Entrada ¨Lagrimas¨

🔹️"El arte,el artista y otras cuestiones"

🔹️Marcelo Rubéns Balboa《Artista plástico,Montevideo,Uruguay🇺🇾》 En la actualidad,estamos inmersos en un mundo alocadamente globalizado,don...

jueves, 19 de octubre de 2017

✔V. I. Lenin El derecho de las naciones a la autodeterminación《Segunda parte》☭☭

8. CARLOS MARX, EL UTOPISTA,Y ROSA LUXEMBURGO,LA PRÁCTICA

Declarando "utopía" la independencia de Polonia y repitiéndolo hasta dar náuseas, Rosa Luxemburgo exclama con ironía: ¿por qué no exigir la independencia de Irlanda?

Evidentemente, la "práctica" Rosa Luxemburgo desconoce la actitud de C. Marx ante la independencia de Irlanda. Vale la pena detenerse en este punto para dar un ejemplo analítico de una reivindicación concreta de independencia nacional desde el punto de vista verdaderamente marxista, y no oportunista.

Marx tenía la costumbre de "tantear", como él decía, a los socialistas que él conocía, comprobando su conciencia y la firmeza de su convicción. Cuando conoció a Lopatin, Marx escribió a Engels el 5 de julio de 1870 un juicio muy encomiástico sobre el joven socialista ruso, pero añadía:

"...El punto débil: Polonia. Sobre este punto Lopatin dice exactamente lo mismo que un inglés -por ejemplo, un cartista inglés de la vieja escuela- sobre Irlanda".

Marx interroga a un socialista que pertenece a una nación opresora lo que piensa de una nación oprimida y descubre en el acto el defecto común de los socialistas de las naciones dominantes (inglesa y rusa): la incompresión de su deber socialista para con las naciones oprimidas, el rumiar prejuicios tomados de la burguesía de la "nación grande".

Antes de pasar a las declaraciones positivas de Marx sobre Irlanda, hay que hacer la salvedad de que Marx y Engels guardaban en general una actitud rigurosamente crítica frente al problema nacional, apreciando su valor histórico relativo. Así, Engels escribe a Marx el 23 de mayo de 1851 que el estudio de la historia le lleva a conclusiones pesimistas respecto a Polonia, que la importancia de Polonia es temporal, sólo hasta la revolución agraria en Rusia. El papel de los polacos en la historia es el de "tonterías atrevidas". "Ni por un momento puede suponerse que Polonia, incluso comparada con Rusia solamente, represente con éxito el progreso o tenga cierto valor histórico". En Rusia hay más elementos de civilización, de instrucción, de industria, de burguesía que en la "aletargada Polonia de los terratenientes nobles". "¡Qué significan Varsovia y Cracovia comparadas con San Petersburgo, Moscú y Odesa!" Engels no cree en el éxito de las insurrecciones de la nobleza polaca.

Pero todas estas ideas, que tanto tienen de perspicacia genial, en modo alguno impidieron a Marx y Engels doce años más tarde, cuando Rusia seguía aún aletargada, y Polonia, en cambio, hervía, adoptar la actitud de la más cálida y profunda simpatía por el movimiento polaco.

En 1864, al redactar el mensaje de la Internacional, Marx escribe a Engels (4 de noviembre de 1864) que es preciso luchar contra el nacionalismo de Mazzini. "Cuando en el mensaje se habla de política internacional, me refiero a países, no a naciones, y denuncio a Rusia, y no a Estados de menor importancia", escribe Marx. Para Marx no ofrece dudas la subordinación del problema nacional a la "cuestión obrera". Pero su teoría está tan lejos del propósito de pasar por alto los movimientos nacionales como el cielo de la tierra.

Llega el año 1866. Marx escribe a Engels sobre la "camarilla proudhoniana" de París, que "declara que las naciones son un absurdo y ataca a Bismarck y a Garibaldi. Como polémica contra el chovinismo, su táctica es útil y explicable. Pero cuando quienes creen en Proudhon (y entre ellos figuran dos buenos amigos míos de aquí, Lafargue y Longuet) piensan que toda Europa puede y debe permanecer quieta, sentada tranquilamente a sus anchas hasta que los señores acaben con la miseria y la ignorancia en Francia... resultan ridículos" (carta del 7 de junio de 1866).

"Ayer -escribe Marx el 20 de junio de 1866- hubo en el Consejo de la Internacional un debate sobre la guerra actual... Como era de esperar, la discusión giró en torno al problema de las "naciones" y a nuestra actitud ante él... Los representantes de la "joven Francia" (no obreros) defendieron el punto de vista de que todo grupo étnico y la misma nación son prejuicios anticuados. Stirnerianismo proudhoniano... Todo el mundo debe esperar que los franceses maduren para la revolución social... Los ingleses se rieron mucho cuando yo comencé mi discurso diciendo que nuestro amigo Lafargue y otros, que han suprimido las naciones, nos hablaban en francés, es decir, en una lengua incomprensible para las 9/10 partes de la reunión. Luego di a entender que Lafargue, sin darse él mismo cuenta de ello, entendía por negación de las naciones, al parecer, su absorción por la ejemplar nación francesa".

La deducción que resulta de todas estas observaciones críticas de Marx es clara: la clase obrera es la que menos puede hacer un fetiche del problema nacional, porque el desarrollo del capitalismo no despierta necesariamente a todas las naciones a una vida independiente. Pero, una vez surgidos los movimientos nacionales de masas, desentenderse de ellos, negarse a apoyar lo que en ellos hay de progresivo significa caer, en realidad, bajo la influencia de prejuicios nacionalistas, es decir: considerar a "su propia" nación como "nación ejemplar" (o, añadiremos nosotros, como nación dotada del privilegio exclusivo de organizarse en Estado)(4).

Pero volvamos al problema de Irlanda.

