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lunes, 16 de octubre de 2017

✔IV LOS MENSHEVIQUES Y LOS BOLSHEVIQUES DURANTE EL PERÍODO DE LA REACCIÓN  STOLYPINIANA. ✔LOS BOLSHEVIQUES PASAN A FORMAR UN PARTIDO MARXISTA INDEPENDIENTE (1908-1912) 1. ☭《Primera parte 》

✔IV LOS MENSHEVIQUES Y LOS BOLSHEVIQUES DURANTE EL PERÍODO DE LA REACCIÓN  STOLYPINIANA.

✔LOS BOLSHEVIQUES PASAN A FORMAR UN PARTIDO MARXISTA INDEPENDIENTE (1908-1912) 1.
《Primera parte 》

La reacción stolypiniana. - Surge la descomposición entre las capas intelectuales de la oposición. - El decadentismo. - Una parte de los intelectuales del Partido se pasa al campo de los enemigos del marxismo e intenta revisar la teoría marxista. - Lenin replica a los revisionistas con su libro "Materialismo y empírio-criticismo", defendiendo los fundamentos teóricos del Partido Marxista. La segunda Duma fue disuelta por el gobierno zarista mediante el acto que registra la historia con el nombre de golpe de Estado del 3 de junio de 1907. El gobierno zarista dictó una nueva ley para las elecciones a la tercera Duma, infringiendo con ello su propio mensaje del 17 de octubre de 1905, en el cual se comprometía a no dictar nuevas leyes más que de acuerdo con la Duma. La fracción socialdemócrata de la segunda Duma fue llevada a los tribunales, y los representantes de la clase obrera enviados unos a presidio y otros a la deportación. La nueva ley electoral estaba redactada de tal modo, que aumentaba considerablemente la cantidad de representantes de los terratenientes y de la burguesía comercial e industrial en la Duma. Al mismo tiempo, se reducía hasta una cifra insignificante la representación, exigua de por sí, de los campesinos y de los obreros. Atendiendo a su composición, la tercera Duma era la Duma de las centurias negras y de los kadetes. De los 442 diputados que la componían, había: 171 de derechas (de las centurias negras), 113 octubristas y afiliados a otros grupos afines, 101 kadetes y pertenecientes a grupos próximos a ellos, 13 trudovikis (grupo de trabajo) y 18 socialdemócratas. Las derechas (llamadas así porque tenían sus asientos en el lado derecho de la Duma) representaban a los enemigos más rabiosos de los obreros y los campesinos: los terratenientes feudales de las centurias negras, autores de las palizas y los fusilamientos en masa de campesinos en la represión del movimiento revolucionario del campo, los organizadores de los pogromos judíos, de las matanzas de manifestantes obreros, de los bestiales incendios de los edificios en que se celebraban los mítines durante los días de la revolución. Las derechas abogaban por el aplastamiento más brutal de los trabajadores, por un Poder zarista ilimitado, contra el mensaje dado por el zar el 17 de octubre de 1905. Un partido afín a las derechas, entre los representados en la Duma, era el partido de los octubristas o "Unión del 17 de octubre". Los octubristas representaban los intereses del gran capital industrial y de los grandes terratenientes que explotaban sus fincas con métodos capitalistas (a comienzos de la revolución de 1905, se pasó a los octubristas una parte considerable de los kadetes integrada por grandes terratenientes). Lo único que separaba a los octubristas de las derechas era el reconocimiento -que, por lo demás, no pasaba de ser puramente verbal- del mensaje del 17 de octubre. Los octubristas apoyaban íntegramente la política interior y exterior del gobierno zarista. Los kadetes, o partido "constitucional democrático", tenían en la tercera Duma menos diputados que en la primera y en la segunda. La explicación de esto está en que una parte de los votos de los terratenientes se pasó del Partido kadete a los octubristas. En la tercera Duma hallábase representado un grupo poco numeroso de demócratas pequeñoburgueses que se conocían con el nombre de trudovikis. En la Duma, este grupo vacilaba entre los kadetes y la democracia obrera (los bolsheviques). Lenin señalaba que, aunque fuesen extraordinariamente débiles en la Duma, los trudovikis representaban a las masas campesinas. Sus vacilaciones entre los kadetes y la democracia obrera brotaban inevitablemente de la situación de clase propia de los pequeños propietarios. Y Lenin planteaba a los diputados bolsheviques, a la democracia obrera, la tarea de "ayudar a los débiles demócratas pequeñoburgueses, de arrancarlos a la influencia de los liberales, de apretar las filas de la democracia, no sólo frente a las derechas, sino también frente a los kadetes contrarrevolucionarios... (Lenin, t. XV, pág. 486, ed. rusa). En el transcurso de la revolución de 1905, y, sobre todo, después de su derrota, los kadetes fueron revelándose cada vez más abiertamente como una fuerza contrarrevolucionaria. Fueron quitándose cada vez más la careta "democrática", para actuar como auténticos monárquicos y defensores del zarismo. En 1909, un grupo de escritores kadetes muy destacado editó una antología titulada "Jalones", en la que daba las gracias al zarismo, en nombre de la burguesía, por haber aplastado la revolución. Arrastrándose ante el gobierno zarista del látigo y la horca y lamiéndole las botas, los kadetes escribían sin recato que había que "dar gracias a este gobierno, el único Poder que con sus bayonetas y sus cárceles nos protege todavía (es decir, protege a la burguesía liberal) de la furia popular". Después de disolver la segunda Duma y de enviar a la cárcel o al destierro a la fracción socialdemócrata, el gobierno zarista comenzó a destrozar furiosamente las organizaciones políticas y económicas del proletariado. Las cárceles, los presidios y los lugares de deportación estaban abarrotados de revolucionarios. Estos eran sepultados en mazmorras y sometidos a martirios y torturas feroces. El terror de las bandas negras asolaba el país. El ministro zarista Stolypin cubrió de horcas y patíbulos todo el país. Millares de revolucionarios fueron ejecutados. A la horca se la llamaba, por aquel entonces, la "corbata stolypiniana". Pero en su obra de exterminio del movimiento revolucionario de los obreros y campesinos, el gobierno zarista no podía limitarse simplemente a organizar represiones, expediciones de castigo, fusilamientos y encarcelamientos en masa. El gobierno zarista veía con alarma que la fe ingenua de los campesinos en el "padrecito zar" se iba disipando cada vez más. Esto le hizo recurrir a una maniobra de gran envergadura, discurriendo el ardid de crearse un fuerte sostén en el campo, bajo la forma de una numerosa clase de burgueses campesinos, de kulaks. El 9 de noviembre de 1906, Stolypin dictó una nueva ley agraria, dando normas para que los campesinos pudiesen salirse de la comunidad rural y establecerse en caserías. La ley agraria de Stolypin venía a destruir el régimen comunal de posesión de la tierra. Cada campesino podía tomar en propiedad personal la tierra que le correspondía, separándose de la comunidad. Además, podía vender su parte, cosa que antes no se le permitía. La comuna quedaba obligada a asignar a los campesinos que se salieran de la comunidad toda la tierra en un mismo sitio (casería, coto redondo). Esto permitía a los campesinos ricos, a los kulaks, comprar por poco precio las tierras de los campesinos menos pudientes. A los pocos años de haberse dictado esta ley, habían quedado completamente privados de tierras y arruinados más de un millón de campesinos humildes. A expensas de ellos, se fueron creando las caserías y cotos redondos de los kulaks, que, a veces, eran verdaderas haciendas de terratenientes, en las que se empleaba abundantemente el trabajo asalariado, la mano de obra de jornaleros. El gobierno obligaba a los campesinos a segregar de la comunidad las mejores tierras, para entregarlas a los kulaks de las caserías. Y así como al decretarse la "liberación" de los campesinos, los terratenientes habían robado a éstos sus tierras, ahora los kulaks comenzaron a robar las tierras de la comunidad, quedándose con las mejores parcelas y comprando al malbarato los lotes de los campesinos pobres. El gobierno zarista concedió a los kulaks grandes préstamos para ayudarles a comprar tierras y a formar sus caserías. El plan de Stolypin era hacer de los kulaks pequeños terratenientes, en quienes la autocracia zarista tuviese verdaderos defensores. En nueve años (de 1906 a 1915), se separaron del régimen comunal más de dos millones de explotaciones campesinas. El régimen stolypiniano empeoró todavía más la situación de los campesinos humildes y de los pobres del campo. El proceso de diferenciación de la masa campesina se acentuó. Comenzaron los choques entre los campesinos y los kulaks de las caserías. Al mismo tiempo, los campesinos comenzaron a comprender que no entrarían en posesión de las tierras de los terratenientes, mientras existiesen el gobierno zarista y una Duma compuesta por terratenientes y kadetes. Al principio, durante los años en que se intensificó el proceso de separación de campesinos del régimen comunal para establecerse en caserías (1907-1909), el movimiento campesino fue en descenso, pero pronto, en 1910-1911 y después, los choques entre los miembros de la comunidad y los dueños de caserías hicieron que el movimiento campesino contra los terratenientes y los kulaks de las caserías recrudeciese. También en el terreno industrial se operaron, después de la revolución, cambios considerables. Se acentuó notablemente la concentración de la industria, o sea el incremento de las empresas y su acumulación en manos de grupos capitalistas cada vez más fuertes. Ya antes de la revolución de 1905, habían comenzado los capitalistas a organizarse en agrupaciones para elevar los precios de las mercancías dentro del país, destinando los sobrebeneficios conseguidos de este modo a un fondo de fomento de las exportaciones, con objeto de poder lanzar las mercancías al mercado exterior a bajo precio y conquistar así los mercados extranjeros. Estas agrupaciones organizadas por los capitalistas (monopolios) llamábanse trusts o consorcios. Después de la revolución, el número de trusts y consorcios capitalistas fue en aumento. Aumentó también el número de los grandes bancos, creciendo la importancia de éstos en la industria. Y creció asimismo la afluencia de los capitales extranjeros a Rusia. Por tanto, el capitalismo, en Rusia, se iba convirtiendo cada vez más en un capitalismo monopolista, imperialista. Después de varios años de estancamiento, la industria volvía a reanimarse: la extracción de carbón y de petróleo iba en aumento, la cantidad de metal producido aumentaba, la producción de tejidos y de azúcar crecía. La exportación de trigo cobraba fuertes proporciones. Pero aunque durante este periodo Rusia había hecho algunos progresos en cuanto a su industria, seguía siendo un país atrasado, en comparación con la Europa occidental, y dependía del capitalismo extranjero. No existía dentro del país una producción de maquinaria industrial: había que importar todas las máquinas. No existía tampoco la industria del automóvil, ni la industria química, ni se producían abonos minerales. En la industria del armamento, Rusia iba también a la zaga de los demás países capitalistas. Señalando el bajo nivel de consumo de metales en Rusia como signo de su atraso, Lenin escribía: "Medio siglo después de la liberación de los campesinos, el consumos de hierro en Rusia se ha quintuplicado, y a pesar de eso, Rusia sigue siendo un país increíblemente, insólitamente atrasado, mísero y semisalvaje, cuatro veces peor pertrechado de instrumentos modernos de producción que Inglaterra, cinco veces pero que Alemania y diez veces peor que los Estados Unidos" (Lenin, t. XVI, pág. 543, ed. rusa). Consecuencia directa del atraso económico y político de Rusia era la dependencia en que, tanto el capitalismo ruso como el propio zarismo, se hallaban respecto al capitalismo de la Europa occidental. Esta dependencia se acusaba en el hecho de que ramas importantísimas de la Economía nacional como el carbón, el petróleo, la industria eléctrica y la metalurgia se hallasen en manos del capital extranjero, y de que casi toda la maquinaria y toda la instalación industrial que necesitaba la Rusia zarista tuviese que ser importada. Se acusaba en los avasalladores empréstitos extranjeros, cuyos intereses pagaba el zarismo, estrujando todos