Comunes a propósito de los 50.000 tejedores de Londres que desde hacía largo tiempo se morían de hambre,sin poder encontrar esa nueva ocupación que los freetraders les hacían entrever en lontananza.

Citemos los pasajes más salientes de este discurso del doctor Bowring.

“La miseria de los tejedores manuales —dice— es la suerte inevitable de todo trabajo que se aprende fácilmente y que puede ser reemplazado a cada instante por medios menos costosos. Como en este caso la competencia entre los obreros es grande en extremo,la menor disminución de la demanda origina una crisis. Los tejedores manuales se encuentran,por decirlo así, situados en los límites de la existencia humana. Un paso más, y su existencia será imposible. El menor golpe basta para condenarles a perecer.
El progreso de la mecánica, al suprimir más y más el trabajo manual,reporta indefectiblemente durante la época de transición numerosos sufrimientos temporales.
El bienestar nacional no se puede lograr sino a costa de determinado número de calamidades individuales.
En la industria no se avanza sino a expensas de los rezagados; de todos los inventos,el telar de vapor es el que más pesa sobre los tejedores manuales.
En la producción de muchos artículos que antes se hacían a mano,el tejedor ha sido ya desplazado por completo,y tendrá que correr la misma suerte en la producción de otros muchos que aún se fabrican a base del trabajo manual”.

“Tengo ante mis ojos —dice más adelante— una correspondencia del gobernador general con la compañía de las Indias Orientales. Esta correspondencia se refiere a los tejedores del distrito de Dacca. El gobernador dice en sus cartas: Hace algunos años,la compañía de las Indias Orientales compraba de seis a ocho millones de piezas de algodón,fabricadas en los telares manuales del país.
La demanda descendió de modo gradual,hasta quedar reducida aproximadamente a un millón de piezas.

En la actualidad,la demanda ha cesado casi por completo. Además,en 1800, América del Norte obtuvo de la India cerca de 800.000 piezas de algodón.
En 1830 no recibió ni 4.000.
Por ultimo,en 1800 fue embarcado,para su transporte a Portugal,un millón de piezas de algodón. En 1830,Portugal no recibió más que 20.000.

Los informes sobre las calamidades de los tejedores indios son terribles. ¿Y cuál es el origen de estas calamidades?

La presencia de productos ingleses en el mercado, la producción del artículo por medio de telares de vapor. Gran número de tejedores han muerto de inanición; el resto ha pasado a otras ocupaciones y,sobre todo,a las faenas agrícolas. No saber cambiar de profesión equivale a condenarse a muerte. Y en estos momentos el distrito de Dacca se ve invadido de tejidos e hilados ingleses. La muselina de Dacca, famosa en todo el mundo por su belleza y su firme textura,también ha sido eclipsada por la competencia de las máquinas inglesas. En toda la historia del comercio sería difícil,tal vez, encontrar sufrimientos semejantes a los que han tenido que soportar,de este modo,clases enteras en las Indias Orientales”.

El discurso del doctor Bowring es tanto más significativo cuanto que los hechos en él citados son exactos,y las frases con que trata de paliarlos llevan impreso el sello de la hipocresía común a todos los sermones librecambistas.
Presenta a los obreros como medios de producción que es preciso reemplazar por medios de producción menos costosos. Finge ver en la rama de trabajo de que habla una rama completamente excepcional,y en la máquina que ha exterminado a los tejedores una máquina igualmente excepcional.
Olvida que no existe ni una sola rama del trabajo manual que no pueda experimentar un buen día la suerte de la tejedura.

“El fin constante y la tendencia de todo perfeccionamiento en mecánica es,en efecto,el desplazamiento total del trabajo del hombre o la disminución de su precio,sustituyendo el trabajo del obrero adulto por el de las mujeres y los niños,o el del hábil artífice por el del obrero sin calificar. En la mayor parte de las hilanderías mecánicas —en inglés throstle-mills—,el trabajo es ejecutado exclusivamente por muchachas de dieciséis años y aun más jóvenes. Como resultado de la sustitución de la máquina ordinaria de hilar por la máquina automática,la mayor parte de los hiladores adultos han sido despedidos y sólo han quedado niños y adolescentes”.

Estas palabras del doctor Uren,el librecambista más apasionado, sirven para completar las confesiones del señor Bowring.
El señor Bowring habla de algunas calamidades individuales y dice al mismo tiempo que estas calamidades individuales hacen sucumbir a clases enteras; habla de sufrimientos pasajeros en la época de transición,y al mismo tiempo que habla de esto no oculta que estos sufrimientos pasajeros han significado para la mayoría el paso de la vida a la muerte,y para los restantes el tránsito de la situación anterior a una peor. Al afirmar más adelante que las penalidades de los obreros son inseparables del progreso de la industria y necesarias para el bienestar nacional,reconoce simplemente que la infelicidad de la clase trabajadora es condición necesaria para el bienestar de la clase burguesa.