La posición de Marx en este problema la expresan, con especial claridad, los siguientes fragmentos de sus cartas:

"He tratado por todos los medios de promover en los obreros ingleses una manifestación de simpatía por la lucha de los fenianos... Antes creía imposible la separación de Irlanda de Inglaterra. Ahora la creo inevitable, aunque después de la separación se pueda llegar a una federación". Esto es lo que decía Marx a Engels en la carta del 2 de noviembre de 1867.

Y en otra carta, del 30 de noviembre del mismo año, añadía:

"¿Qué consejo debemos dar nosotros a los obreros ingleses? A juicio mío, deben hacer de la Repeal (ruptura) de la unión" (de Irlanda con Inglaterra, es decir, de la separación de Irlanda de Inglaterra) "un punto de su declaración, en pocas palabras, el asunto de 1783, pero democratizado y adaptado a las condiciones del momento. Esta el única forma legal y, por consiguiente, la única posible de emancipación de los irlandeses que puede entrar en el programa de un partido inglés. La experiencia habrá de mostrar más tarde si la simple unión personal puede seguir existiendo entre los dos países...

"... Lo que necesitan los irlandeses es:

"1) Autonomía e independencia con respecto a Inglaterra.

"2) Una revolución agraria..."

Como Marx concedía inmensa importancia al problema de Irlanda, daba conferencias de hora y media sobre este tema en la Unión Obrera alemana (carta del 17 de diciembre de 1867).

En una carta del 20 de noviembre de 1868, Engels señala "el odio que existe entre los obreros ingleses a los irlandeses", y al cabo de un año, poco más o menos (24 de octubre de 1869), volviendo a este tema, escribe:

"De Irlanda a Rusia il n`y a qu`un pas (no hay más que un paso)... Por el ejemplo de la historia irlandesa puede verse qué desgracia es para un pueblo haber sojuzgado a otro. Todas las infamias inglesas tienen su origen en la esfera irlandesa. Todavía tengo que estudiar la época de Cromwell; pero, de todos modos, no me cabe la menor duda de que, también en Inglaterra, las cosas habrían tomado otro cariz si no hubiera sido necesario dominar por las armas a Irlanda y crear una nueva aristocracia".

Señalemos de paso la carta de Marx a Engels del 18 de agosto de 1869:

"En Posnania, los obreros polacos han tenido una huelga victoriosa gracias a la ayuda de sus camaradas de Berlín. Esta lucha contra "el señor capital" -incluso en su forma inferior, en forma de huelgas- terminará con los prejuicios nacionales de un modo más serio que las declamaciones sobre la paz en boca de los señores burgueses".

Por lo que sigue, puede verse la política que Marx aplicaba en la Internacional respecto al problema irlandés.

El 18 de noviembre de 1869 Marx escribe a Engels que ha pronunciado en el Consejo de la Internacional un discurso de hora y cuarto sobre la actitud del gobierno británico ante la amnistía irlandesa y que ha propuesto la resolución siguiente:

"Se acuerda que, en su respuesta a la exigencia irlandesa de poner en libertad a los patriotas irlandeses, el señor Gladstone ultraja deliberadamente a la nación irlandesa; que Gladstone liga la amnistía política a condiciones igualmente humillantes tanto para las víctimas del mal gobierno como para el pueblo representado por ese gobierno; que Gladstone, si bien obligado por su situación oficial, ha aplaudido pública y solemnemente la revuelta de los esclavistas norteamericanos y ahora se pone a predicar al pueblo irlandés la doctrina de la sumisión pasiva; que, en lo tocante a la amnistía irlandesa, toda su política es una auténtica manifestación de la "política de conquista" que desenmascaró el señor Gladstone, derribando de este modo el ministerio de sus adversarios, los tories; que el Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores expresa su admiración ante la valentía, la firmeza y la elevación de espíritu con que el pueblo irlandés despliega su campaña por la amnistía; que esta resolución deberá ser comunicada a todas las seciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores y a todas las organizaciones obreras de Europa y América que estén relacionadas con ella".

El 10 de diciembre de 1869 Marx escribe que su informe sobre el problema irlandés en el Consejo de la Internacional tendrá la estructura siguiente:

"... Independientemente de toda frase "internacionalista" y "humanitaria" sobre "justicia para Irlanda" -porque esto se sobrentiende en el Consejo de la Internacional-, el interés absoluto y directo de la clase obrera inglesa exige la ruptura de su actual unión con Irlanda. Estoy profundamente convencido de ello, y las razones no las puedo revelar, en parte, a los propios obreros ingleses. He creído durante mucho tiempo que la ascendencia de la clase obrera inglesa permitiría derrocar el régimen irlandés. He defendido siempre esta opinión en el New York Daily Tribune (periódico norteamericano en el que Marx colaboró mucho tiempo). Un estudio más profundo me ha persuadido de lo contrario. La clase obrera inglesa no hará nada mientras no se desembarace de Irlanda... La reacción inglesa, en Inglaterra, tiene sus raíces en el sojuzgamiento de Irlanda" (subrayado por Marx).

Ahora tendrá el lector bien claro cuál era la política de Marx en el problema irlandés.

El "utopista" Marx era tan "poco práctico" que estaba en pro de la separación de Irlanda, separación que, medio siglo más tarde, no se ha realizado aún.

¿A qué se debe esta política de Marx? ¿No fue, acaso, un error?

Al principio, Marx creía que el movimiento que liberaría a Irlanda era el movimiento obrero de la nación opresora y no el nacional de la nación oprimida. Marx, sabedor de que sólo la victoria de la clase obrera podrá traer la liberación completa de todas las naciones, no hace de los movimientos nacionales algo absoluto. Es imposible tener en cuenta de antemano todas las correlaciones que puden establecerse entre los movimientos burgueses de liberación en las naciones oprimidas y el movimiento proletario de liberación en la nación opresora (precisamente esto es lo que hace tan difícil el problema nacional en la Rusia contemporánea).