los años a la población cientos y cientos de millones de rublos. Se acusaba en los tratados secretos con los "aliados", en los cuales el zarismo se comprometía a enviar, en caso de guerra, millones de soldados rusos a los frentes imperialistas, para apoyar a los "aliados" y defender las fabulosas ganancias de los capitalistas anglofranceses. Los años de la reacción stolypiniana caracterizáronse, especialmente, por los asaltos de bandolerismo de los gendarmes y de la policía, de los provocadores zaristas y de los asesinos de las bandas negras contra la clase obrera. Pero no eran sólo los esbirros zaristas los que torturaban y perseguían a los obreros. Tampoco se quedaban atrás, en este terreno, los patronos de las fábricas y talleres, cuya ofensiva contra la clase obrera recrudeció especialmente durante los años de estancamiento industrial y de intenso paro forzoso. Los patronos declaraban "lockouts" en masa y llevaban "listas negras", en las que figuraban los obreros conscientes que habían tomado parte activa en las huelgas. Los que aparecían en estas "listas negras" no encontraban trabajo en ninguna de las empresas enroladas en la asociación patronal de la industria correspondiente. El tipo de salario sufrió ya en 1908 una rebaja del 10 al 15 por 100. La jornada de trabajo fue prolongada en todas partes hasta 10 y 12 horas. Volvía a florecer el sistema del latrocinio en forma de multas. La derrota de la revolución de 1905 produjo el desmoronamiento y la descomposición entre los que se habían adherido circunstancialmente a la revolución. Donde más se notaban las descomposición y el decadentismo era entre los intelectuales. Los "compañeros de viaje", que se habían pasado a las filas revolucionarias desde el campo de la burguesía durante el periodo de avance arrollador de la revolución, se separaron del Partido al sobrevenir la etapa reaccionaria. Una parte de ellos se pasó al campo de los enemigos descarados de la revolución, otros se refugiaron en las organizaciones legales de la clase obrera que salieron indemnes de la represión y esforzábanse en desviar al proletariado de la senda revolucionaria y en desacreditar al Partido revolucionario del proletariado. Apartándose de la revolución, los antiguos revolucionarios de circunstancias procuraban adaptarse a la reacción y vivir en paz con el zarismo. El gobierno zarista se aprovechó de la derrota de la revolución para enrolar a su servicio como agentes provocadores a los desertores de la revolución más cobardes y más arrivistas. Estos viles y repugnantes confidentes y provocadores, destacados por la "ojrana" zarista entre los obreros y en las organizaciones del Partido, acechaban desde dentro y entregaban a los revolucionarios a sus verdugos. La ofensiva de la contrarrevolución desarrollábase también en el frente ideológico. Brotó toda una muchedumbre de escritores de moda, que "criticaban" y "desacreditaban" al marxismo, que escupían a la revolución y se burlaban de ella, glorificando la traición y ensalzando la perversión sexual bajo el nombre de "culto a la personalidad". En el campo de la filosofía, se redoblaban los intentos de "criticar", de revisar el marxismo, y surgían también todo género de corrientes religiosas, envueltas en argumentos pretendidamente "científicos". La "crítica" del marxismo habíase puesto de moda. Pese a la abigarrada diversidad de sus tendencias, todos estos señores perseguían un fin común: desviar a las masas de la revolución. El decadentismo y la falta de fe se apoderó también de un parte de los intelectuales del Partido que, aun teniéndose por marxistas, jamás se habían mantenido con firmeza en las posiciones del marxismo. Entre ellos figuraban escritores como Bogdanov, Basarov, Lunacharski (que en 1905 se habían adherido a los bolsheviques) y como Yushkevich y Valentinov (mensheviques). Estos intelectuales desplegaban su "crítica" a la vez contra los fundamentos filosófico-teóricos del marxismo, es decir, contra el materialismo dialéctico, y contra sus fundamentos histórico-científicos, es decir, contra el materialismo histórico. Esta crítica se distinguía de la usual en que no se desarrollaba de un modo franco y honrada, sino velada e hipócritamente, pretextando "defender" las posiciones fundamentales del marxismo. "Nosotros -decían estos "críticos"- somos esencialmente marxistas, pero queremos "mejorar" el marxismo, depurarlo de algunas tesis fundamentales". En realidad, eran enemigos del marxismo, pues aspiraban a socavar sus cimientos teóricos, aunque de palabra negasen hipócritamente su hostilidad contra él y siguiesen llamándose, en su doblez, marxistas. El peligro de esta crítica farisaica consistía en que con ella se pretendía engañar a los militantes de filas del Partido y se les podía mover a confusión. Y cuanto más hipócrita fuese esta labor crítica de zapa de los fundamentos teóricos del marxismo, más peligrosa era para el Partido, pues se identificaba más de lleno con la campaña general emprendida por la reacción contra el Partido y contra la revolución. Una parte de los intelectuales (el grupo de los llamados "buscadores" o "constructores de dios"), que había desertado del marxismo, llegó incluso a predicar la necesidad de crear una nueva religión. Ante los marxistas se planteaba la tarea indeclinable de dar a estos degenerados una respuesta cumplida en el campo de la teoría del marxismo, de quitarles la careta y de desenmascararlos por entero, defendiendo, de este modo, los fundamentos teóricos del Partido marxista. Cabía pensar que tomasen en sus manos esta empresa Plejanov y sus amigos mensheviques, que se reputaban a sí mismos como "célebres teóricos marxistas". Pero, prefirieron limitarse a escribir, para cubrir las formas, un par de artículos de crítica de folletón y luego retirarse por el foro. Fue Lenin quien afrontó y llevó a cabo esta empresa, con su famoso libro "Materialismo y Empiriocriticismo", publicado en 1909. "En menos de medio año -escribía Lenin en esta obra- han visto la luz cuatro libros consagrados fundamental y casi exclusivamente a atacar el materialismo dialéctico. Entre ellos, y en primer lugar, figura el titulado "Apuntes sobre (contra, es lo que debería decir) la filosofía del marxismo", San Petersburgo, 1908; una colección de artículos de Basarov, Bogdanov, Lunacharski, Berman, Helfond, Yushkevich y Suvorov. Luego vienen los libros de Yushkevich, "El materialismo y el realismo crítico"; Berman, "La dialéctica a la luz de la moderna teoría del conocimiento y Valentinov, "Las construcciones filosóficas del marxismo"... ¡Todos estos individuos unidos -a pesar de las profundas diferencias que hay entre sus ideas políticas- por su hostilidad al materialismo dialéctico, pretenden, al mismo tiempo, hacerse pasar, en filosofía, por marxistas! La dialéctica de Engels es un "misticismo", dice Berman; las ideas de Engels se han quedado "anticuadas", exclama Basarov de pasada, como algo que no necesita de demostración; el materialismo se da por refutado por nuestros valientes paladines, quienes se remiten orgullosamente a la "moderna teoría del conocimiento", a la "novísima filosofía" (o al "novísimo positivismo"), a la "filosofía de las modernas ciencias naturales" e incluso a la "filosofía de las ciencias naturales del siglo XX" (Lenin, t. XIII, pág. 11, ed. rusa). Contestando a Lunacharski, que, en la pretensión de justificar a sus amigos, los revisionistas en el campo filosófico, decía: "Tal vez nos equivoquemos, pero indagamos", escribía Lenin: "Por lo que se refiere a mí, también yo soy, en filosofía, un "indagador". En estos apuntes (se trata de la obra "Materialismo y Empiriocriticismo". N. de la R.), me he propuesto como tarea indagar en qué ha venido a para esa gente que predica, bajo el nombre de marxismo, algo increíblemente caótico, confuso y reaccionario" (Obra citada, pág. 12). Pero, en realidad, el libro de Lenin se salía con mucho del marco de esta modesta tarea. En realidad, este libro no es solamente una crítica de Bogdanov, Yushkevich, Basarov, Valentinov y sus maestros filosóficos, Avenarius y Mach, que en sus obras intentaban enseñar un refinado y pulido idealismo, contraponiéndolo al materialismo marxista. El libro de Lenin es, además de esto, una defensa de los fundamentos teóricos del marxismo, del materialismo dialéctico y del materialismo histórico; una generalización materialista de los descubrimientos más importantes y esenciales de la ciencia en general y, sobre todo, de las ciencias naturales, durante un periodo histórico entero, que va desde la muerte de Engels hasta la aparición de la obra "Materialismo y Empiriocriticismo". Después de criticar y rebatir cumplidamente a los empiriocriticistas rusos y a sus maestros extranjeros, Lenin llega, en su libro, a las siguientes conclusiones contra el revisionismo teórico-filosófico: 1) "Una falsificación cada vez más sutil y el disfraz cada vez más sutil de las doctrinas antimaterialistas del marxismo: tal es lo que caracteriza al revisionismo moderno, tanto en el campo de la Economía política como en los problemas de táctica y en el campo de la filosofía en general" (Obra citada, pág. 270). 2) "Toda la escuela de Mach y Avenarius tiende al idealismo" (Obra citada, pág. 291). 3) "Nuestros machistas están todos empapados de idealismo" (Obra citada, pág. 282). 4) "Detrás del escolasticismo gnoseológico del empiriocriticismo no se puede por menos de ver la lucha de los partidos en la filosofía, lucha que refleja, en última instancia, las tendencias y la ideología de las clases enemigas dentro de la sociedad moderna" (Obra citada, pág. 292). 5) "El papel objetivo de clase del empiriocriticismo se reduce en absoluto a servir a los fideístas (reaccionarios que anteponen la fe a la ciencia. N. de la R.), en su lucha contra el materialismo en general y contra el materialismo histórico en particular" (Obra citada, pág. 292). 6) "El idealismo filosófico es... el camino hacia el obscurantismo clerical" (Obra citada, pág. 304). Para poder juzgar la enorme importancia que esta obra de Lenin tiene en la historia del Partido bolshevique, y comprender qué riqueza teórica era la que defendía Lenin contra todos y cada uno de los revisionistas y degenerados del periodo de la reacción stolypiniana, es necesario detenerse a examinar, aunque sea brevemente, los fundamentos del materialismo dialéctico e histórico. Este examen es tanto más necesario cuanto que el materialismo dialéctico e histórico constituyen el cimiento teórico del comunismo, las bases teóricas del Partido marxista, y todo militante activo del Partido Comunista está obligado a conocer estos fundamentos teóricos y asimilárselos. Así pues: 1) ¿Qué es el materialismo dialéctico? 2) ¿Qué es materialismo histórico? 2. Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.