Todo el consuelo que el señor Bowring prodiga a los obreros que sucumben,y en general toda la doctrina de compensación que formulan los freetraders,se reducen a lo siguiente:

Vosotros, millares de obreros que sucumbís,no debéis desesperar. Podéis morir con toda tranquilidad. Vuestra clase no perecerá. Será siempre lo bastante numerosa para que el capital la pueda diezmar sin temor a acabar totalmente con ella. Pero,además, ¿Cómo queréis que el capital encuentre un empleo útil si no se preocupa de asegurarse la materia explotable, los obreros, para explotarlos de nuevo?

Pero,entonces, ¿por qué seguir hablando de la influencia que la realización del libre cambio ejercerá sobre la situación de la clase obrera? Todas las leyes, expuestas por los economistas, desde Quesnay hasta Ricardo,se basan en la suposición de que las trabas que coartan aún el libre cambio han dejado de existir. Estas leyes se confirman a medida que se realiza el libre cambio. La primera de ellas consiste en que la competencia reduce el precio de toda mercancía hasta el mínimo de su coste de producción.
Por tanto,el mínimo de salario es el precio natural del trabajo. ¿Y qué es el mínimo de salario?
Es justamente lo que hace falta para producir los artículos indispensables para el sustento del obrero,con el fin de que esté en condiciones de alimentarse bien que mal y propagar a poco que sea su especie.

No saquemos de aquí la conclusión de que el obrero no podrá recibir más que este mínimo de salario,y no vayamos a creer tampoco que ha de recibir siempre este mínimo.

No,como resultado de la acción de esta ley, la clase obrera conocerá a veces momentos más felices. Habrá ocasiones en que reciba más que el mínimo; pero este excedente no será más que el suplemento de lo que haya recibido —menos que el mínimo— durante los tiempos de estancamiento industrial. Esto quiere decir que,en un determinado lapso de tiempo que es siempre periódico,en el ciclo que recorre la industria,pasando por las fases de prosperidad, de superproducción,de estagnación y de crisis,la clase obrera —si se cuenta todo lo que recibe por encima de lo necesario y todo lo que recibe de menos— no tendrá en suma ni más ni menos que el mínimo: es decir,la clase obrera se conservará como clase a pesar de todas las calamidades y de la miseria sufridas,a pesar de los cadáveres dejados sobre el campo de batalla industrial. Pero, ¿qué importa? La clase subsiste y, lo que es mejor aun,crecerá en número.

Esto no es todo.
El progreso de la industria produce medios de existencia menos costosos.
Así,el aguardiente ha reemplazado a la cerveza,el algodón a la lana y el lino, y la patata al pan.

Por tanto,como se descubren constantemente nuevos medios para alimentar a los obreros con artículos más baratos y peores,el mínimo de salario disminuye de continuo. Este salario, que al principio obligaba al hombre a trabajar para vivir,ha terminado por hacer vivir al hombre una vida de autómata. Su existencia no tiene otro valor que el de una simple fuerza productiva,y como tal lo trata el capitalista.

Esta ley del trabajo mercancía,ley del mínimo de salario, se manifestará más y más a medida que sea un hecho real y verdadero la suposición de los economistas, el libre cambio. Así,pues,una de dos: o es preciso negar toda la economía política basada en el postulado del libre cambio,o bien hay que convenir en que,bajo este libre cambio,los obreros habrán de experimentar todo el rigor de las leyes económicas.

Resumamos: ¿Qué es,pues,el libre cambio en el estado actual de la sociedad? Es la libertad del capital. Cuando hayáis hecho desaparecer las pocas trabas nacionales que aún obstaculizan la marcha del capital,no habréis hecho más que concederle plena libertad de acción. Por favorables que sean las condiciones en que se haga el intercambio de una mercancía por otra,mientras subsistan las relaciones entre el trabajo asalariado y el capital, siempre existirán la clase de los explotadores y la clase de los explotados. Verdaderamente es difícil comprender la pretensión de los librecambistas,que se imaginan que un empleo más ventajoso del capital hará desaparecer el antagonismo entre los capitalistas industriales y los trabajadores asalariados,por el contrario,ello no puede acarrear sino una manifestación aún más neta de la oposición entre estas dos clases.

Admitid por un instante que no existen ya ni leyes cerealistas,ni aduanas, ni arbitrios municipales, en una palabra,que han desaparecido por completo todas las circunstancias accidentales que el obrero podía tomar aún como las causas de su situación miserable,y habréis desgarrado todos los velos que no le permitían ver a su verdadero enemigo.