Pero las cosas han ocurrido de manera que la clase obrera inglesa ha caído por un período bastante largo bajo la influencia de los liberales, yendo a la zaga de los mismos, decapitándose ella misma con una política obrera liberal. El movimiento burgués de liberación en Irlanda se ha acentuado y ha adquirido formas revolucionarias. Marx revisa su opinión y la corrige. "Qué desgracia es para un pueblo el haber sojuzgado a otro". La clase obrera de Inglaterra no podrá liberarse, mientras Irlanda no se libere del yugo inglés. La esclavización de Irlanda fortalece y nutre a la reacción en Inglaterra (¡igual que nutre a la reacción en Rusia el sojuzgamiento de una serie de naciones!).

Y Marx, al hacer aprobar en la Internacional una resolución de simpatía por "la nación irlandesa", por "el pueblo irlandés" (¡el inteligente L. Vl. haría , seguramente, trizas al pobre Marx por haber olvidado la lucha de clase!), propugna la separación de Irlanda de Inglaterra, "aunque después de la separación se pueda llegar a una federación".

¿Cuáles son las premisas teóricas de esta conclusión de Marx? En Inglaterra hace ya mucho tiempo que, en general, quedó terminada la revolución burguesa. Pero no así en Irlanda, donde la están terminando ahora, medio siglo después, las reformas de los liberales ingleses. Si el capitalismo hubiese sido derribado en Inglaterra con la rapidez que esperaba Marx al principio, no habría lugar en Irlanda para un movimiento democrático burgués del conjunto de la nación. Pero puesto que ha surgido, Marx aconseja a los obreros ingleses que lo apoyen, que le impriman un impulso revolucionario, que lo lleven a término en bien de su propia libertad.

En la década del 60 del siglo pasado, las relaciones económicas entre Irlanda e Inglaterra eran, desde luego, más estrechas aún que las relaciones entre Rusia y Polonia, Ucrania, etc. Saltaba a la vista que la separación de Irlanda era "poco práctica", "irrealizable" (aunque sólo fuera por su situación geográfica y por el inmenso poderío colonial de Inglaterra). Siendo en principio enemigo del federalismo, Marx admite, en este caso, incluso la federación(5) con tal de que la liberación de Irlanda no se haga por vía reformista, sino revolucionaria, por el movimiento de las masas del pueblo en Irlanda, apoyado por la clase obrera de Inglaterra. No puede caber ninguna duda de que sólo una solución semejante de este problema histórico habría sido la más beneficiosa para el proletariado y un rápido desarrollo social.

Pero las cosas sucedieron de otro modo. Tanto el pueblo irlandés como el proletariado inglés han resultado ser débiles. Sólo ahora, por míseras componendas entre los liberales ingleses y la burguesía irlandesa, se resuelve (el ejemplo de Ulster demuestra con cuánta dificultad) el problema irlandés con una reforma agraria (con rescate) y la autonomía (sin establecer aún). ¿Y qué? ¿Se debe acaso deducir de esto que Marx y Engels eran "utopistas", que presentaban reivindicaciones nacionales "irrealizables", que cedían a la influencia de los nacionalistas irlandeses, pequeños burgueses (es indudable el carácter pequeñoburgués del movimiento de los "fenianos"), etc.?

No. Marx y Engles propugnaron, también en la cuestión irlandesa, una política consecuentemente proletaria, una política que educara de verdad a las masas en el espíritu de la democracia y del socialismo. Sólo esta política podía salvar, tanto a Irlanda como a Inglaterra, de diferir por medio siglo las transformaciones necesarias y de que los liberales las desfigurasen para complacencia de la reacción.

La política de Marx y Engels en el problema irlandés constituye un magnífico ejemplo de la actitud que debe mantener el proletariado de las naciones opresoras ante los movimientos nacionales, y este ejemplo ha conservado, hasta hoy día, un valor práctico enorme: esta política es una advertencia contra la "precipitación lacayuna" con que los pequeños burgueses de todos los países, lenguas y colores se apresuran a declarar "utópica" la modificación de las fronteras de los Estados creados por las violencias y los privilegios de los terratenientes y de la burguesía de una nación.

Si el proletariado de Irlanda y el de Inglaterra no hubieran adoptado la política de Marx, si no hubieran hecho suya la consigna de separación de Irlanda, ello habría sido el peor de los oportunismos por su parte, habría significado un olvido de las misiones de un democráta y de un socialista, una concesión a la reacción y a la burguesía inglesas.

9. EL PROGRAMA DE 1903 Y SUS LIQUIDADORES

Las actas del Congreso de 1903, que aprobó el programa de los marxistas de Rusia, se han hecho un texto muy difícil de encontrar, y la inmensa mayoría de los actuales militantes del movimiento obrero no conocen los motivos de los diversos puntos del programa (con tanta mayor razón que no todas las publicaciones, ni mucho menos, que con ellos se relacionan, gozan del beneficio de la legalidad...). De ahí que sea necesario detenerse en el examen que se hizo en el Congreso de 1903 de la cuestión que nos interesa.

Hagamos notar, ante todo, que, por pobre que sea la bibliografía soacialdemócrata rusa en lo concerniente al "derecho de las naciones a la autodeterminación", resulta de ella, sin embargo, con toda claridad que este derecho se ha interpretado siempre en el sentido de derecho a la separación. Los Semkovski, los Libman y los Yurkévich, todos estos señores que lo ponen en duda, que declaran que el apartado 9 es "poco claro", etc. sólo hablan de "falta de claridad" por ignorancia supina o por despreocupación. Ya en 1902, Plejánov(6), defendiendo en Zariá "el derecho a la autodeterminación" en el proyecto del programa, escribía que esta reivindicación, que no es obligatoria para los demócratas burgueses. "es obligatoria para los socialdemócratas". "Si nos olvidáramos de ella o si no nos decidiéramos a propugnarla -escribía Plejánov-, temiendo herir los prejuicios nacionales de nuestros compatriotas rusos, se convertería en nuestros labios en mentira odiosa... el grito de combate...: "¡Proletarios de todos los países, uníos!"".

