El genocidio que está perpetrando el Estado de Israel contra el pueblo palestino es una de las mayores tragedias humanas de nuestro tiempo.
No se trata de un conflicto bilateral ni de
una guerra entre iguales: es una ocupación colonial,sostenida durante décadas,
que hoy se manifiesta en bombardeos indiscriminados,asesinatos masivos
de civiles,el asedio brutal a Gaza y la
negación sistemática del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino.
La comunidad internacional observa
—muchas veces con discursos tibios o cómplices— cómo se aniquilan familias enteras,cómo se destruyen hospitales,escuelas y viviendas,cómo se arrasa con la vida de niños y niñas inocentes en nombre de una supuesta “defensa propia” que no es más que un pretexto para justificar la barbarie.
Ante esta realidad,el gobierno uruguayo mantiene una postura que solo puede calificarse de vergonzosa: la neutralidad aparente,el silencio calculado,la incapacidad
de llamar las cosas por su nombre.
No basta con “expresar preocupación” o “llamar al cese de hostilidades”.
La responsabilidad de un Estado democrático,que se precia de respetar los derechos humanos,es denunciar sin titubeos el genocidio y adoptar medidas concretas contra quienes lo cometen.
La postura clara y firme que debería asumir Uruguay es cortar relaciones diplomáticas con Israel.
Mantener vínculos políticos,comerciales o culturales con un Estado que ejecuta crímenes de lesa humanidad es legitimar sus acciones,es enviar un mensaje de tolerancia a la impunidad.
En cambio,una ruptura de relaciones sería un acto de coherencia histórica,de dignidad y de solidaridad con un pueblo que lucha por sobrevivir.
Nuestro país ha tenido en su tradición política ejemplos de valentía internacional: cuando se alzó la voz contra el apartheid en Sudáfrica,cuando se reconoció el genocidio armenio por parte del imperio otomano y cuando se respaldaron los procesos de liberación en América Latina,cuando se defendieron principios universales por encima de los intereses inmediatos. Hoy,frente a Palestina,se exige la misma claridad moral.
Callar ante el genocidio es ser cómplice. Uruguay no puede seguir escondido en la ambigüedad diplomática mientras el pueblo palestino es masacrado.
Levantar la voz y cortar relaciones con Israel no es un gesto radical: es el mínimo ético que se le debe a la memoria de todos los pueblos que han sufrido la opresión y la injusticia.
Ⓜ️arcelo Rubéns Balboa ✍️
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