[1] El materialismo dialéctico es la concepción del Partido marxista-leninista. Llámase "materialismo dialéctico" porque su modo de abordar los fenómenos de la naturaleza, su método de estudiar estos fenómenos y de concebirlos, es dialéctico y su interpretación de los fenómenos de la naturaleza, su modo de enfocarlos, su teoría, materialista. El materialismo histórico es la aplicación de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, la aplicación de los principios del materialismo dialéctico a los fenómenos de la vida de la sociedad, al estudio de ésta y de su historia. Caracterizando su método dialéctico, Marx y Engels se remiten con frecuencia a Hegel como al filósofo que formuló los rasgos fundamentales de la dialéctica. Pero esto no quiere decir que la dialéctica de Marx y Engels sea idéntica a la dialéctica hegeliana. En realidad, Marx y Engels sólo tomaron de la dialéctica de Hegel se "médula racional", desechando la corteza idealista hegeliana y desarrollando la dialéctica, para darle una forma científica actual. "Mi método dialéctico -dice Marx- no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es en todo y por todo, su reverso. Para Hegel, el proceso del pensamiento al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo (creador) de lo real y esto, la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y transpuesto a la cabeza de hombre" (C. Marx, Palabras finales a la 2ª edición del t. I del "Capital"). En la caracterización de su materialismo, Marx y Engels se remiten con frecuencia a Feuerbach, como al filósofo que restauró los derechos del materialismo. Pero esto no quiere decir que el materialismo de Marx y Engels se idéntico al materialismo de Feuerbach. En realidad, Marx y Engels sólo tomaron del materialismo de Feuerbach su "médula", desarrollándola hasta convertirla en la teoría científico-filosófica del materialismo, y desechando su escoria idealista y ético-religiosa. Es sabido que Feuerbach, que era en lo fundamental un materialista, se rebelaba contra el nombre de materialismo. Engels declaró más de una vez que "pese al cimiento materialista, Feuerbach no llegó a desprenderse de las ataduras idealistas tradicionales", y que "donde el verdadero idealismo de Feuerbach se pone manifiesto es en su filosofía de la religión y en su ética" (F. Engels, "Ludwig Feuerbach", en Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. Europa-América, t. I, págs. 414-417). La palabra dialéctica viene del griego "dialegos", que quiere decir diálogo o polémica. Los antiguos entendían por dialéctica al arte de descubrir la verdad poniendo de manifiesto las contradicciones implícitas en la argumentación del adversario y superando estas contradicciones. Algunos filósofos de la antigüedad entendía que el descubrimiento de las contradicciones en el proceso discursivo y el choque de las opiniones contrapuestas era el mejor medio para encontrar la verdad. Este método dialéctico de pensamiento, que más tarde se hizo extensivo a los fenómenos naturales, se convirtió en el método dialéctico de conocimiento de la naturaleza, consistente en considerar los fenómenos naturales como sujetos a perpetuo movimiento y cambio y el desarrollo de la naturaleza como resultado del desarrollo de la contradicciones existentes en ésta, como el resultado de la acción mutua de las fuerzas contradictorias en el seno de la naturaleza. La dialéctica es, fundamentalmente, todo lo contrario de la metafísica. 1) El método dialéctico marxista se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales: a) Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como un conglomerado casual de objetos y fenómenos, desligados y aislados unos de otros y sin ninguna relación de dependencia entre sí, sino como un todo articulado y único, en el que los objetos y los fenómenos se hallan orgánicamente vinculados unos a otros, dependen unos de otros y se condicionan los unos a los otros. Por eso, el método dialéctico entiende que ningún fenómeno de la naturaleza puede ser comprendido, si se le enfoca aisladamente, sin conexión con los fenómenos que le rodean, pues todo fenómeno, tomado de cualquier campo de la naturaleza, puede convertirse en un absurdo, si se le examina sin conexión con las condiciones que le rodean, desligado de ellas; y por el contrario, todo fenómeno puede ser comprendido y explicado, si se le examina en su conexión indisoluble con los fenómenos circundantes y condicionado por ellos. b) Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como algo quieto e inmóvil, estancado e inmutable, sino como algo sujeto a perenne movimiento y a cambios constantes, como algo que se renueva y se desarrolla incesantemente y donde hay siempre algo que nace y se desarrolla y algo que muere y caduca. Por eso, el método dialéctico exige que los fenómenos se examinen, no sólo desde el punto de vista de sus relaciones mutuas y de su mutuo condicionamiento, sino también desde el punto de vista de su movimiento, de sus cambios y de su desarrollo, desde el punto de vista de su nacimiento y de su muerte. Lo que interesa, sobre todo, al método dialéctico no es lo que en un momento dado parece estable pero comienza ya a morir, sino lo que nace y se desarrolla, aunque en un momento dado parezca poco estable, pues lo único que hay insuperable, según él, es lo que se halla en estado de nacimiento y de desarrollo. "Toda la naturaleza -dice Engels- desde sus partículas más minúsculas hasta sus cuerpos más gigantescos, desde el grano de arena hasta el sol, desde el protozoo (célula viva primigenia. N. de la R.) hasta el hombre, se halla en estado perenne de nacimiento y muerte, en flujo constante, sujeta a incesantes cambios y movimientos" (Engels, en "Dialéctica de la naturaleza", Obras completas de Marx y Engels, ed. alemana del Instituto Marx-Engels-Lenin, de Moscú, Sonderausgabe, pág. 491). Por eso la dialéctica -dice Engels- "enfoca las cosas y sus imágenes conceptuales, substancialmente, en sus conexiones mutuas, en su entronque y concatenación, en su dinámica, en su proceso de génesis y caducidad" ("Del socialismo utópico al socialismo científico", en Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. Europa-América, t. I, pág. 165). c) Por oposición a la metafísica, la dialéctica no examina el proceso de desarrollo de los fenómenos como un simple proceso de crecimientos, en que los cambios cuantitativos no se traducen en cambios cualitativos, sino como un proceso en que se pasa de los cambios cuantitativos insignificantes y ocultos a los cambios manifiestos, a los cambios radicales, a los cambios cualitativos; en que éstos se producen, no de modo gradual, sino repentina y súbitamente, en forma de saltos de un estado de cosas a otro, y no de un modo casual, sino con arreglo a leyes, como resultado de la acumulación de una serie de cambios cuantitativos inadvertidos y graduales. Por eso, el método dialéctico entiende que los procesos de desarrollo no deben concebirse como movimientos circulares, como una simple repetición del camino ya recorrido, sino como movimientos progresivos, como movimientos en línea ascensional, como el tránsito del viejo estado cualitativo a un nuevo estado cualitativo, como la evolución de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior. "La naturaleza -dice Engels- es la piedra de toque de la dialéctica, y las modernas ciencias naturales nos brindan como prueba de esto un acervo de datos extraordinariamente copiosos y enriquecido con cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, por los cauces dialécticos y no por los carriles metafísicos, que no se mueve en la eterna monotonía de un ciclo constantemente repetido, sino que recorre una verdadera historia. Aquí, hay que citar en primer término a Darwin, quien, con su prueba de que toda la naturaleza orgánica existente, plantas y animales, y entre ellos, como es lógico, el hombre, es el producto de un proceso evolutivo que dura millones de años, ha asestado a la concepción metafísica de la naturaleza el más rudo golpe" (F. Engels, "Del socialismo utópico al socialismo científico", en Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, pág. 165). Caracterizando el desarrollo dialéctico como el tránsito de los cambios cuantitativos a los cambios cualitativos, dice Engels: "En física... todo cambio es una transformación de cantidad en calidad, una consecuencia del cambio cuantitativo de la masa de movimiento de cualquier forma inherente al cuerpo o que se transmite a éste. Así, por ejemplo, el grado de temperatura del agua no influye para nada, al principio, en su estado líquido; pero, al aumentar o disminuir la temperatura del agua líquida, se llega a un punto en que su estado de cohesión se modifica y el agua se convierte, en un caso, en vapor, y en otro caso, en hielo... Así también, para que el hilo de platino de la lámpara eléctrica se encienda, hace falta un mínimum de corriente; todo metal tiene su grado térmico de fusión, y todo líquido, dentro de una determinada presión, su punto fijo de congelación y de ebullición, en la medida en que los medios de que disponemos nos permiten producir la temperatura necesaria; y, finalmente, todo gas tiene su punto crítico, en que bajo una presión adecuada y enfriamiento se licua en forma de gotas... Las llamadas constantes de la física (los puntos de transición de un estado a otro. N. de la R.) no son, la mayor parte de las veces, más que los nombres de los puntos nodulares en que la suma o la sustracción cuantitativas (cambios cuantitativos) de movimiento provocan cambios cualitativos en el estado del cuerpo de que se trata; en que, por tanto, la cantidad se trueca en calidad" (F. Engels, "Dialéctica de la naturaleza", ed. cit., pág. 503). Y más adelante, pasando a la química, Engels prosigue: "Podríamos decir que la química es la ciencia de los cambios cualitativos de los cuerpos por efecto de los cambios operados en su composición cuantitativa. Y esto lo sabía ya el propio Hegel... Basta fijarse en el oxígeno: si combinamos, para formar una molécula, tres átomos en vez de dos, que es lo corriente, produciremos ozono, cuerpo que se distingue de un modo muy definido del oxígeno normal, tanto por su color como por sus efectos. Y no digamos de las diversas proporciones en que el oxígeno se combina con el nitrógeno o con el azufre, y cada una de las cuales produce un cuerpo cualitativamente distinto de los demás" (Obra citada, pág. 528). Por úlitmo, criticando a Dühring, que colma de injurias a la Hegel -sin perjuicio de tomar de él, a la chita callando, la conocida tesis de que el tránsito del reino de lo insensible al reino de las sensaciones, del mundo inorgánico al mundo de la vida orgánica, representa un salto a un nuevo estado- Engels dice: "Es, en absoluto, la línea nodular hegeliana de las proporciones de medida, en que el simple aumento o la simple disminución cuantitativa determina, al llegar a un determinado punto nodular, un salto cualitativo, como ocurre, por ejemplo, con el agua puesta a calentar o a enfriar, donde el punto de ebullición y el punto de congelación son los nódulos en -bajo una presión normal- se produce el salto a un nuevo estado de cohesión, es decir, en que la cantidad se trueca en calidad" (F. Engels, "Anti Dühring", pág. 49). d) Por oposición a la metafísica, la dialéctica parte del criterio de que los objetos y los fenómenos de la naturaleza llevan siempre implícitas contradicciones internas, pues todos ellos tienen su lado positivo y su lado negativo, su pasado y su futuro, su lado de caducidad y su lado de desarrollo; del criterio de que la lucha entre estos lados contrapuestos, la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que agoniza y lo que nace, entre lo que caduca y lo que se desarrolla, forma el contenido interno del proceso de desarrollo, el contenido interno de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios cualitativos. Por eso, el método dialéctico entiende que el proceso de desarrollo de lo inferior a lo superior no discurre a modo de un proceso de desenvolvimiento armónico de los fenómenos, sino poniendo siempre de relieve las contradicciones inherentes a los objetos y a los fenómenos, en un proceso de "lucha" entre las tendencias contrapuestas que actúan sobre la base de aquellas contradicciones. "Dialéctica, en sentido estricto, es -dice Lenin- el estudio de las contradicciones contenidas en la misma esencia de los objetos" (Lenin, "Cuadernos filosóficos", pág. 263, ed. rusa). Y más adelante: "El desarrollo es la "lucha" entre tendencias contrapuestas" (Lenin, t. XIII, pág. 301, ed. rusa). Tales son, brevemente expuestos, los rasgos fundamentales del método dialéctico marxista. No es difícil comprender cuán enorme es la importancia que la difusión de los principios del método dialéctico tiene para el estudio de la vida social y de la historia de la sociedad y qué importancia tan enorme encierra la aplicación de estos principios a la historia de la sociedad y a la actuación práctica del Partido del proletariado. Si en el mundo no existen fenómenos aislados, si todos los fenómenos están vinculados entre sí y se condicionan unos a otros, es evidente que todo régimen social y todo movimiento social que aparece en la historia debe ser juzgado, no desde el punto de vista de la "justicia eterna" o de cualquier otra idea preconcebida, que es lo que suelen hacer los historiadores, sino desde el punto de vista de las condiciones que han engendrado este régimen y este movimiento sociales y a las cuales se hallan vinculados. Dentro de las condiciones modernas, el régimen de la esclavitud es un absurdo y una necedad contraria a la lógica. En cambio, dentro de las condiciones de disgregación del régimen del comunismo primitivo, la esclavitud era un fenómeno perfectamente lógico y natural ya que