Estas palabras caracterizan con mucho acierto el argumento fundamental a favor del punto analizado, con tanto acierto que no sin motivo las han pasado y las pasan temerosamente por alto los críticos de nuestro programa que se olvidan de su parentesco. Renunciar a este punto, sean cuales fueren los motivos que se aduzcan, significa de hecho una concesión "vergonzosa" al nacionalismo ruso. ¿Por qué ruso, cuando se habla del derecho de todas las naciones a la autodeterminación? Porque se trata de separarse de los rusos. El interés de la unión de los proletarios, el interés de su solidaridad de clase exigen que se reconozca el derecho de las naciones a la separación: eso es lo que hace doce años reconoció Plejánov en las palabras citadas; de reflexionar sobre ello, nuestros oportunistas no hubieran dicho, probablemente, tantos absurdos sobre la autodeterminación.

En el congreso de 1903, donde se aprobó este proyecto de programa defendido por Plejánov, el trabajo principal estaba concentrado en la comisión de programa. Es de lamentar que en ella no se levantaran actas. Precisamente sobre el punto de que tratamos presentarían especial interés, porque sólo en la comisión los representantes de los socialdemócratas polacos, Warszawski y Hanecki, intentaron defender sus puntos de vista e impugnar el "reconocimiento del derecho a la autodeterminación". El lector que hubiera deseado comparar sus argumentos (expuestos en el discurso de Warszawski y en la declaración del mismo y de Hanecki, págs 134-136 y 388-390 de las actas) con los argumentos de Rosa Luxemburgo en su artículo polaco que hemos analizado, vería la completa identidad de estos argumentos.

Pero ¿cuál fue ante estos argumentos la actitud de la comisión de programa del II Congreso, donde quien más habló contra los marxistas polacos fue Plejánov? ¡Estos argumentos fueron ridiculizados con mordacidad! El absurdo de proponer a los marxistas de Rusia que excluyeran el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones quedó demostrado de manera tan clara y patente que los marxistas polacos ¡¡no se atrevieron ni a repetir sus argumentos en la sesión plenaria del congreso!! Abandonaron el congreso, convencidos de lo desesperado de su posición ante la asamblea suprema de los marxistas, tanto rusos como hebreos, georgianos y armenios.

Este episodio histórico tiene, de suyo se comprende, suma importancia para todo el que se interese en serio por su programa. El fracaso completo de los argumentos expuestos por los marxistas polacos en la comisión de programa del congreso, así como su renuncia al intento de defender sus opiniones ante la sesión del congreso, sn hechos muy significativos. No en vano ha pasado Rosa Luxemburgo "modestamente" en silencio este hecho en su artículo de 1908: ¡el recuerdo del congreso le resultaba, por lo visto, demasiado desagradable! Tampoco ha dicho nada de la propuesta, desafortunada hasta lo ridículo, de "corregir" el apartado 9 del programa, propuesta que Warszawski y Hanecki hicieron en 1903 en nombre de todos los marxistas polacos y que no se han decidido (ni se decidirán) a repetir ni Rosa Luxemburgo ni otros socialdemócratas polacos.

Pero si Rosa Luxemburgo, ocultando su derrota en 1903, ha guardado silencio sobre estos hechos, las personas que se interesan por la historia de su partido se preocuparán de conocerlos y de meditar sobre su significación.

"... Nosotros proponemos -escribían en 1903 al congreso los amigos de Rosa Luxemburgo, al retirarse del mismo- dar la siguiente redacción del apartado 7 (ahora 9) del proyecto de programa: apdo. 7: Instituciones que garanticen la completa libertad de desarrollo cultural a todas las naciones que integran el Estado" (pág. 390 de las actas).

Así pues, los marxistas polacos formulaban entonces, en lo que se refiere a la cuestión nacional, opiniones tan poco definidas que, en lugar de autodeterminación, proponían, en el fondo, ¡nada menos que un seudónimo de la famosa "autonomía nacional cultural"!

Esto parece casi inverosímil, pero, desgraciadamente, es un hecho. En el mismo congreso, aunque en él había conco bundistas con cinco votos y tres caucasianos con seis votos, sin contar la voz sin voto de Kostrov, no hubo ni uno solo que votara a favor de la supresión del punto referente a la autodeterminación. Se emitieron tres votos a favor de añadir a este punto "la autonomía nacional cultural" (por la fórmula de Goldblat: "creación de instituciones que garanticen a las naciones la completa libertad de desarrollo cultural") y cuatro a favor de la fórmula de Líber ("derecho a su -de las naciones- libertad de desarrollo cultural").

Ahora, cuando ha surgido un partido liberal ruso, el Partido Demócrata Constitucionalista, sabemos que la autodeterminación política de las naciones ha sido sustituida en su programa por la "autodeterminación cultural". Por consiguiente, los amigos polacos de Rosa Luxemburgo, "al luchar" contra el nacionalismo del PSP, ¡lo hacían tan bien que proponían sustituir el programa marxista por un programa liberal! Y al hacerlo acusaban, por añadidura, de oportunismo a nuestro programa. ¡No es de extrañar, pues, que en la comisión de programa del II Congreso esta acusación fuera acogida sólo con risas!

¿En qué sentido entendían la "autodeterminación" los delegados al II Congreso, de los cuales, según hemos visto, no hubo ni uno solo que estuviera en contra de la "autodeterminación de las naciones"?

