En el corazón de la economía capitalista late un mecanismo que,aunque disfrazado de normalidad, constituye la piedra angular de la explotación: la plusvalía.
Karl Marx la definió con precisión como el valor que el trabajador genera por encima de lo necesario para reproducir su propia fuerza de trabajo,y que el capitalista se apropia sin compensación alguna.
En otras palabras: el obrero trabaja más horas de las que se le pagan,y ese excedente,que no le pertenece,es la fuente de la riqueza del capital.
El discurso burgués suele presentar la ganancia empresarial como fruto del ingenio,del riesgo o de la inversión.
Pero desde la perspectiva socialista,esa ganancia no es otra cosa que trabajo no pagado. Cada fábrica,cada oficina y cada campo cultivado esconden tras su aparente normalidad una relación de despojo cotidiano.
Mientras el obrero recibe un salario limitado —apenas suficiente para subsistir—, el capitalista amasa fortunas gracias al tiempo de trabajo que nunca retribuye.
La plusvalía,por lo tanto,no es un concepto abstracto sino la realidad material de millones de personas.
Es el origen del desempleo estructural,pues el capital busca siempre abaratar costos; es la raíz de la desigualdad obscena que separa a una minoría poseedora de una mayoría explotada; es también la base de la alienación, porque el trabajador produce riqueza que nunca disfrutará,objetos que no son suyos,beneficios que siempre se le escapan.
Desde el punto de vista socialista,la solución no puede consistir en pequeñas reformas o en ilusorias “responsabilidades empresariales”.
Mientras exista la propiedad privada de los medios de producción,habrá explotación y plusvalía.
El socialismo plantea que solo mediante la colectivización de esos medios y el control democrático del proceso productivo por parte de los trabajadores se podrá abolir la apropiación privada del excedente social.
En una sociedad socialista,la plusvalía deja de ser el botín del capitalista para convertirse en patrimonio común.
El excedente ya no se utiliza para engordar fortunas privadas ni financiar guerras,sino para el bienestar colectivo: educación,salud,vivienda,cultura,ciencia y desarrollo humano.
Es entonces cuando el trabajo deja de ser esclavitud asalariada y se convierte en actividad creadora,libre,consciente y digna.
En conclusión,la plusvalía es el corazón del capitalismo y,a la vez,la prueba más clara de su injusticia. Desenmascararla es el primer paso para comprender por qué el socialismo no es una utopía romántica,sino una necesidad histórica: acabar con la explotación para construir una sociedad donde lo producido por todos sea,al fin,disfrutado por todos.
Ⓜ️arcelo Rubéns Balboa ✍️