representaba un progreso en comparación con el comunismo primitivo. La reivindicación de la República democráticoburguesa dentro de las condiciones del zarismo y de la sociedad burguesa, por ejemplo, en la Rusia de 1905, era una reivindicación perfectamente lógica, acertada y revolucionaria, pues la República burguesa representaba, en aquel tiempo, un progreso. En cambio, dentro de las condiciones actuales de la U.R.S.S., la reivindicación de la República democráticoburguesa sería absurda y contrarrevolucionaria, pues, comparada con la República Soviética, la República burguesa significa un retroceso. Todo depende, pues, de las condiciones, del lugar y del tiempo. Es evidente que, sin abordar desde este punto de vista histórico los fenómenos sociales, no podría existir ni desarrollarse la ciencia de la historia, pues este modo de abordar los fenómenos es el único que impide a la ciencia histórica convertirse en un caos de sucesos fortuitos y en un montón de los más absurdos errores. Ahora bien, si el mundo se halla en incesante movimiento y desarrollo, y si la ley de este desarrollo es la extinción de lo viejo y el fortalecimiento de lo nuevo, es evidente que ya no puede haber ningún régimen social "inconmovible", ni pueden existir los "principios eternos" de la propiedad privada y la explotación, ni las "ideas eternas" de sumisión de los campesinos a los terratenientes y de los obreros a los capitalistas. Esto quiere decir que el régimen capitalista puede ser sustituido por el régimen socialista, del mismo modo que, en su día, el régimen capitalista sustituyó al régimen feudal. Esto quiere decir que hay que orientarse, no hacia aquellas capas de la sociedad que han llegado ya al término de su desarrollo, aunque en el momento presente constituyan la fuerza predominante, sino hacia aquellas otras que se están desarrollando y que tiene un porvenir, aunque no sean las fuerzas predominantes en el momento actual. En la década del 80 del siglo pasado, en la época de lucha entre los marxistas y los populistas, el proletariado constituía, en Rusia, una minoría insignificante, en comparación con los campesinos individuales, que formaban la inmensa mayoría de la población. Pero el proletariado se estaba desarrollando como clase, mientras que los campesinos, como clase, se disgregaban. Precisamente por esto, porque el proletariado se estaba desarrollando como clase, los marxistas se orientaban hacia él. Y no se equivocaron, pues, como es sabido, el proletariado se convirtió, andando el tiempo, de una fuerza insignificante en una fuerza histórica y política de primer orden. Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que mirar hacia delante y no hacia atrás. Continuemos. Si el tránsito de los lentos cambios cuantitativos a los rápidos y súbitos cambios cualitativos constituye una ley del desarrollo, es evidente que las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por las clases oprimidas representan un fenómeno absolutamente natural e inevitable. Esto quiere decir que el paso del capitalismo al socialismo y la liberación de la clase obrera del yugo capitalista no puede realizarse por medio de cambios lentos, por medio de reformas, sino sólo mediante la transformación cualitativa del régimen capitalista, es decir, mediante la revolución. Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que ser revolucionario y no reformista. Pues bien, si el proceso de desarrollo es un proceso de revelación de contradicciones internas, un proceso de choques entre fuerzas contrapuestas, sobre la base de estas contradicciones, y con el fin de superarlas, es evidente que la lucha de clases del proletariado constituye un fenómeno perfectamente natural e inevitable. Esto quiere decir que lo que hay que hacer, no es disimular las contradicciones del régimen capitalista, sino ponerlas al desnudo y desplegarlas en toda su extensión; no amortiguar la lucha de clases, sino llevarla a término consecuentemente. Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que mantener una política proletaria, de clase, intransigente, y no una política reformista de armonía de intereses entre el proletariado y la burguesía, una política oportunista de "evolución pacífica" del capitalismo al socialismo. En esto consiste el método dialéctico marxista, aplicado a la vida social y a la historia de la sociedad. Por lo que se refiere al materialismo filosófico marxista, es, fundamentalmente, lo opuesto al idealismo filosófico. 2) El materialismo filosófico marxista se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales: A) Por oposición al idealismo, que considera el mundo como la materialización de la "idea absoluta", del "espíritu universal", de la "conciencia", el materialismo filosófico de Marx parte del criterio de que el mundo es, por su naturaleza, algo material; de que los múltiples y variados fenómenos del mundo constituyen diversas formas y modalidades de la materia en movimiento; de que los vínculos mutuos y las relaciones de interdependencia entre los fenómenos que el método dialéctico pone de relieve son las leyes, con arreglo a las cuales se desarrolla la materia en movimiento; de que el mundo se desarrolla con arreglo a las leyes que rigen el movimiento de la materia, sin necesidad de ningún "espíritu universal". "La concepción materialista del mundo -dice Engels- se limita sencillamente a concebir la naturaleza tal y como es, sin ninguna clase de aditamentos extraños" (F. Engels, "Ludwig Feuerbach", en Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. Europa-América, t. I, pág. 413). Refiriéndose a la concepción materialista de un filósofo de la antigüedad, Heráclito, según el cual "el mundo forma una unidad por sí mismo y no ha sido creado por ningún dios ni por ningún hombre, sino que ha sido, es y será eternamente un fuego vivo que se enciende y se apaga con arreglo a leyes", dice Lenin: "He aquí una excelente definición de los principios del materialismo dialéctico" (Lenin, "Cuadernos filosóficos", pág. 318). B) Por oposición al idealismo, el cual afirma que sólo nuestra conciencia tiene una existencia real y que el mundo material, el ser, la naturaleza, sólo existen en nuestra conciencia, en nuestras sensaciones, en nuestras percepciones, en nuestras ideas, el materialismo filosófico marxista parte del criterio de que la materia, la naturaleza, el ser, son una realidad objetiva, existen fuera de nuestra conciencia e independientemente de ella, de que la materia es lo primario, ya que constituye la fuente de la que se derivan las sensaciones, las percepciones y la conciencia, y ésta lo secundario, lo derivado, ya que es la imagen refleja de la materia, la imagen refleja del ser; parte del criterio de que el pensamiento es un producto de la materia al llegar a un alto grado de perfección en su desarrollo, y más concretamente, un producto del cerebro y éste el órgano del pensamiento, y de que, por tanto, no cabe, a menos de caer en un craso error, separar el pensamiento de la materia. "El problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza es -dice Engels- el problema supremo de toda la filosofía... Los filósofos se dividían en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban el carácter primario del espíritu frente a la naturaleza... formaban en el campo del idealismo. Los otros, los que reputaban la naturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del materialismo" (F.Engels, "Ludwig Feuerbach", en Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, págs. 407-408). Y más adelante: "El mundo material y perceptible por los sentidos, del que formamos parte también los hombres, es el único mundo real... Nuestra conciencia y nuestro pensamiento, por muy desligados de los sentidos que parezcan, son el producto de un órgano material, físico: el cerebro. La materia no es un producto del espíritu, sino éste el producto supremo de la materia" (F. Engels, obra citada, pág. 411). Refiriéndose al problema de la materia y el pensamiento, manifiesta Marx: "No es posible separar el pensamiento de la materia pensante. La materia es el sujeto de todos los cambios" (Obra citada, pág. 380). Caracterizando el materialismo filosófico marxista, dice Lenin: "El materialismo en general reconoce la existencia real y objetiva del ser (la materia), independientemente de la conciencia, de las sensaciones, de la experiencia... La conciencia... no es más que un reflejo del ser, en el mejor de los casos su reflejo más o menos exacto (adecuado, ideal en cuanto a precisión)" (Lenin, t. XIII, págs. 266-267, edición rusa). Y en otros pasajes: a) "Es materia lo que, actuando sobre nuestros órganos sensoriales, produce las sensaciones; la materia es la realidad objetiva que las sensaciones nos transmiten... La materia, la naturaleza, al existencia, lo físico, es lo primario; el espíritu, la conciencia, las sensaciones, lo psíquico, lo secundario" (Obra citada, págs. 119-120). b) "El cuadro del mundo es el cuadro de cómo se mueve y cómo piensa la materia" (Obra citada, pág. 125). c) "El cerebro es el órgano del pensamiento" (Obra citada, pág. 125). C) Por oposición al idealismo, que disputa la posibilidad de conocer el mundo y las leyes por que se rige, que no cree en la veracidad de nuestros conocimientos, que no reconoce la verdad objetiva y entiende que el mundo está lleno de "cosas en sí", que jamás podrán ser conocidas por la ciencia, el materialismo filosófico marxista parte del principio de que el mundo y las leyes por que se rige son perfectamente cognoscibles, de que nuestros conocimiento acerca de las leyes de la naturaleza, comprobados por la experiencia, por la práctica, son conocimientos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas, de que en el mundo no hay cosas incognoscibles, sino simplemente cosas aun no conocidas, pero que la ciencia y la experiencia se encargarán de revelar y de dar a conocer. Criticando las tesis de Kant y de otros idealistas acerca de la incognoscibilidad del mundo y de las "cosas en sí" incognoscibles y defendiendo la consabida tesis del marxismo acerca de la veracidad de nuestros conocimientos, escribe Engels: "La refutación más contundente de estas manías, como de todas las demás manías filosóficas, es la práctica, o sea el experimento y la industria. Si podemos demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural reproduciéndolo nosotros mismo, creándolo como resultado de sus mismas condiciones, y si, además, los ponemos al servicio de nuestros propios fines, daremos al traste con la "cosa en sí" inasequible de Kant. Las sustancias químicas producidas en el mundo vegetal y animal siguieron siendo "cosas en sí" inasequibles hasta que la química orgánica comenzó a producirlas unas tras otras; con ello, la "cosa en sí" se convirtió en una cosa para nosotros, como, por ejemplo, la materia colorante de la rubia, la alizarina, que hoy ya no se extrae de la raíz natural de aquella planta, sino que se obtiene de alquitrán de carbón, procedimiento mucho más barato y más sencillo. El sistema solar de Copérnico fue durante trescientos años una hipótesis, por la que se podía apostar cien, mil, diez mil contra uno, pero a pesar de todo, una hipótesis, hasta que Leverrier, con los datos tomados de este sistema, pudo calcular, no sólo la necesidad de la existencia de un planeta desconocido, sino, además, el lugar en que este planeta tenía que encontrarse en el firmamento, y hasta que vino luego Galle y descubrió efectivamente este planeta: a partir de este momento, el sistema de Copérnico quedó demostrado" (Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, pág. 409). Acusando a Bogdanov, Basarov, Yushkevich y otros partidarios de Mach de fideísmo y defendiendo la consabida tesis del materialismo de que nuestros conocimientos científicos acerca de las leyes por las que se rige la naturaleza son conocimientos veraces y de que las leyes de la ciencia constituyen verdades objetivas, dice Lenin: "El fideísmo moderno no rechaza, ni mucho menos, la ciencia; lo único que rechaza son las "pretensiones desmesuradas" de la ciencia, y concretamente, sus pretensiones de verdad objetiva. Si existe una verdad objetiva (como entienden los materialistas) y si las ciencias naturales, reflejando el mundo exterior en la "experiencia" del hombre, son las únicas que pueden