Lo atestiguan los tres pasajes siguientes de las actas:

"Martínov considera que no hay que dar a la palabra "autodeterminación" una interpretación amplia; sólo significa el derecho de una nación a separarse para formar una entidad política aparte, pero de ningún modo la autonomía regional" (pág. 171). Martínov era miembro de la comisión de programa, en la que fueron refutados y ridiculizados los argumentos de los amigos de Rosa Luxemburgo. Por sus concepciones, Martínov era entonces "economista", adversario furibundo de Iskra, y si hubiese expresado una opinión que no compartiera la mayoría de la comisión de programa, habría sido, desde luego, refutado.

Goldblat, bundista, fue el primero en tomar la palabra cuando, después del trabajo de la comisión, se discutió en el congreso el apartado 8 (ahora 9) del programa.

"Contra el "derecho a la autodeterminación" -dijo Goldblat- no puede objetarse nada. Cuando alguna nación lucha por su independencia, no podemos oponernos a ello. Si Polonia no quiere contraer matrimonio legal con Rusia, hay que dejarla en paz, según ha dicho el camarada Plejánov. Estoy de acuerdo con semejante opinión dentro de estos límites" (págs. 175-176).

Plejánov no habló en absoluto sobre este punto en la sesión plenaria del congreso. Goldblat se refiere a unas palabras que dijo Plejánov en la comisión de programa, donde el "derecho a la autodeterminación" se explicó en forma detallada y popular en el sentido de derecho a la separación. Líber, que habló después de Goldblat, observó:

"Claro está que si alguna nación no puede vivir dentro de los confines de Rusia, el partido no ha de crearle obstáculo alguno" (pág. 176).

Como puede ver el lector, en el II Congreso del partido, que aprobó el programa, no hubo dos opiniones en cuanto a que la autodeterminación significaba "tan sólo" el derecho a la separación. Incluso los bundistas asimilaron entonces esta verdad, y sólo en nuestros tristes tiempos de contrarrevolución consecutiva y de toda clase de "abjuraciones" ha habido gentes que, por ignorancia, se han atrevido a declarar que el programa es "poco claro". Pero antes de dedicar tiempo a estos tristes "socialdemócratas" de pacotilla, terminemos de hablar de la actitud de los polacos ante el programa.

Los polacos vinieron al II Congreso (1903), declarando que era imprescindible y urgente la unificación. Pero lo abandonaron tras de sufrir "reveses" en la comisión de programa, y su última palabra fue una declaración escrita, en la que se hacía la precitada propuesta de sustituir la autodeterminación por la autonomía nacional cultural tal y como figura en las actas del congreso.

En 1906, los marxistas polacos ingresaron en el partido, pero ¡¡ni al ingresar en él ni después (ni en el Congreso de 1907, ni en las conferencias de 1907 y 1908, ni en el Pleno de 1910) presentaron nunca propuesta alguna de modificar el apartado 9 del programa ruso!!

Esto es un hecho.

Y este hecho demuestra con evidencia, a pesar de todas las frases y aseveraciones, que los amigos de Rosa Luxemburgo consideraron concluidos los debates en la comisión de programa del II Congreso y definitiva la resolución del mismo, que reconocieron tácitamente su error, y lo corrigieron cuando, después de retirarse del congreso en 1903, ingresaron en 1906 en el partido sin intentar ni una sola vez plantear por vía de partido la revisión del apartado 9.

El artículo de Rosa Luxemburgo fue publicado con su firma en 1908 -desde luego, a nadie se le ocurrió jamás negar a las plumas del partido el derecho a criticar el programa-, y después de este artículo tampoco hubo ni un solo organismo oficial de los marxistas polacos que plantease la revisión del apartado 9.

Por esta razón, Trotski presta en verdad un flaco servicio a ciertos admiradores de Rosa Luxemburgo cuando, en nombre de la redacción de Borbá, escribe en el número 2 (marzo de 1914):

"... Los marxistas polacos consideran que el "derecho a la autodeterminación nacional" carece en absoluto de contenido político y debe ser suprimido del programa" (pág. 25).

¡Trotski obsequioso, enemigo peligroso! En ninguna parte, si no es en "conversaciones particulares" (es decir, sencillamente en chismes, de los que siempre vive Trotski), ha podido encontrar pruebas para incluir a los "marxistas polacos" en general entre los partidarios de cada artículo de Rosa Luxemburgo. Trotski ha presentado a los "marxistas polacos" como gentes sin honor y sin vergüenza, que no saben siquiera respetar sus convicciones ni el programa de su partido. ¡Trotski obsequioso!

Cuando los representantes de los marxistas polacos se retiraron en 1903 del II Congreso a causa del derecho a la autodeterminación, Trotski pudo haber dicho entonces que ellos consideraban de poco contenido este derecho y que debía ser suprimido del programa.

Pero, después de eso, los marxistas polacos ingresaron en un partido que tenía tal programa y ni una sola vez propusieron revisarlo(7).

¿Por qué ha silenciado Trotski estos hechos a los lectores de su revista? Sólo porque le conviene especular, instigando las divergencias entre adversarios polacos y rusos del liquidacionismo, y engañar a los obreros rusos respecto al programa.

Trotski jamás ha tenido una opinión firme en un solo problema serio del marxismo, siempre "se ha metido por la rendija" de tales o cuales divergencias, pasándose de un bando a otro. En estos momentos se halla en la compañía de bundistas y liquidadores. Y estos señores no tienen muchos miramientos con el partido.

Vean lo que escribe el bundista Libman.

"Cuando la socialdemocracia de Rusia -escribe este caballero- incluyó hace quince años en su programa el punto sobre el derecho de cada nación a la "autodeterminación", todo el mundo (!!) se preguntaba: ¿qué quiere decir, hablando con propiedad, esta locución en boga (!!)? No hubo respuesta a esta pregunta (!!). El sentido de esta palabra quedó (!!) envuelto en bruma. En realidad, entonces era difícil disipar esta bruma. Todavía no ha llegado el momento en que pueda concretarse este punto -se decía entonces-; que siga por ahora envuelto en bruma (!!), y la misma vida dirá qué contenido debe dársele".