El obrero comprobará entonces que el capital,desembarazado de toda traba,le reporta no menos esclavitud que el capital coartado por los derechos de aduanas.

Señores: No os dejéis engañar por la palabra abstracta de libertad. ¿Libertad de quién? No es la libertad de cada individuo con relación a otro individuo. Es la libertad del capital para machacar al trabajador.

¿Cómo podéis refrendar la libre concurrencia con la idea de libertad,cuando esta libertad no es más que el producto de un estado de cosas basado en la libre concurrencia?

Hemos mostrado el género de fraternidad que el libre cambio engendra entre las diferentes clases de una misma nación.
La fraternidad que el libre cambio establecería entre las diferentes naciones de la tierra no seria más fraternal. Designar con el nombre de fraternidad universal la explotación en su aspecto cosmopolita,es una idea que sólo podía nacer en el seno de la burguesía. Todos los fenómenos destructores suscitados por la libre concurrencia en el interior de un país se reproducen en proporciones más gigantescas en el mercado mundial.
No necesitamos detenernos por más tiempo en los sofismas que difunden a este propósito los librecambistas y que tienen tanto valor como los argumentos de nuestros tres laureados,los señores Hope,Morse y Greg.

Se nos dice,por ejemplo,que el libre cambio hará nacer una división internacional del trabajo, determinando para cada país el género de producción que corresponda a sus ventajas naturales.

Pensaréis,tal vez,señores,que la producción de café y de azúcar es el destino natural de las Indias Occidentales.

Hace dos siglos,la naturaleza, que apenas tiene que ver con el comercio,no había plantado allí ni el árbol del café ni la caña de azúcar.

No pasará,tal vez,medio siglo y ya no encontraréis allí ni café ni azúcar,puesto que las Indias Orientales, gracias a su producción más barata,discuten ya con ventaja a las Indias Occidentales su pretendido destino natural. Y estas Indias Occidentales,con sus dones naturales,son ya para los ingleses una carga tan pesada como los tejedores de Dacca,que también estaban destinados,desde tiempos inmemoriales,a tejer a mano.

Hay otra circunstancia que no debe perderse de vista: como todo ha pasado a ser monopolio, existen en nuestros días algunas ramas de industria que predominan sobre todas las demás y que aseguran a los pueblos que más se dedican a ellas el dominio en el mercado mundial. Así,por ejemplo,en el comercio internacional el algodón tiene más valor comercial que todas las demás materias primas juntas empleadas en la fabricación de vestidos,causa verdaderamente risa ver cómo los librecambistas escogen algunos tipos especiales de producción en cada rama industrial para colocarlos en la balanza con los productos de use común,que se fabrican a más bajo coste en los países donde la industria ha alcanzado el mayor desarrollo.

Nada de extraño tiene que los librecambistas sean incapaces de comprender cómo un país puede enriquecerse a costa de otro, pues estos mismos señores tampoco quieren comprender cómo en el interior de un país una clase puede enriquecerse a costa de otra.

No creáis, eñores,que al criticar la libertad comercial tengamos el propósito de defender el sistema proteccionista.

Se puede ser enemigo del régimen constitucional sin ser partidario del viejo régimen.

Por lo demás,el sistema proteccionista no es sino un medio de establecer en un pueblo la gran industria,es decir,de hacerle depender del mercado mundial; pero desde el momento en que depende del mercado mundial,depende ya más o menos del libre cambio.
Además,el sistema proteccionista contribuye a desarrollar la libre concurrencia en el interior de un país. Por eso vemos que,en los países donde la burguesía comienza a hacerse valer como clase,en Alemania, por ejemplo, realiza grandes esfuerzos para lograr aranceles protectores.
Para ella son armas contra el feudalismo y contra el poder absoluto; son para ella un medio de concentrar sus fuerzas y de realizar el libre cambio en el interior del propio país.

Pero,en general,el sistema proteccionista es en nuestros días conservador,mientras que el sistema del libre cambio es destructor.
Corroe las viejas nacionalidades y lleva al extremo el antagonismo entre la burguesía y el proletariado.
En una palabra,el sistema de la libertad de comercio acelera la revolución social.
Y sólo en este sentido revolucionario,yo voto,señores,a favor del libre cambio.

 

 

_______________________________________                                                              

[1] Discurso sobre el libre cambio fue publicado en Bruselas a comienzos de febrero de 1848 en francés. 
🔸Fue traducido ese mismo año al alemán y editado en Alemania por Joseph Weydemeyer,amigo de Marx y Engels.
🔸En 1885,por deseo de Engels,este trabajo fue incorporado como apéndice a la primera edición alemana de la 'Miseria de la Filosofía'.