darnos esa verdad objetiva, todo fideísmo queda refutado incontrovertiblemente" (Lenin, t. XII, página 102, ed. rusa). Tales son, brevemente expuestos, los rasgos característicos del materialismo filosófico marxista. Fácil es comprender la importancia tan enorme que tiene la aplicación de los principios del materialismo filosófico al estudio de la vida social, el estudio de la historia de la sociedad, la importancia tan enorme que tiene el aplicar estos principios a la historia de la sociedad y a la actuación práctica del Partido del proletariado. Si la ley por la que se rige el desarrollo de la naturaleza es la relación entre los fenómenos naturales y su interdependencia, de aquí se deduce que la relación e interdependencia entre los fenómenos sociales no constituyen tampoco un hecho fortuito, sino la ley por la que se rige el desarrollo de la sociedad. Esto quiere decir que la vida social y la historia de la sociedad ya no son un conglomerado de hechos "fortuitos", pues la historia de la sociedad se convierte en el desarrollo de la sociedad con arreglo a sus leyes, y el estudio de la historia de la sociedad adquiere categoría de ciencia. Esto quiere que la actuación práctica del Partido del proletariado debe basarse, no en lo buenos deseos de las "ilustres personalidades", no en los postulados de la "razón", de la "moral universal", etc., sino en las leyes del desarrollo de la sociedad y en el estudio de éstas. Ahora bien, si el mundo es cognoscible, y nuestros conocimientos acerca de las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza son conocimientos veraces, que tiene el valor de verdades objetivas, esto quiere decir que también la vida social, el desarrollo de la sociedad, son susceptibles de ser conocidos; y que los datos que nos brinda la ciencia sobre las leyes del desarrollo de la sociedad son datos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas. Esto quiere decir que la ciencia que estudia la historia de la sociedad puede adquirir, pese a toda la complejidad de los fenómenos de la vida social, la misma precisión que la biología, por ejemplo, ofreciéndonos la posibilidad de dar una aplicación práctica a las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad. Esto quiere decir que, en su actuación práctica, el Partido del proletariado debe guiarse, no por estos o los otros motivos fortuitos, sino por las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad y por las conclusiones que de ellas se derivan. Esto quiere decir que el socialismo deja de ser un sueño acerca de un futuro mejor de la Humanidad, para convertirse en una ciencia. Esto quiere decir que el enlace entre la ciencia y la actuación práctica, entre la teoría y la práctica, su unidad, debe ser la estrella polar que guíe al Partido del proletariado. Luego, si la naturaleza, la existencia, el mundo material son lo primario, y la conciencia, el pensamiento, lo secundario, lo derivado; si el mundo material constituye la realidad objetiva, que existe independientemente de la conciencia del hombre, y la conciencia es la imagen refleja de esta realidad objetiva, de aquí se deduce que la vida material de la sociedad, su existencia, es también lo primario, y su vida espiritual, lo secundario, lo derivado; que la vida material de la sociedad es la realidad objetiva, que existe independientemente de la voluntad de los hombres, y la vida espiritual de la sociedad, el reflejo de esta realidad objetiva, el reflejo del ser. Esto quiere decir que la fuente donde se forma la vida espiritual de la sociedad, la fuente de la que emanan las ideas sociales, las teorías sociales, las concepciones y las instituciones políticas hay que buscarla, no en estas mismas ideas, teorías, concepciones e instituciones políticas, sino en las condiciones de la vida material de la sociedad, en la existencia social, de la cual son reflejos estas ideas, teorías, concepciones, etc. Esto quiere decir que si en los diversos periodos de la historia de la sociedad nos encontramos con diversas ideas, teorías y concepciones sociales e instituciones políticas diferentes; si bajo el régimen de la esclavitud observamos unas ideas, teorías y concepciones sociales, unas instituciones políticas, bajo el feudalismo otras, y otras distintas bajo el capitalismo, la explicación de esto no está en la "naturaleza", ni en la "peculiaridad" de las propias ideas, teorías, concepciones e instituciones políticas, sino en las distintas condiciones de la vida material de la sociedad dentro de los diversos periodos de desarrollo social. Según sean las condiciones de existencia de la sociedad, las condiciones en que se desenvuelve su vida material, así son sus ideas, sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas. En relación con esto, dice Marx: "No es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino, por el contrario, su existencia social la que determina su conciencia" (Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, pág. 339). Esto quiere decir que, en política, para no equivocarse y no convertirse en una colección de vacuos soñadores, el Partido del proletariado debe tomar como punto de partida para su actuación, no los "principios" abstractos de la "razón humana", sino las condiciones concretas de la vida material de la sociedad, que constituyen la fuerza decisiva del desarrollo social; no los buenos deseos de los "grandes hombres", sino las exigencias reales impuestas por el desarrollo de la vida material de la sociedad. El fracaso de los utopistas, incluyendo entre ellos los populistas, los anarquistas y los socialrevolucionarios, se explica, entre otras razones, porque no reconocían la importancia primaria de la condiciones de vida material de la sociedad en cuanto al desarrollo de ésta, sino que, cayendo en el idealismo, erigían toda la actuación práctica, no sobre la exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sino, independientemente de ellas y en contra de ellas, sobre "planes ideales" y "proyectos universales", desligados de la vida real de la sociedad. La fuerza y la vitalidad del marxismo-leninismo estriban precisamente en que toma como base para su actuación práctica las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sin desligarse jamás de la vida real de ésta. Sin embargo, de las palabras de Marx no se desprende que las ideas y las teorías sociales, las concepciones y las instituciones políticas, no tengan importancia alguna en la vida de la sociedad, que no ejerzan de rechazo una influencia sobre la existencia social, sobre el desarrollo de las condiciones materiales de la vida de la sociedad. Hasta ahora, nos hemos venido refiriendo únicamente al origen de las ideas y teoría sociales y de las concepciones e instituciones políticas, a su nacimiento, al hecho de que la vida espiritual de la sociedad es el reflejo de las condiciones de su vida material. En lo tocante a la importancia de las ideas y teorías sociales y de las concepciones e instituciones políticas, en lo tocante al papel que desempeñan en la historia, el materialismo histórico no sólo no niega, sino que, por el contrario, subraya la importancia del papel y de la significación que les corresponde en la vida y en la historia de la sociedad. Pero las ideas y teorías sociales no son todas iguales. Hay ideas y teorías viejas que han cumplido ya su misión y que sirven a los intereses de fuerzas sociales caducas. Su papel consiste en frenar el desarrollo de la sociedad, su marcha progresiva. Y hay ideas y teorías nuevas, avanzadas, que sirven a los intereses de las fuerzas de vanguardia de la sociedad. El papel de éstas consiste en facilitar el desarrollo de la sociedad, su marcha progresiva, siendo su importancia tanto más grande cuanto mayor sea la exactitud con que respondan a las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad. Las nuevas ideas y teorías sociales sólo surgen después que el desarrollo de la vida material de la sociedad plantea a ésta nuevas tareas. Pero después de surgir se convierten en una fuerza importante, que facilita la ejecución de estas nuevas tareas planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, que facilita los progresos de ésta. Es aquí, precisamente, donde se acusa la formidable importancia organizadora, movilizadora y transformadora de las nuevas ideas, de las nuevas teorías y de las nuevas concepciones políticas, de las nuevas instituciones políticas. Por eso, las nuevas ideas y teorías sociales surgen en rigor, porque son necesarias para la sociedad, porque sin su labor organizadora, movilizadora y transformadora sería imposible llevar a cabo las tareas que plantea el desarrollo de la vida material de la sociedad y que están ya en sazón de ser cumplidas. Y como surgen sobre la base de las nuevas tareas planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, las nuevas ideas y teorías sociales se abren paso, se convierten en patrimonio de las masas populares, movilizan y organizan a éstas contra las fuerzas sociales caducas, facilitando así el derrocamiento de estas fuerzas sociales caducas que frenan el desarrollo de la vida material de la sociedad. He aquí como las ideas y teorías sociales, las instituciones políticas, que brotan sobre la base de las tareas ya maduras para su solución planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, por el desarrollo de la existencia social, actúan luego, a su vez, sobre esta existencia social, sobre la vida material de la sociedad, creando las condiciones necesarias para llevar a término la ejecución de las tareas ya maduras de la vida material de la sociedad y hacer posible su desarrollo ulterior. En relación con esto, dice Marx: "La teoría se convierte en una fuerza material tan pronto como prende en las masas" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. I, pág. 406). Esto quiere decir que para poder actuar sobre las condiciones de la vida material de la sociedad y acelerar su desarrollo, acelerar su mejoramiento, el Partido del proletariado tiene que apoyarse en una teoría social, en una idea social que refleje certeramente las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad y que, gracias a ello, sea capaz de poner en movimiento a las grandes masas del pueblo, de movilizarlas y organizar con ellas el gran ejército del Partido proletario apto para aplastar a las fuerzas reaccionarias y allanar el camino a las fuerzas avanzadas de la sociedad. El fracaso de los "economistas" y de los mensheviques se explica, entre otras razones, por el hecho de que no reconocían la importancia movilizadora, organizadora y transformadora de la teoría de vanguardia, de la idea de vanguardia y, cayendo en un materialismo vulgar, reducían su papel casi a la nada, y consiguientemente condenaban al Partido a la pasividad, a vivir vegetando. La fuerza y la vitalidad del marxismo-leninismo estriban en que se apoya en una teoría de vanguardia que refleja certeramente las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, y que coloca a la teoría a la altura que le corresponde y considera su deber utilizar íntegramente su fuerza de movilización, de organización y de transformación. Así es como resuelve el materialismo histórico el problema de las relaciones entre la existencia social y la conciencia social, entre las condiciones de desarrollo de la vida material y el desarrollo de la vida espiritual de la sociedad. Resta sólo contestar a estas preguntas: ¿Qué se entiende, desde el punto de vista del materialismo histórico, por "condiciones de vida material de la sociedad", que son la que determinan, en última instancia, la fisonomía de la sociedad, sus ideas, sus concepciones, instituciones políticas, etc.? ¿Cuáles son esas "condiciones de vida material de la sociedad", cuáles son sus rasgos característicos? Es indudable que en este concepto de "condiciones de vida material de la sociedad" entra, ante todo, la naturaleza que rodea a la sociedad, el medio geográfico, que es una de las condiciones necesarias y constantes de la vida material de la sociedad y que, naturalmente, influye en el desarrollo de ésta. ¿Cuál es el papel del medio geográfico en el desarrollo de la sociedad? ¿No será, acaso, el medio geográfico el factor fundamental que determina la fisonomía de la sociedad, el carácter del régimen social de los hombres, la transición de