¿Verdad que es magnífico este "niño en cueros" que se burla del programa del partido?

¿Y por qué se burla?

Sólo porque es un ignorante supino que no ha estudiado nada, que ni siquiera ha leído algo de historia del partido, sino que ha caído sencillamente en el medio de los liquidadores, donde "es costumbre" andar en cueros en el problema del partido y del partidismo.

En una obra de Pomialovski, un seminarista se vanagloria "de haber escupido en una tina de col". Los señores bundistas han ido más lejos. Hacen salir a los Libman para que estos caballeros escupan públicamente en su propia tina. ¿Que ha habido una resolución del congreso internacional, que en el congreso de su propio partido dos representantes de su propio Bund han revelado (¡con lo "severos" críticos y enemigos decididos de Iskra que eran!) su completa capacidad para comprender el sentido de la "autodeterminación" e incluso se mostraron conformes con ella? ¿Qué importa todo esto a los señores Libman? ¿No será más fácil liquidar el partido si los "publicistas del partido" (¡bromas aparte!) tratan a lo seminarista la historia y el programa del partido?

He aquí al segundo "niño en cueros", al señor Yurkévich, de Dzvin, quien ha tenido, probablemente, en sus manos las actas del II Congreso, ya que cita las palabras de Plejánov, reproducidas por Goldblat, y demuestra saber que la autodeterminación no puede significar sino derecho a la separación. Pero esto no le impide difundir entre la pequeña burguesía ucrania, contra los marxistas rusos, la calumnia de que éstos están por la "integridad estatal" de Rusia (1913, núm. 7-8, pág. 83 y otras). Naturalmente, no podían los señores Yurkévich inventar medio mejor que esta calumnia para alejar a la democracia ucrania de la democracia rusa. ¡Y un alejamiento tal está conforme con toda la política del grupo de autores de Dzvin que preconiza la separación de los obreros ucranios en una organización nacional aparte!

Al grupo de los pequeños burgueses nacionalistas que escinden al proletariado -precisamente éste es el papel objetivo de Dzvin- le viene que ni pintado, como es natural, propagar el más impúdico embrollo sobre el problema nacional. De suyo se comprende que los señores Yurkévich y los señores Libman -que se ofenden "terriblemente" cuando se dice de ellos que "están situados a un lado del partido"-, no han dicho nada, ni una sola palabra, de como hubieran querido resolver ellos en el programa la cuestión del derecho a la separación.

He aquí al tercero y principal "niño en cueros", al señor Semkovski que, en las páginas del periódico de los liquidadores, "denigra" ante el público ruso el apartado 9 del programa y declara a la vez que, ¡¡"por ciertas consideraciones, no comparte la propuesta" de excluir este apartado!!

Es inverosímil, pero es un hecho.

En agosto de 1912, la conferencia de los liquidadores plantea oficialmente el problema nacional. En año y medio no hubo ni un solo artículo, a excepción del artículo del señor Semkovski, sobre el apartado 9. ¡¡Y en este artículo el autor refuta el programa, "no compartiendo, por ciertas razones" (¿una enfermedad secreta, o qué?), la propuesta de corregirlo!! Puede darse garantía de que no se encontrará con facilidad en todo el mundo ejemplos de semejante oportunismo, y aún peor que oportunismo, de abjuración del partido, de liquidación del mismo.

Un ejemplo bastará para mostrar cuáles son los argumentos de Semkovski.

"Cómo debe procederse -escribe- si el proletariado polaco quiere luchar al lado de todo el proletariado de Rusia dentro de un solo Estado, mientras que las clases reaccionarias de la sociedad polaca quieren, por el contrario, separar a Polonia de Rusia y obtienen mayoría de votos a favor de ello en un referéndum (consulta popular): ¿nosotros, socialdemócratas rusos, habríamos de votar en el parlamento central con nuestros camaradas polacos contra la separación o a favor de ella para no violar "el derecho a la autodeterminación"?" (Nóvaya Rabóchaya Gazeta, núm71).

¡Por donde puede verse que el señor Semkovski no comprende siquiera de qué se trata! No ha pensado que el derecho a la separación supone que el problema no los resuelve precisamente el Parlamento central, sino únicamente el Parlamento (Dieta, referéndum, etc.) de la región que se separa.

¡Con la pueril perplejidad del "como debe procederse" si en una democracia la mayoría está por la reacción, se vela un problema de política real, veradadera, viva, cuando tanto los Purishkévich como los Kokoshkin consideran que hasta la idea de la separación es un crimen! ¡¡Probablemente, los proletarios de toda Rusia no deben luchar hoy contra los Purishkévich y los Kokoshkin, sino prescindiendo de ellos, contra las clases reaccionarias de Polonia!!

Y semejantes absurdos inconcebibles se escriben en el órgano de los liquidadores, uno de cuyos dirigentes ideológicos es el señor L. Mártov. Aquel mismo L. Mártov que redactó el proyecto de programa y lo defendió en 1903 y que incluso más tarde escribió en defensa de la libertad de separación. Por lo visto, L. Mártov razona ahora según la regla:

Allí no hace falta un inteligente; Manden ustedes a Read Y yo veré.


¡El manda a Read-Semkovski y permite que en un diario se tergiverse y embrolle sin fin nuestro programa ante nuevos grupos de lectores que no lo conocen!

Sí, sí, el liquidacionismo ha ido lejos: entre muchísimos de los ex socialdemócratas, e incluso entre los destacados, no ha quedado ni vestigio de partidismo.

Claro está que no se puede comparar a Rosa Luxemburgo con los Libman, los Yurkévich y los Semkovski, pero el hecho de que precisamente tales gentes se hayan aferrado a su error demuestra con singular evidencia en qué oportunismo ha caído ella.