🔸F. Engels✒ ↪Sobre la acción política de la Clase Obrera🔸

 

🔸Acta hecha por el autor del discurso en la sesión de la Conferencia de Londres
el 21 de setiembre de 1871

✔Escrito: En 1871.

✔Primera edición: En el núm. 29 de la revista Kommunistícheski Internatsional, 1934.
 

 

La abstención absoluta en política es imposible; todos los periódicos abstencionistas hacen también política. 
El quid de la cuestión consiste únicamente en cómo la hacen y qué política hacen. Por lo demás,para nosotros la abstención es imposible.

El partido obrero existe ya como partido político en la mayoría de los países. Y no seremos nosotros los que lo destruyamos predicando la abstención. La experiencia de la vida actual,la opresión política a que someten a los obreros los gobiernos existentes,tanto con fines políticos como sociales,les obligan a dedicarse a la política,quiéranlo o no. Predicarles la abstención significaría arrojarlos en los brazos de la política burguesa.
La abstención es completamente imposible,sobre todo después de la Comuna de París,que ha colocado la acción política del proletariado a la orden del día.

Queremos la abolición de las clases. ¿Cuál es el medio para alcanzarla?
La dominación política del proletariado.

Y cuando en todas partes se han puesto de acuerdo sobre ello,
¡se nos pide que no nos mezclemos en la política!

Todos los abstencionistas se llaman revolucionarios y hasta revolucionarios por excelencia.
Pero la revolución es el acto supremo de la política; el que la quiere,debe querer el medio,la acción política que la prepara,que proporciona a los obreros la educación para la revolución y sin la cual los obreros,al día siguiente de la lucha,serán siempre engañados por los Favre y los Pyat. Pero la política a que tiene que dedicarse es la política obrera; el partido obrero no debe constituirse como un apéndice de cualquier partido burgués,sino como un partido independiente,que tiene su objetivo propio,su política propia.

Las libertades políticas,el derecho de reunión y de asociación y la libertad de la prensa: éstas son nuestras armas. Y ¿deberemos cruzarnos de brazos y abstenernos cuando quieran quitárnoslas? Se dice que toda acción política implica el reconocimiento del estado de cosas existente. Pero cuando este estado de cosas nos da medios para luchar contra él,recurrir a ellos no significa reconocer el estado de cosas existente.

 

✔NOTAS

[1] La Conferencia de la I Internacional celebrada en Londres se reunió del 17 al 23 de setiembre de 1871. Convocada en un ambiente de crueles represiones contra los miembros de la Internacional después de la derrota de la Comuna de París,tuvo una representación relativamente reducida: participaron en sus labores 22 delegados con voz y voto y 10 con voz. Los países que no pudieron enviar delegados fueron representados por los secretarios corresponsales del Consejo General. Marx representaba a Alemania,y Engels,a Italia.

La Conferencia de Londres significó una importante etapa en la lucha de Marx y Engels por la creación del partido proletario. La Conferencia adoptó la resolución "Sobre la acción política de la clase obrera",cuya parte fundamental fue incluida, por acuerdo del Congreso de la Internacional celebrado en La Haya, en los Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores. En varias resoluciones de la Conferencia fueron formulados importantes principios tácticos y de organización del partido proletario,asestándose un golpe al sectarismo y al reformismo. La Conferencia de Londres desempeñó un gran papel en la victoria de los principios del partidismo proletario sobre el oportunismo anarquista.

 

☭ Recordando a Lenin ☭ ☆ J.Stalin ☆

🔸Conferencia pronunciada por Stalin, en la Academia del Ejército Rojo "Mijaíl Frunze",el 28 de Enero de 1924.

Camaradas: 

Me comunicaron que habíais organizado una velada dedicada a la memoria de Lenin y que yo era uno de los oradores que habían sido invitados. Considero que no es preciso hacer una exposición sistematizada de las actividades de Lenin. Creo preferible circunscribirme a una serie de hechos que hagan resaltar ciertas particularidades de Lenin como hombre y como político. Quizá no habrá relación interna entre estos hechos,pero esto no puede tener una importancia decisiva para quien quiera formarse una idea general acerca de Lenin. En todo caso,no tengo apenas,en este momento,la posibilidad de daros más de lo que acabo de prometeros.