un régimen a otra? El materialismo histórico contesta negativamente a esta pregunta. El medio geográfico es, indiscutiblemente, una de las condiciones constantes y necesarias del desarrollo de la sociedad e influye, indudablemente, en él, acelerándolo o amortiguándolo. Pero esta influencia no es determinante, ya que los cambios y el desarrollo de la sociedad se operan con una rapidez incomparablemente mayor que los que afectan al medio geográfico. En el transcurso de tres mil años, Europa vio desparecer tres regímenes sociales: el del comunismo primitivo, el de la esclavitud y el régimen feudal, y en la parte oriental de Europa, en la U.R.S.S., fenecieron cuatro. Pues bien, durante este tiempo, las condiciones geográficas de Europa no sufrieron cambio alguno, o si sufrieron fue tan leve que la geografía no cree que merece la pena registrarlo. Y se comprende que sea así. Para que el medio geográfico experimente cambios de cierta importancia, hacen falta millones de años, mientras que en unos cientos o en un par de miles de años pueden operarse incluso cambios de la mayor importancia en el régimen social. De aquí se desprende que el medio geográfico no puede ser la causa fundamental, el factor determinante del desarrollo social, pues, ¿cómo lo que permanece casi invariable a través de decenas de miles de años va a poder ser la causa fundamental a que obedezca el desarrollo de lo que en el espacio de unos cuantos cientos de años experimenta cambios radicales? Asimismo, es indudable que el crecimiento de la población, la mayor o menor densidad de población, es también un factor que forma parte del concepto de las "condiciones materiales de vida de la sociedad", ya que entre estas condiciones materiales se cuenta como elemento necesario el hombre, y no podría existir la materialidad de la vida social sin un determinado mínimum de seres humanos. ¿No será, acaso, el desarrollo de la población el factor cardinal que determina el carácter del régimen social en que viven los hombres? El materialismo histórico contesta negativamente también a esta pregunta. Es indudable que el crecimiento de la población influye en el desarrollo de la sociedad, facilitando o entorpeciendo este desarrollo, pero no puede ser el factor cardinal a que obedece, ni su influencia puede tener un carácter determinante en cuanto al desarrollo social, ya que el crecimiento de la población de por sí no nos ofrece la clave para explicar por qué un régimen social dado es sustituido precisamente por un determinado régimen nuevo y no por otro, por qué el régimen del comunismo primitivo fue sustituido precisamente por el régimen de la esclavitud; el régimen esclavista por el régimen feudal y éste por el burgués, y no por otros cualesquiera. Si el crecimiento de la población fuese el factor determinante del desarrollo social, a una mayor densidad de población tendría que corresponder forzosamente, en la práctica, un tipo proporcionalmente más elevado de régimen social. Pero en realidad no ocurre así. La densidad de la población de China es cuatro veces mayor que la de los Estados Unidos, a pesar de lo cual los Estados Unidos ocupan un lugar más elevado que China en lo que a desarrollo social se refiere, pues mientras que en China sigue imperando el régimen semifeudal, los Estados Unidos, hace ya mucho tiempo que han llegado a la fase culminante de desarrollo del capitalismo. La densidad de población de Bélgica es 19 veces mayor que la de los Estados Unidos y 26 veces mayor que la de la U.R.S.S., y, sin embargo, Norteamérica sobrepasa a Bélgica en lo tocante a su desarrollo social, y la U.R.S.S., le lleva de ventaja toda una época histórica, pues mientras que en Bélgica impera el régimen capitalista, la U.R.S.S. ha liquidado ya el capitalismo e instaurado el régimen socialista. De aquí se desprende que el crecimiento de la población no es ni puede ser el factor cardinal en el desarrollo de la sociedad, el factor determinante del carácter del régimen social, de la fisonomía de sociedad. ¿Cuál es, entonces, dentro del sistema de las condiciones materiales de vida de la sociedad, el factor cardinal que determina la fisonomía de aquella, el carácter del régimen social, el paso de la sociedad de un régimen social a otro? Este factor es, según el materialismo histórico, el modo de obtención de los medios de vida necesarios para la existencia del hombre, el modo de producción de los bienes materiales, del alimento, del vestido, del calzado, de la vivienda, del combustible, de los instrumentos de producción, etc., necesarios para que la sociedad pueda vivir y desarrollarse. Para vivir, el hombre necesita alimentos, vestido, calzado, vivienda, combustible, etc.; para obtener estos bienes materiales, tiene que producirlos, y para poder producirlos necesita disponer de medios de producción, con ayuda de los cuales se consigue el alimento, se fabrica el vestido, el calzado, se construye la vivienda, se obtiene el combustible, etc.; necesita aprender a producir estos instrumentos y a servirse de ellos. Instrumentos de producción, con ayuda de los cuales se producen los bienes materiales, y hombres que los manejan y efectúan la producción de los bienes materiales, por tener una cierta experiencia productiva y hábitos de trabajo: tales son los elementos que en conjunto forman las fuerzas productivas de la sociedad. Pero las fuerzas productivas no son más que uno de los aspectos de la producción, uno de los aspectos del modo de producción, el aspecto que refleja la relación entre el hombre y los objetos y las fuerzas de la naturaleza empleados para la producción de los bienes materiales. El otro factor de la producción, el otro aspecto del modo de producción, lo constituyen las relaciones de unos hombres con otros dentro del proceso de la producción, las relaciones de producción entre los hombres. Los hombres no luchan con la naturaleza y no la utilizan para la producción de bienes materiales aisladamente, desligados unos de otros, sino juntos, en grupos, en sociedades. Por eso, la producción es siempre y bajo cualesquiera condiciones una producción social. Al efectuar la producción de los bienes materiales, los hombres establecen entre sí, dentro de la producción, tales o cuales relaciones mutuas, tales o cuales relaciones de producción. Estas relaciones pueden ser relaciones de colaboración y ayuda mutua entre hombres libres de toda explotación, pueden ser relaciones de imperio y subordinación o pueden ser, por último, relaciones de tipo transitorio entre la primera forma y la segunda. Pero , cualquiera que sea su carácter, las relaciones de producción constituyen -siempre y en todos los regímenes- un elemento tan necesario de la producción como las mismas fuerzas productivas de la sociedad. "En la producción -dice Marx- los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan con la naturaleza y como se efectúa la producción" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, ed. citada, t. V, pág. 429). Consiguientemente, la producción, el modo de producción, no abarca solamente las fuerzas productivas de la sociedad, sino también las relaciones de producción entre los hombres, relaciones que son, por tanto, la forma en que toma cuerpo su unidad dentro del proceso de la producción de bienes materiales. Una de las características, de la producción es que jamás se estanca en un punto durante un largo periodo, sino que cambia y se desarrolla constantemente, con la particularidad de que estos cambios operados en el modo de producción provocan inevitablemente el cambio de todo el régimen social, de las ideas sociales, de las concepciones e instituciones políticas; provocan la reorganización de todo el sistema político y social. En las diversas fases de desarrollo, el hombre emplea diversos modos de producción o, para decirlo en términos más vulgares, mantiene distinto género de vida. Bajo el régimen del comunismo primitivo, el modo de producción empleado es distinto que bajo la esclavitud, bajo el régimen de la esclavitud es distinto que bajo el feudalismo, etc. Y, en consonancia con esto, varían también el régimen social de vida de los hombres, su vida espiritual, sus concepciones e instituciones políticas. Según sea el modo de producción existente en una sociedad, así es también, fundamentalmente, esta misma sociedad y así son sus ideas y sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas. O, para decirlo en términos más vulgares, según vive el hombre, así piensa. Esto significa que la historia del desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia del desarrollo de la producción, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros a lo largo de los siglos, la historia del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción entre los hombres. Esto quiere decir que la historia del desarrollo social es, al propio tiempo, la historia de los propios productores de bienes materiales, la historia de las masas trabajadoras, que son el factor fundamental del proceso de producción y las que llevan a cabo la producción de los bienes materiales necesarios para la existencia de la sociedad. Esto quiere decir que la ciencia histórica, si pretende ser una verdadera ciencia, no debe seguir reduciendo la historia del desarrollo social a los actos de los reyes y de los caudillos militares, a los actos de los "conquistadores" y "avasalladores" de Estados, sino que debe ocuparse, ante todo, de la historia de los productores de los bienes materiales, de la historia de las masas trabajadoras, de la historia de los pueblos. Esto quiere decir que la clave para el estudio de las leyes de la historia de la sociedad no hay que buscarlas en las cabezas de los hombres, en las ideas y concepciones de la sociedad, sino en el modo de producción aplicado por la sociedad en cada uno de sus periodos históricos, es decir, en la economía de la sociedad. Esto quiere decir que la tarea primordial de la ciencia histórica es el estudio y el descubrimiento de las leyes de la producción, de las leyes del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, de las leyes del desarrollo económico de la sociedad. Esto quiere decir que el Partido del proletariado, para ser un verdadero partido, debe, ante todo, conocer cumplidamente las leyes del desarrollo de la producción, las leyes del desarrollo económico de la sociedad. Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, el Partido del proletariado debe, ante todo, tanto en lo que se refiere a la formación de su programa como en lo que atañe a su actuación práctica, arrancar de las leyes del desarrollo de la producción, de las leyes del desarrollo económico de la sociedad. La segunda característica de la producción consiste en que sus cambios y su desarrollo arrancan siempre, como de su punto de partida, de los cambios y del desarrollo de las fuerzas productivas, y, ante todo, de los que afectan a los instrumentos de producción. Las fuerzas productivas constituyen, por tanto, el elemento más dinámico y más revolucionario de la producción. Al principio, cambian se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad, y luego, con sujeción a estos cambios y congruentemente con ellos, cambian las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas. Sin embargo, esto no quiere decir que las relaciones de producción no influyan sobre el desarrollo de las fuerzas productivas y que éstas no dependan de aquéllas. Las relaciones de producción, aunque su desarrollo dependa del de las fuerzas productivas, actúan a su vez sobre el desarrollo de éstas, acelerándolo o amortiguándolo. A este propósito, conviene advertir que las relaciones de producción no pueden quedarse por un tiempo demasiado largo rezagadas de las fuerzas productivas al crecer éstas, ni hallarse en contradicción con ellas, ya que las fuerzas productivas sólo pueden desarrollarse plenamente cuando las relaciones de producción están en armonía con ellas por su carácter y su estado de progreso y dejan margen para su desarrollo. Por eso, por muy rezagadas que las relaciones de producción se queden respecto al desarrollo de las fuerzas productivas, tienen necesariamente que ponerse y se ponen realmente -más tarde o más temprano- en armonía con el nivel del desarrollo de las fuerzas productivas y con el carácter de éstas. En otro caso, nos encontraríamos ante una ruptura radical de la unidad entre las fuerzas productivas y la relaciones de producción dentro del sistema de ésta, con un descoyuntamiento de la producción en bloque, con una crisis de producción, con el derrumbamiento de las fuerzas productivas. Un ejemplo de desarmonía entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, de conflicto entre ambos factores, lo tenemos en las crisis económicas de los países capitalistas, donde la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción está en violenta discordancia con el carácter social del proceso de producción, con el carácter de las fuerzas productivas. Resultado de esta discordancia son las crisis económicas, que conducen a la destrucción de las fuerzas productivas; y esta discordancia constituye, de por sí, la base económica de la revolución social, cuya misión consiste en destruir las relaciones de producción existentes, para crear otras nuevas, en armonía con el carácter de las fuerzas productivas. Por el contrario, el ejemplo de una armonía completa entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, nos lo ofrece la Economía socialista de la U.R.S.S., donde la propiedad social sobre los medios de producción concuerda plenamente con el carácter social del proceso de la producción y donde, por tanto, no existen crisis económicas ni se producen casos de destrucción de las fuerzas productivas. Por consiguiente, las fuerzas productivas no son solamente el elemento más dinámico y más revolucionario de la producción, sino que son, además, el elemento determinante de su desarrollo. Según sean las fuerzas productivas, así tienen que ser también las relaciones de producción. Si el estado de las fuerzas productivas responde a la pregunta de con qué instrumento de producción crean los hombres los bienes materiales que les son necesarios, el estado de las relaciones de producción responde ya a otra pregunta: ¿en poder de quién están los medios de producción (la tierra, los bosques, las aguas, el subsuelo, las materias primas, las herramientas y los edificios de producción, las vías y medios de comunicación, etc.); a disposición de quién se hallan los medios de producción; a disposición de toda la sociedad, o a disposición de determinados individuos, grupos o clases, que los emplean para explotar a otros individuos, grupos o clases? He aquí un cuadro esquemático del desarrollo de las fuerzas productivas desde los tiempos primitivos hasta nuestros días. De las herramientas de piedra sin pulimentar se pasa al arco y la flecha y, en relación con esto, de la caza como sistema de vida a la domesticación de animales y a la ganadería primitiva; de las herramientas de piedra se pasa a las herramientas de metal (al hacha de hierro, arado con reja de hierro, etc.) y, en consonancia con esto, al cultivo de las plantas y a la agricultura; viene luego el mejoramiento progresivo de las herramientas metálicas para la elaboración de materiales, se pasa a la fragua de fuelle y a la alfarería y, en consonancia con esto, se desarrollan los oficios artesanos, se desglosan estos oficios de la agricultura, se desarrolla la producción independiente de los artesanos y, más tarde, la manufactura; de los instrumentos artesanos de producción se pasa a la máquina, y la producción artesana y manufacturera se transforma en la industria mecánica, y, por último, se pasa al sistema de máquinas, y aparece la gran industria mecánica moderna: tal es, en líneas generales y no completas, ni mucho menos, el cuadro de desarrollo de las fuerzas productivas sociales a lo largo de la historia de la Humanidad. Además, como es lógico, el desarrollo y perfeccionamiento de los instrumentos de producción corren a cargo de hombres relacionados con la producción y no se realizan con independencia de éstos; por tanto, a la par con los cambios y el desarrollo de los instrumentos de producción, cambian y se desarrollan también los hombres, como el elemento más importante de las fuerzas productivas, cambian y se desarrollan su experiencia, en punto a la producción, sus hábitos de trabajo y su talento para el empleo de los instrumentos de producción. En consonancia con los cambios y el desarrollo experimentados por las fuerzas productivas de la sociedad en el curso de la historia, cambian también y se desarrollan las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas. La historia conoce cinco tipos fundamentales de relaciones de producción: el comunismo primitivo, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. Bajo el régimen del comunismo primitivo, la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Esto es lo que, en substancia, corresponde al carácter de las fuerzas productivas durante este periodo. Las herramientas de piedra y el arco y la flecha, que aparecen más tarde, excluían la posibilidad de luchar aisladamente contra las fuerzas de la naturaleza y contra las bestias feroces. Si no querían morir de hambre, ser devorados por la fieras o sucumbir a manos de las tribus vecinas, los hombres de aquella época veíanse obligados a trabajar en común, y así era cómo recogían los frutos en el bosque, cómo organizaban la pesca, cómo construían sus viviendas, etc. El trabajo en común condujo a la propiedad en común sobre los instrumentos de producción al igual que sobre los productos. Aun no había surgido la idea de la propiedad privada sobre los medios de producción, exceptuando la propiedad personal de ciertas herramientas, que al mismo tiempo que herramientas de trabajo eran armas de defensa contra las bestias feroces. No existía aún explotación, no existían clases. Bajo el régimen de la esclavitud, la base de las relaciones de producción es la propiedad del esclavista sobre los medios de producción, así como también sobre los propios productores, los esclavos, a quienes el esclavista podía vender, comprar y matar, como a ganado. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este periodo. Ahora, en vez de las herramientas de piedra, el hombre dispone ya de herramientas de metal. En vez de aquella mísera economía primitiva basada en la caza y que no conocía ni la ganadería ni la agricultura, existen la ganadería, la agricultura, los oficios artesanos y la división del trabajo entre estas diversas ramas de producción; existe la posibilidad de efectuar un intercambio de productos entre los distintos individuos y las distintas sociedades y la posibilidad de acumular riquezas en manos de unas cuantas personas; se produce, en efecto, una acumulación de medios de producción en manos de una minoría y surge la posibilidad de que esta minoría sojuzgue a la mayoría y convierta a sus componentes en esclavos. Ya no existe el trabajo libre y en común de todos los miembros de la sociedad dentro del proceso de la producción, sino que impera el trabajo forzoso de los esclavos, explotados por los esclavistas que no trabajan. No existe tampoco, por tanto, propiedad social sobre los medios de producción ni sobre los productos. La propiedad social es sustituída por la propiedad privada. El esclavista es el primero y fundamental propietario con plenitud de derechos. Ricos y pobres, explotadores y explotados, hombres con plenitud de derechos y hombres privados totalmente de derechos; una furiosa lucha de clases entre unos y otros: tal es el cuadro que presenta el régimen de la esclavitud. Bajo el régimen feudal, la base de las relaciones de producción es la propiedad del señor feudal sobre los medios de producción y su propiedad parcial sobre los productores, sobre los siervos, a quienes ya no puede matar, pero a quienes sí puede comprar y vender. A la par con la propiedad feudal, existe la propiedad personal del campesino y del artesano sobre los instrumentos de producción y sobre su hacienda a su industria privada, basada en el trabajo personal. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este periodo. El perfeccionamiento progresivo de la fundición y elaboración de metales, la difusión de arado de hierro y del telar, los progresos de la agricultura, de la horticultura, de la viticultura y de la fabricación del aceite, la aparición de las primeras manufacturas junto a los talleres de los artesanos: tales son los rasgos característicos del estado de las fuerzas productivas durante este periodo. Las nuevas fuerzas productivas exigen que se deje al trabajador cierta iniciativa en la producción, que sienta cierta inclinación al trabajo y se halle interesado en él. Por eso, el señor feudal prescinde de los esclavos, que no sienten ningún interés por su trabajo, no ponen en él la menor iniciativa, y prefiere entendérselas con los siervos, que tiene su propia hacienda y sus herramientas propias y se hallan interesados en cierto grado por el trabajo en la medida necesaria para trabajar la tierra y pagar al señor en especie, con una parte de la cosecha. Durante este periodo, la propiedad privada hace nuevos progresos. La explotación sigue siendo casi tan rapaz como bajo la esclavitud, aunque un poco suavizada. La lucha de clases entre los explotadores y los explotados es el rasgo fundamental del feudalismo. Bajo el régimen capitalista, la base de las relaciones de producción es la propiedad capitalista sobre los medios de producción y la inexistencia de propiedad sobre los productores, obreros asalariados, a quienes el capitalista no puede matar ni vender, pues se hallan exentos de los vínculos de sujeción personal, pero que carecen de medios de producción, por lo cual, para no morirse de hambre, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo al capitalista y a doblar la cerviz al yugo de la explotación. A la par con la propiedad capitalista sobre los medios de producción, existe y se halla, en los primeros tiempos, muy generalizada la propiedad privada del campesino y del artesano, libres de la servidumbre, sobre sus medios de producción, y basada en el trabajo personal. En lugar de los talleres de los artesanos y de las manufacturas, surgen las grandes fábricas y empresas, dotadas de maquinarias. En lugar de las haciendas de los nobles, cultivadas con los primitivos instrumentos campesinos de producción, aparecen la grandes explotaciones agrícolas capitalistas, montadas a base de la técnica agraria y dotadas de maquinaria agrícola. Las nuevas fuerzas productivas exigen trabajadores más cultos y más despiertos que los siervos, mantenidos en el embrutecimiento y en la ignorancia; trabajadores capaces de entender y manejar las máquinas. Por eso, los capitalistas prefieren tratar con obreros asalariados libres de los vínculos de la servidumbre y lo suficientemente cultos para saber manejar la maquinaria. Pero después de desarrollas las fuerzas productivas en proporciones gigantescas, el capitalismo se enreda en contradicciones insolubles para él. Al producir cada vez más mercancías y hacer bajar cada vez más sus precios, el capitalismo agudiza la competencia, arruina a una masa de pequeños y medianos propietarios, los convierte en proletarios y rebaja su poder adquisitivo, con lo cual la venta de las mercancías producidas se hace imposible. Al dilatar la producción y concentrar en enormes fábricas y empresas a millones de obreros, el capitalismo da al proceso de producción un carácter social y va minando con ello su propia base, ya que el carácter social del proceso de producción reclama la propiedad social sobre los medios de producción, mientras que la propiedad sobre los medios de la producción sigue siendo una propiedad privada capitalista, incompatible con el carácter social que el proceso de producción presenta. Estas contradicciones irreductibles entre el carácter de las fuerzas productivas y el de las relaciones de producción se manifiestan en las crisis periódicas de superproducción, en que los capitalistas, no encontrando compradores solventes, como consecuencia del empobrecimiento de la masa de la población, provocado por ellos mismos, se ven obligados a quemar los productos, a destruir las mercancías elaboradas, a paralizar la producción y a devastar las fuerzas productivas, y en que millones y millones de seres se ven condenados al paro forzoso y al hambre, no porque escaseen las mercancías, sino por todo lo contrario: por haberse producido en exceso. Esto quiere decir que las relaciones capitalistas de producción ya no están en consonancia con el estado de las fuerzas productivas de la sociedad, sino que se hallan en irreductible contradicción con ellas. Esto quiere decir que el capitalismo lleva en su entraña la revolución, una revolución que está llamada a suplantar la actual propiedad capitalista sobre los medios de producción por la propiedad socialista. Esto quiere decir que el rasgo fundamental del régimen capitalista es la más encarnizada lucha de clases entre los explotadores y explotados. Bajo el régimen socialista, que hasta hoy sólo es una realidad en la U.R.S.S., la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Aquí, ya no hay explotadores ni explotados. Los productos creados se distribuyen con arreglo al trabajo, según el principio de "el que no trabaja no come". Las relaciones mutuas entre los individuos dentro del proceso de producción tiene el carácter de relaciones de colaboración fraternal y de mutua ayuda socialista entre los trabajadores libres de toda explotación. Las relaciones de producción se hallan en plena consonancia con el estado de las fuerzas productivas, pues el carácter social del proceso de producción es refrendado por la propiedad social sobre los medios de producción. Por eso, la producción socialista de la U.R.S.S. no conoce las crisis periódicas de superproducción ni los absurdos que acarrean. Por eso, en la U.R.S.S., las fuerzas productivas se desarrollan con ritmo acelerado, ya que sus respectivas relaciones de producción, al hallarse en consonancia con ellas, no oponen la menor traba a este desarrollo. Tal es el cuadro que presenta el desarrollo de las relaciones de producción entre los hombres, en el curso de la historia de la Humanidad. Tal es la relación de dependencia en que el desarrollo de las relaciones de producción se halla con respecto al desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, y sobre todo, con respecto al desarrollo de los instrumentos de producción, por virtud de la cual los cambios y el desarrollo que experimentan las fuerzas productivas se traducen, más temprano o más tarde, en los cambios y el desarrollo congruentes de las relaciones de producción. "El uso y la creación de medios de trabajo[2] -dice Marx- aunque en germen se presenten ya en ciertas especies animales, caracterizan el proceso de trabajo específicamente humano, razón por la cual Franklin define al hombre como un animal que fabrica instrumentos. Y así como la estructura de los restos fósiles de huesos tiene una gran importancia para reconstruir la organización de especies animales desaparecidas, los vestigios de medios de trabajo nos sirven para apreciar antiguas formaciones económicas de la sociedad ya sepultadas. Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es qué se produce, sino cómo se produce... Los medios de trabajo no son solamente el graduador de desarrollo de la fuerza de trabajo del hombre, sino también el exponente de las relaciones sociales en que se trabaja" (C. Marx, "El Capital", t. I, pág. 189). Y en otros pasajes: a) "Las relaciones sociales están íntimamente vinculadas a las fuerzas productivas. Al descubrir nuevas fuerzas productivas, los hombres cambian de modo de producción, y al cambiar de modo de producción, la manera de ganarse la vida, cambian todas sus relaciones sociales. El molino movido a brazo engendra la sociedad con los señores feudales; el molino de vapor, la sociedad de los capitalistas industriales" (C. Marx, "Miseria de la Filosofía", en Carlos Marx y F. Engels, Obras Completas, ed. citada, t. VI, pág. 179). b) "Existe un movimiento constante de incrementación de las fuerzas productivas, de destrucción de las relaciones sociales y de la formación de las ideas; lo único inmutable es la abstracción del movimiento" (C. Marx, obra citada, pág. 364). Caracterizando el materialismo histórico, tal como se formula en el "Manifiesto del Partido Comunista", dice Engels: "La producción económica y la estructuración social que de ella se deriva necesariamente en cada época histórica, constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual de esa época... Por tanto, toda la historia de la sociedad, desde la disolución del régimen primitivo de propiedad colectiva sobre el suelo, ha sido una historia de luchas de clase, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del progreso social... Ahora esta lucha ha llegado a una fase en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y la lucha de clases..." (Prólogo de Engels a la edición alemana de 1883, "Manifiesto del Partido Comunista", ed. Europa-América, 1938, pág. 9). La tercera característica de la producción consiste en que las nuevas fuerzas productivas y las nuevas relaciones de producción congruentes con ellas no surgen desligadas del viejo régimen, después de desaparecer éste, sino que se forman en el seno de él; y no como fruto de la acción premeditada y consciente del hombre, sino de un modo espontáneo, inconsciente e independientemente de la voluntad humana, por dos razones. En primer lugar, porque los hombres no son libres para elegir tal o cual modo de producción, pues cada nueva generación, al entrar en la vida, se encuentra ya con un sistema establecido de fuerzas productivas y relaciones de producción, como fruto del trabajo de las pasadas generaciones, en vista de lo cual, si quiere tener la posibilidad de producir bienes materiales, no tiene, en los primeros tiempos, más remedio que aceptar el estado de cosas con que se encuentra dentro del campo de la producción y adaptarse a él. En segundo lugar, porque cuando perfecciones éste o el otro instrumento de producción, éste o el otro elemento de las fuerzas productivas, el hombre no sabe, no comprende, ni se le ocurre siquiera pensar en ello, qué consecuencias sociales puede acarrear su innovación, sino que piensa única y exclusivamente en su interés personal, en facilitar su trabajo y en obtener algún provecho inmediato y tangible para sí. Cuando algunos de los individuos de la sociedad comunista primitiva empezaron a sustituir, paulatinamente y tanteando el terreno, las herramientas de piedra por las de hierro, ignoraban, naturalmente, y no paraban mientes en ello, qué consecuencias sociales había de tener esta innovación; no sabían ni comprendían que el paso a las herramientas metálicas significaba un cambio radical en la producción, cambio que al fin de cuentas conduciría al régimen de la esclavitud; lo único que a ellos les interesaba era facilitar su trabajo y conseguir un provecho inmediato y sensible; la acción consciente con que realizaban aquel acto no se salía del estrecho marco de esta ventaja tangible, de carácter personal. Cuando, dentro del periodo del régimen feudal, la joven burguesía europea comenzó a organizar, junto a los pequeños talleres gremiales de los artesanos, las grandes empresas manufactureras, imprimiendo con ello un avance a las fuerzas productivas de la sociedad, no sabía, naturalmente, ni paraba mientes en ello, qué consecuencias sociales había de acarrear esta innovación: no sabía ni comprendía que esta "pequeña" innovación conduciría a una reagrupación tal de las fuerzas sociales, que necesariamente desembocaría en la revolución, la cual iría dirigida tanto contra la realeza, cuyas mercedes apreciaba tanto, como contra la nobleza, cuyo rango soñaban con escalar no pocos de sus mejores representantes; lo único que le preocupaba era abaratar la producción de mercancías, lanzar una cantidad mayor de artículos a los mercados de Asia y de la América recién descubierta, y obtener mayores ganancias; la acción consciente con que realizaban aquel acto no se salía del estrecho marco de esta finalidad tangible. Cuando los capitalistas rusos, juntamente con los capitalistas extranjeros, comenzaron a aclimatar en Rusia de un modo intensivo la moderna gran industria mecánica, dejando intacto al zarismo y a los campesinos entregados a la voracidad de los terratenientes, no sabían, naturalmente, ni paraban mientes en ellos, qué consecuencias sociales había de acarrear este importante incremento de las fuerzas productivas; no sabían ni comprendían que este importante salto que se daba en el campo de las fuerzas productivas de la sociedad conduciría a una reagrupación tal de las fuerzas sociales, que daría al proletariado la posibilidad de unir con él a los campesinos y de llevar a cabo la revolución socialista victoriosa; lo único que ellos querían era incrementar hasta el máximum la producción industrial, dominar el gigantesco mercado interior del país, convertirse en monopolistas y sacar mayores ganancias de la Economía nacional; la conciencia con que realizaban aquel acto no iba más allá del horizonte empírico y estrecho de sus intereses personales. En relación con esto, dice Marx: "En la producción social de su vida (es decir, en la producción de los bienes materiales necesarios para la vida de los hombres. N. de la R.), los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes[3] de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales" (Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. citada, pág. 339). Esto no significa, naturalmente, que los cambios operados en la relaciones de producción y el paso de las viejas relaciones de producción a otras nuevas discurran lisa y llanamente, sin conflictos y sin conmociones. Por el contrario, esto cambios revisten, generalmente, la forma de un derrocamiento revolucionario de las viejas relaciones de producción para dar paso a la instauración de otras nuevas. Hasta llegar a un cierto periodo, el desarrollo de las fuerzas productivas y los cambios que se operan en le campo de las relaciones de producción discurren de un modo espontáneo, independientemente de la voluntad de los hombres. Pero sólo hasta un determinado momento, hasta el momento en que las fuerzas productivas que surgen y se desarrollan logran madurar cumplidamente. Una vez que las nuevas fuerzas productivas están en sazón, las relaciones de producción existentes y sus representantes, las clases dominantes, se convierten en ese obstáculo "insuperable" que sólo puede eliminarse por medio de la actuación consciente de las nuevas clases, por medio de la acción violenta de estas clases, por medio de la revolución. Aquí se destaca con gran nitidez la enorme importancia de las nuevas ideas sociales, de las nuevas instituciones políticas, del nuevo Poder político, llamados a liquidar por la fuerza las viejas relaciones de producción. Del conflicto entre las nuevas fuerzas productivas y las viejas relaciones de producción, de las nuevas exigencias económicas de la sociedad surgen nuevas ideas sociales; estas nuevas ideas organizan y movilizan a las masas, las masas se funden en un nuevo ejército político, crean un nuevo Poder revolucionario y utilizan este Poder para liquidar por la fuerza el viejo régimen establecido en el campo de la relaciones de producción, y refrendar el régimen nuevo. El proceso espontáneo de desarrollo deja el puesto a la acción consciente del hombre; el desarrollo pacífico, a la transformación violenta; al evolución, a la revolución. "El proletariado -dice Marx- se ve obligado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía...; mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, destruye por la fuerza las relaciones vigentes de producción" ("Manifiesto del Partido Comunista", ed. citada, pág. 37) Y en otros lugares en sus obras: a) "El proletariado se valdrá del Poder político para ir despojando gradualmente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y procurando aumentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las fuerzas productivas" (Obra citada, pág. 36). b) "La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva" (Marx, "El Capital", t. II, pág. 788). He aquí en qué términos formulaba Marx, con trazos geniales, la esencia del materialismo histórico, en el memorable "prólogo" escrito en 1859 para su famoso libro "Contribución a la crítica de la Economía política": "En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El sistema de producción de la vida material condiciona todo el proceso de la vida social, política y espiritual. No es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino, por el contrario, su existencia social la que determina su conciencia. ...

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