10. CONCLUSION

Hagamos el balance.

Desde el punto de vista de la teoría del marxismo en general, el problema del derecho a la autodeterminación no presenta dificultades. En serio no se puede ni hablar de poner en duda el acuerdo de Londres de 1896, ni de que por autodeterminación se entiende únicamente el derecho a la separación, ni de que la formación de Estados nacionales independientes es una tendencia de todas las revoluciones democráticas burguesas.

Hasta cierto punto, crea la dificultad el hecho de que en Rusia luchan y deben luchar juntos el proletariado de las naciones oprimidas y el proletariado de la nación opresora. La tarea consiste en salvaguardar la unidad de la lucha de clase del proletariado por el socialismo, repeler todas las influencias burguesas y ultrarreaccionarias del nacionalismo. Entre las naciones oprimidas, la separación del proletariado en un partido independiente conduce a veces a una lucha tan encarnizada contra el nacionalismo de la nación de que se trata que se deforma la perspectiva y se olvida el nacionalismo de la nación opresora.

Pero esta deformación de la perspectiva es posible tan sólo durante corto tiempo. La experiencia de la lucha conjunta de los proletarios de naciones diferentes prueba con demasiada claridad que nosotros debemos plantear los problemas políticos desde el punto de vista de toda Rusia, y no desde el "de Cracovia". Mientras tanto, en la política de toda Rusia dominan los Purishkévich y los Kokoshkin. Predominan sus ideas; y la persecución de los habitantes alógenos por "separatismo", por pensar en la separación, es predicada y llevada a la práctica en la Duma, en las escuelas, en las iglesias, en los cuarteles, en centenares y miles de periódicos. Todo el clima político de Rusia entera está emponzoñado del veneno de este nacionalismo ruso. La desgracia del pueblo consiste en que, al esclavizar a otros pueblos, afianza la reacción en toda Rusia. Los recuerdos de 1849 y 1863 constituyen una tradición política viva que, si no se producen tempestades de proporciones muy grandes, amenazará durante largos decenios con dificultar todo movimiento democrático y, sobre todo, socialdemócrata.

No puede caber duda de que, por natural que parezca a veces el punto de vista de algunos marxistas de las naciones oprimidas (cuya "desgracia" consiste a veces en que las masas de la población quedan deslumbradas por la idea de "su" liberación nacional), en la práctica, teniendo en cuenta la correlación objetiva de las fuerzas de las clases en Rusia, la renuncia a defender el derecho a la autodeterminación equivale al peor oportunismo, a contagiar al proletariado las ideas de los Kokoshkin. Y estas ideas son, en el fondo, las ideas y la política de los Purishkévich.

Por eso, si el punto de vista de Rosa Luxemburgo podía justificarse al principio como estrechez específica polaca, "de Cracovia"(8), ahora, cuando en todas partes se ha acentuado el nacionalismo y, sobre todo, el nacionalismo gubernamental, ruso, cuando es este nacionalismo el que dirige la política, semejante estrechez es ya imperdonable. En la práctica se aferran a ella los oportunistas de todas las naciones, temerosos ante la idea de "tempestades" y de "saltos", que consideran terminada la revolución democrática burguesa y van detrás del liberalismo de los Kokoshkin.

El nacionalismo ruso, como todo nacionalismo, atravesará distintas fases, según predominen en el país burgués unas u otras clases. Hasta 1905, casi no conocimos más que a nacional-reaccionarios. Después de la revolución han surgido en nuestro país nacional-liberales,

Esta es la posición que ocupan de hecho en nuestro país tanto los octubristas como los demócratas constitucionalistas (Kokoshkin), es decir, toda la burguesía contemporánea.

En lo sucesivo es inevitable que surjan nacional-demócratas rusos. Uno de los fundadores del partido "socialista popular", el señor Peshejónov, ha expresado ya este punto de vista cuando exhortaba (en el fascículo de agosto de Rússkoie Bogatstvo de 1906) a proceder con prudencia respecto a los prejuicios nacionalistas del mujik. Por mucho que se nos calumnie a nosotros, los bolcheviques, pretendiendo que "idealizamos" al mujik, nosotros siempre hemos distinguido y distinguiremos rigurosamente entre el juicio del mujik y el prejuicio del mujik, entre el espíritu democrático del mujik contra Purishkévich y la tendencia del mujik a transigir con el pope y el terrateniente.

La democracia proletaria debe tener en cuenta el nacionalismo de los campesinos rusos (no en el sentido de concesiones, sino en el sentido de lucha) ya ahora, y lo tendrá en cuenta, probablemente, durante un período bastante prolongado(9). El despertar del nacionalismo en las naciones oprimidas, que se ha mostrado con tanta fuerza después de 1905 (recordemos aunque sólo sea el grupo de "autonomistas-federalistas" de la I Duma, el ascenso del movimiento ucranio, del movimiento musulmán, etc.), provocará inevitablemente un recrudecimiento del nacionalismo de la pequeña burguesía rusa en la ciudad y en el campo. Cuanto más lenta sea la transformación democrática en Rusia, tanto más empeñados, rudos y encarnizados serán el hostigamiento nacional y las discordias entre la burguesía de las diversas naciones. El singular espíritu reaccionario de los Purishkévich rusos engendrará (e intensificará) a la vez tendencias "separatistas" en unas u otras naciones oprimidas, que a veces gozan de una libertad mucho mayor en los Estados vecinos.

Semejante estado de cosas plantea al proletariado de Rusia una tarea doble, o mejor dicho, bilateral: luchar contra todo nacionalismo y, en primer término, contra el nacionalismo ruso; reconocer no sólo la completa igualdad de derechos de todas las naciones en general, sino también la igualdad de derechos respecto a la edificación estatal, es decir, el derecho de las naciones a la autodeterminación, a la separación; y, al mismo tiempo y precisamente en interés del éxito en la lucha contra toda clase de nacionalismos de todas las naciones, propugnar la unidad de la lucha proletaria y de las organizaciones proletarias, su más íntima fusión en una comunidad internacional, a despecho de las tendencias burguesas al aislamiento nacional.