🔸El aguila de las montañas

Conocía a Lenin por primera vez en 1903. Por cierto,este conocimiento no fue personal,sino por correspondencia. Pero dejó en mí una impresión indeleble que no se ha borrado en todo el tiempo que llevo actuando en el Partido. Me encontraba entonces en Siberia, deportado. Al conocer la actuación revolucionaria de Lenin en los últimos años del siglo XIX y,sobre todo, después de 1901,después de la publicación de“Iskra”,me convencí de que teníamos en Lenin un hombre extraordinario. No era entonces a mis ojos un simple jefe del Partido; era un verdadero creador,porque sólo el comprendía la naturaleza misma y las necesidades urgentes de nuestro Partido. Cuando lo comparaba con los otros jefes de nuestro Partido,me parecía siempre que los compañeros de lucha de Lenin -Plejánov,Mártov, Axelrod y otros -estaban a cien codos por debajo de él; que Lenin,en comparación con ellos, no era simplemente uno de los dirigentes, sino un jefe de tipo superior,un águila de las montañas,sin miedo en la lucha y llevando tenazmente el Partido hacia adelante,por el camino aún inexplorado del movimiento revolucionario ruso. Esta impresión había acabado por penetrar tan hondamente en mi alma,que sentí la necesidad de escribir a este respecto a un íntimo amigo mío,emigrado en el extranjero, pidiéndole su opinión.

Al cabo de algún tiempo,cuando ya estaba deportado en Siberia -era a fines de 1903-, recibió una contestación entusiasta de mi amigo, así como una carta sencilla,pero profunda,escrita por Lenin,a quien mi amigo había enseñado mi propia carta. La esquela de Lenin era relativamente corta,pero contenía una crítica audaz y valiente de las actividades prácticas de nuestro Partido,así como un exposición magníficamente clara y concisa de todo el plan de trabajo del Partido para un porvenir próximo. Sólo Lenin sabía escribir sobre las cuestiones más complejas con tanta sencillez y claridad,concisión y audacia, que sus frases parecían no que hablaban, sino que disparaban. Esta pequeña carta,sencilla y audaz,me convenció más todavía de que teníamos en Lenin el águila de las montañas de nuestro Partido.

No puedo perdonarme el haber quemado aquella carta de Lenin,así como muchas otras, siguiendo la costumbre de viejo militante en la ilegalidad.
De aquel momento datan mis relaciones con Lenin.


🔸La modestia

Me encontré por primera vez con Lenin en diciembre de 1905,en la Conferencia bolchevique de Tammerfors (Finlandia). Esperaba ver al águila de nuestro Partido,al gran hombre, grande no sólo desde el punto de vista político, sino también , si queréis, desde el punto de vista físico,porque me presentaba a Lenin como un gigante de apostura imponente y majestuosa. Muy grande fue mi decepción cuando vi a un hombre completamente sencillo,de estatura menos que mediana,y que no se diferenciaban en nada, absolutamente en nada,de los demás mortales.

Es costumbre que un “gran hombre” debe llegar tarde a las reuniones, mientras los asistentes esperan su aparición con el corazón anhelante; que, cuando va a aparecer el gran hombre,los miembros de la reunión avisen: ¡Tss..., silencio,ya viene!

Me parecía que esta ceremonial no era superfluo,que se imponía, que inspiraba respeto. Muy grande fue mi decepción cuando supe que Lenin había llegado a la reunión antes que los delegados y que,retirado en un rincón,proseguía,sin afectación alguna, la más corriente de las conversaciones con los delegados más sencillos de la Conferencia.
No niego que esto me pareció entonces cierta violación de algunas normas imprescindibles.

Sólo más tarde comprendí a esta sencillez y esta modestia de Lenin,este deseo de pasar inadvertido,o,en todo caso, de no llamar la atención,de no subrayar su alta posición,eran rasgos que constituían uno de los lados más fuertes de Lenin,como nuevo jefe de las nuevas masas,de las masas sencillas y corrientes de las capas más “bajas” y profundas de la Humanidad.

 
 

🔸La fuerza de la lógica

Magníficos fueron los dos discursos que Lenin pronunció en esta Conferencia: sobre los problemas del momento y sobre la cuestión agraria. Por desgracia,no han sido conservados. Fueron unos discursos inspirados, que encendieron en clamoroso entusiasmo a toda la Conferencia. La extraordinaria fuerza de convicción,la sencillez y la claridad de los argumentos,las frases breves e inteligibles para todos,la falta de afectación, de gestos teatrales y de frases efectistas, dichas para producir imprevisión; todo ellos distinguía favorablemente los discursos de Lenin de los discursos de los oradores “parlamentarios” corrientes.

Pero no fue este aspecto de los discursos de Lenin lo que me cautivó entonces,sino la fuerza invencible de su lógica,que no poco secamente, pero en cambio a fondo se adueña del auditorio,lo electriza poco a poco y después lo cautiva, como suele decirse,sin reservas. Recuerdo que muchos de los delegados decían:
 La lógica en los discursos de Lenin es como tentáculos poderosos que le atenazan a uno por todos los lados y de los que no hay modo de librarse; hay que rendirse o sufrir un fracaso completo.

Creo que esta particularidad de los discursos de Lenin es el aspecto más fuerte de su arte oratorio.

🔸Sin lloriqueos

Encontré a Lenin por segunda vez en 1906,en Estocolmo en el Congreso de nuestro Partido. Se sabe que en este Congreso los bolcheviques quedaron en minoría y sufrieron una derrota. Por vez primera vi a Lenin en el papel de derrotado. No se parecía en un ápice a esos jefes que,después de una derrota,lloriquean y pierden el ánimo.

Al contrario,la derrota hizo a Lenin centuplicara su energía,impulsando a sus partidarios hacia los nuevos combates,hacia la victoria futura. Hablo de la derrota de Lenin. Pero ¿cuál era su derrota? Había que ver a los adversarios de Lenin,a los vencedores del Congreso de Estocolmo,a Plejánov,Axelrod, Mártov y los demás: no parecían,ni mucho menos, verdaderos vencedores, porque Lenin,con su crítica implacable del menchevismo,no les dejó,como se suele decir,ni un hueso sano.

Me acuerdo de cómo nosotros, delegados bolcheviques, apretándonos en torno suyo, mirábamos a Lenin y le pedíamos que nos aconsejara. En los discursos de algunos delegados se revelaba el cansancio,el desánimo. Me acuerdo de cómo Lenin,contestando a aquellos discursos, murmuró entre dientes y en tono mordaz: “No lloriqueéis,camaradas,venceremos sin duda ninguna, porque tenemos razón”. El odio a los intelectuales llorones, la fe en las fuerzas propias, la fe en la victoria; de todo esto nos hablaba entonces Lenin. Se advertía que la derrota de los bolcheviques era pasajera, que los bolcheviques habían de vencer en su porvenir muy próximo.

“No lloriquear en caso de derrota”.
Es precisamente este aspecto particular de la actividad de Lenin lo que le permitió agrupar en torno suyo un ejército afecto hasta el final de la causa,y lleno de fe en sus propias fuerzas.

🔸Sin presunción

En el Congreso siguiente, en 1907, en Londres,fueron los bolcheviques quienes obtuvieron la victoria.
Vi entonces por primera vez a Lenin en el papel de Vencedor. 
Generalmente,la victoria embriaga a cierta clase de jefes,les llena de vanidad,los hace presuntuosos.
En la mayoría de tales casos,se ponen a cantar victoria y a descansar sobre sus laureles. Pero Lenin no se parecía en un ápice a esta clase de jefes.

Al contrario,era precisamente después de la victoria cuando mantenía una vigilancia particular y permanecía en guardia. Recuerdo que Lenin repetía entonces con insistencia a los delegados: 
Primero,no dejarse embriagar por la victoria,ni tampoco envanecerse de ella; segundo,consolidar el éxito obtenido; tercero,acabar con el enemigo,porque solamente está vencido,pero todavía no aniquilado”. Se burlaba mordazmente de los delegados que afirmaban ligeramente que “se había acabado para siempre con los mencheviques”. No le resultaba difícil demostrar que los mencheviques tenían todavía raíces en el movimiento obrero y que había que combatirles con habilidad,evitando sobreestimar las fuerzas propias y, sobre todo,menospreciar las del enemigo.

“No envanecerse con la victoria”.
Es precisamente este rasgo particular del camarada Lenin el que le permitía valorar con lucidez las fuerzas del enemigo y asegurar al Partido contra cualquier sorpresa.



🔸Fidelidad a los principios

Los jefes de un partido no pueden dejar de valorar la opinión de la mayoría de su partido. La mayoría es una fuerza con la cual un jefe no puede dejar de contar. Lenin lo comprendía tan bien como cualquier otro dirigente del Partido. Pero Lenin nunca fue prisionero de la mayoría de los intereses momentáneos del Partido si chocaban con los intereses fundamentales del proletariado.

En tales casos,Lenin,sin vacilar,se ponía al lado de los principios en contra de la mayoría del Partido. Más aún,no temía en casos semejantes intervenir literalmente solo contra todos,estimando,como decía a menudo,que “una política de principios es la única política certera”. 

Los dos hechos siguientes son particularmente característicos a este respecto:

Primer hecho: Era durante el período de 1909 a 1911,cuando el Partido, deshecho por la contrarrevolución, estaba en plena descomposición.
Era el período en que nadie tenía fe en el Partido,en que no sólo los intelectuales,sino en parte los obreros,desertaban en masa del Partido; período en que se rechazaba toda actividad clandestina,período del liquidacionismo y del desmoronamiento. No sólo los mencheviques,sino también los bolcheviques,estaban divididos entonces en una serie de fracciones y de corrientes distintas, desvinculadas en su mayoría del movimiento obrero. Se sabe que es precisamente en aquel período cuando nació la idea de liquidarse enteramente las actividades clandestinas del Partido,de organizar a los obreros en un partido legal, liberal,stolypiniano. Lenin fue entonces el único que no se dejó ganar por el contagio y que mantuvo en alto la bandera del Partido, reuniendo,con una paciencia asombrosa,con un tesón sin precedentes,las fuerzas del partido dispersas y deshechas,combatiendo en el interior del movimiento obrero todas las tendencias hostiles al Partido,defendiendo el principio del Partido con un valor extraordinario y una perseverancia increíble.

Es sabio que,más tarde,Lenin salió vencedor de aquella lucha por el mantenimiento del principio del Partido.

Segundo hecho: Era en el período de 1914 a 1917,en plena guerra imperialista,en el momento en que todos los partidos socialdemócratas y socialistas,o caso todos,llevados por el delirio patriotero general,se había puesto al servicio del imperialismo de sus respectivos países. Era el período en que la II Internacional inclinaba sus banderas ante el capital,en que incluso hombres como Plejánov,Kautski, Guesde,etc., no resistieron a la oleada de chovinismo. Lenin fue entonces el único hombre,o casi el único,que emprendió decididamente la lucha contra el socialchovinismo y el socialpacifismo, puso al desnudo la traición de los Guesde y de los Kautski y estigmatizó la indecisión de los “revolucionarios” que nadaban entre dos aguas. Lenin comprendía que sólo le seguía una insignificante minoría,pero para él aquello no tenía una importancia decisiva,porque sabía que la única política certera,de cara al porvenir, era la del internacionalismo consecuente; porque sabía que la política de principios era la única política acertada.

Se sabe que en aquella lucha por una nueva Internacional,Lenin resultó también vencedor.
“Una política de principios es la única política certera”. Tal era precisamente la fórmula con ayuda de la cual Lenin tomaba por asalto las nuevas posiciones “inexpugnables”,ganando para el Marxismo a los mejores elementos del proletariado.


🔸La fe en las masas

Los teóricos y los jefes de partidos que conocen la historia de los pueblos y que han estudiado detalladamente,desde el principio hasta el final,la de las revoluciones, a veces,padecen una enfermedad indecorosa. Esta enfermedad es el temor a las masas,a la falta de fe en el poder creador de las masas lo que, a veces,origina en los jefes cierto aristocratismo con respecto a las masas poco iniciadas en la historia de las revoluciones, pero llamada a destruir lo viejo y a construir lo nuevo. El temor de que los elementos se desencadenan,de que las masas “puedan demoler demasiado”,el deseo de representar el papel de ayas,esforzándose en instruir a las masas por medio de libro,pero sin el deseo de instruirse cerca de estas masas,éste es el fondo de tal aristocratismo.

Lenin era todo lo contrario de semejantes jefes. No conozco a ningún revolucionario que haya tenido una fe tan profunda como Lenin en las fuerzas creadoras del proletariado y en el acierto revolucionario de su instinto de clase; no conozco a ningún revolucionario que haya sabido, como Lenin,flagelar tan implacablemente a los críticos ultrapedantes del “caos de la revolución” y de la “bacanal de los actos espontáneos de las masas”. Recuerdo cómo,durante una conversación,Lenin replicó sarcásticamente a un camarada que había dicho que “después de la revolución debía establecerse un orden normal”: “Es una desgracia que los que desean ser revolucionarios olviden que el orden más normal en la historia es el de la revolución”.

De aquí su desdén hacia todos los que se comportaban de una manera altiva con las masas e intentaban instruirlas por medio de libros. Es por esto por lo que Lenin repetía incansablemente que había que aprender de las masas,comprender el sentido de sus acciones, estudiar atentamente la experiencia práctica de su lucha.

La fe en las fuerzas creadoras de las masas: tal es el aspecto particular de las actividades de Lenin,que le daba las posibilidades de comprender la significación del movimiento espontáneo de las masas y de orientarlo por el cauce de la revolución proletaria.

🔸El genio de la revolución

Lenin había nacido para la revolución. Fue realmente el genio de las explosiones revolucionarias y el gran maestro en el arte de dirigir las revoluciones. Nunca se sentía tan a gusto,tan feliz,como en la época de las conmociones revolucionarias.

Pero no quiero decir con ello,en modo alguno, que Lenin aprobara en la misma medida tal conmoción revolucionaria, ni que se pronunciara siempre y en cualquier circunstancia a favor de las explosiones revolucionarias. De ningún modo. Quiero decir solamente que nunca la perspicacia de Lenin se manifestaba con tanta plenitud,con tanta precisión,como en los momentos de explosiones revolucionarias. En los días de virajes revolucionarios florecía literalmente,adquiría el don de la doble vista,adivinaba con anticipación el movimiento de las clases y los zigzags probables de la revolución como si los leyese en la palma de la mano. Con razón se decía en el Partido: “Ilich sabe nadar en las oleadas de la revolución como el pez en el agua”.

De aquí la claridad “asombrosa” de las consignas tácticas de Lenin y la audacia “vertiginosa” de sus planes revolucionarios.

Dos hechos particularmente característicos y que subrayan aquella peculiaridad de Lenin me vienen ahora a la memoria.

Primer hecho: Era la víspera de la Revolución de Octubre,cuando millones de obreros, campesinos y soldados,empujados por la crisis en la retaguardia y en el frente,exigían la paz y la libertad; cuando los generales y la burguesía preparaban la instauración de una dictadura militar,con objeto de llevar la guerra “hasta el final”; cuando Kerenski intentaba hundir al Partido Bolchevique en la ilegalidad y lo había conseguido en parte; cuando los ejércitos,todavía poderosos y disciplinados, de la coalición austro-alemana se erguía frente a nuestros ejércitos cansados y en estado de descomposición,y los “socialistas” de la Europa occidental según manteniendo tranquilamente el bloque con sus gobiernos,con objeto de proseguir “la guerra hasta la victoria completa”...

¿Qué significaba desencadenar una insurrección en aquel momento? Desencadenar una insurrección en tales condiciones,era arriesgarlo todo. Pero Lenin no temía arriesgarlo, porque sabía y veía con su mirada clarividente que la insurrección en Rusia pondría en pie a las masas agotadas de Occidente,que la insurrección en Rusia transformaría la guerra imperialista en guerra civil, que de esta insurrección nacería la República de los Soviets,que la República de los Soviets serviría de baluarte al movimiento revolucionario en el mundo entero.

Se sabe que aquella previsión revolucionaria de Lenin se cumplió luego con una precisión sin par.

Segundo hecho: Era en los primeros días que siguieron a la Revolución de Octubre,cuando el Consejo de Comisarios del Pueblo intentaba obligar al general rebelde Dujonin, generalísimo de los ejércitos rusos,a suspender las hostilidades y entablar negociaciones con los alemanes con vistas a un armisticio. Recuerdo cómo Lenin,Krilenko (el futuro jefe supremo) y yo nos fuimos al Estado Mayor Central de Petrogrado para ponernos en comunicación con Dujonin por cable directo. Era un momento angustioso. Dujonin y el Gran Cuartel General se habían negado categóricamente a cumplir la orden del Consejo de Comisarios del Pueblo. El cuadro de mando del ejército se encontraba enteramente en manos del Gran Cuartel General,. En cuanto a los soldados,se ignoraba lo que diría aquel ejército de doce millones de hombres sometidos a las llamadas organizaciones del ejército, que eran hostiles al Poder de los Soviets. En Petrogrado mismo,como se sabe, se incubaba entonces la insurrección de los alumnos de las escuelas de guerra. Además, Ketenski avanzaba en tren de guerra sobre Petrogrado. Recuerdo que, después de un momento de silencio junto al aparato,el rostro de Lenin se iluminó de no sé qué luz extraordinaria. Se veía que Lenin había tomado ya una decisión. “Vamos a la emisora de radio,dijo Lenin,nos presentará un buen servicio; destituiremos, por orden especial, al general Dujonin; en su lugar nombraremos al camarada Krilenko jefe supremo y nos dirigiremos a los soldaos por encima de los mandos,ñexhortándoles a aislar a los generales, a cesar las hostilidades,a entrar en contacto con los soldados austroalemanes y a tomar la causa de la paz en manos propias”.

Era un “salto en lo desconocido”. Pero Lenin no tenía miedo a aquel “salto”; al contrario,se anticipaba a él, porque sabía quem ejército quería la paz y que la conquistaría barriendo todos los obstáculos puestos en su camino,porque sabía que aquel medio de establecer la paz tendría repercusión sobre los soldados austroalemanes y reavivaría el deseo de paz en todos los frentes sin excepción.

Es sabido que también aquella previsión revolucionaria de Lenin se cumplió más tarde con plena exactitud.

Una perspicacia genial,una facultad de comprensión,de adivinar rápidamente el sentido profundo de los acontecimientos inminentes; tales eran precisamente las cualidades propias de Lenin que le permitían elaborar una estrategia certera y una línea de conducta clara en los virajes del movimiento revolucionario.

☆ J.Stalin ☆