Completa igualdad de derechos de las naciones; derecho de autodeterminación de las naciones; fusión de los obreros de todas las naciones; tal es el programa nacional que enseña a los obreros el marxismo, que enseña la experiencia del mundo entero y la experiencia de Rusia.

El presente artículo estaba ya en caja cuando recibí el número 3 de Nasha Rabóchaya Gazeta, donde el señor V. Kosovski escribe sobre el reconocimiento del derecho a la autodeterminación para todas las naciones:

"Mecánicamente trasladado de la resolución del I Congreso del partido (1898) que, a su vez, lo tomó de los acuerdos de los congresos socialistas internacionales, este derecho, según puede verse por los debates, era interpretado por el congreso de 1903 en el mismo sentido que le daba la Internacional Socialista: en el sentido de la autodeterminación política, es decir, de la autodeterminación de la nación hacia la independencia política. De este modo, la fórmula de autodeterminación nacional, que significa el derecho a la separación territorial, no atañe para nada al problema de cómo regular las relaciones nacionales dentro de un organismo estatal determinado para las naciones que no puedan o no quieran salir de Estado existente".

Por donde puede verse que el señor V. Kosovski ha tenido en las manos las actas del II Congreso de 1903 y conoce perfectamente el verdadero (y único) sentido del concepto de autodeterminación. ¡¡Comparen con esto el hecho de que la redacción del periódico bundista Zait suelte al señor Libman para que se mofe del programa y le impute falta de claridad!! Extraños hábitos "de partido" tienen los señores bundistas... Sólo "Alá sabe" por qué Kosovski declara que el aceptar el congreso la autodeterminación es un traslado mecánico. Hay gentes que "quieren hacer objeciones", pero no ven el fondo del asunto, no saben cuáles, ni cómo, ni por qué, ni para qué hacerlas.


_______________________________________


✔(4) Compárese, además, la carta de Marx a Engels del 3 de junio de 1867: "...Por las crónicas de París del Times me he enterado con verdadera satisfacción de las exclamaciones polonófilas de los parisienses contra Rusia... El señor Proudhon y su minúscula camarilla doctrinaria no son el pueblo francés".

✔(5) No es difícil ver, dicho sea de paso, por qué, desde el punto de vista socialdemócrata, no puede entenderse por derecho a la "autodeterminación" de las naciones ni la federación ni la atonomía (aunque, hablando en forma abstracta, la una y la otra encuadran en el término de "autodeterminación"). El derecho a la federación es, en general, un absurdo, ya que la federación es un contrato bilateral. Ni que decir tiene que en modo alguno pueden los marxistas incluir en su programa la defensa del federalismo en general. En lo que respecta a la autonomía, los marxistas no defienden "el derecho a" la autonomía, sino la autonomía misma, como principio general y universal de un Estado democrático de composición nacional heterogénea, con marcadas diferencias en las condiciones geográficas y de otro tipo. Por eso, reconocer "el derecho de las naciones a la autonomía" sería tan absurdo como reconocer "el derecho de las naciones a la federación".

✔(6) En 1916, Lenin dio en este lugar la siguiente nota: "rogamos a los lectores que no olviden que Plejánov fue en 1903 uno de los principales enemigos del oportunismo y estaba muy lejos de su tristemente célebre viraje hacia el oportunismo y, posteriormente, el chovinismo".

✔(7) Se nos comunica que en la conferencia celebrada por los marxistas de Rusia en el verano de 1913, los marxistas polacos participaron tan sólo con voz, pero sin voto, y que, en lo tocante al derecho a la autodeterminación (a la separación), no votaron en absoluto, manifestándose en contra de tal derecho en general. Por supuesto, tenían pleno derecho a proceder de este modo y a desplegar igual que antes su agitación en Polonia contra su separación. Pero esto no se parece mucho a lo que dice Trotski, pues los marxistas polacos no exigían que se "suprimiera del programa" el apartado 9.

✔(8) No es difícil comprender que el hecho de que los marxistas de toda Rusia y, en primer término, los rusos, reconozcan el derecho de las naciones a la separación no descarta en lo más mínimo la agitación contra la separación por parte de los marxistas de esta o la otra nación oprimida, del mismo modo que el reconocer el derecho al divorcio no descarta la agitación contra el divorcio en este o el otro caso. Por eso creemos que ha de aumentar inevitablemente el número de marxistas polacos que se reirán de la inexistente "contradicción" que ahora "exacerban" Semkovski y Trotski.

✔(9) Sería interesante seguir el proceso de modificación, por ejemplo, del nacionalismo en Polonia, pasando del nacinalismo aristocrático a nacionalismo burgués y después a nacionalismo campesino. Ludwig Bernhard, en su libro Das polnische Gemeinwesen im preussischen Staat ("Los polacos en Prusia"; hay una traducción rusa), colocándose él mismo en el punto de vista de un Kokoshkin alemán, describe un fenómeno extraordinariamente característico: la formación de una especie de "república campesina" de polacos en Alemania, en forma de estecha agrupación de toda clase de cooperativas y demás uniones de campesinos polacos en lucha por la nación, por la religión, por la tierra "polaca". El yugo alemán ha agrupado a los polacos, les ha hecho replegarse sobre sí mismos, despertando el nacionalismo, al principio, en la aristocracia, después en los burgueses y, por último, en la masa campesina (sobre todo después de que los alemanes iniciaron en 1873 una campaña contra el idioma polaco en las escuelas). Hacia eso mismo van las cosas en Rusia, y no sólo por lo que se refiere a Polonia.

No hay comentarios.: