✔Cómo Entiende la Socialdemocracia la Cuestión Nacional
por José Stalin
(1904)
Todo cambia... Cambia la vida social, y con ella cambia también la «cuestión nacional». En diferentes épocas salen a la palestra diferentes clases, y cada clase entiende a su manera la «cuestión nacional». Por consiguiente, la «cuestión nacional» sirve en las distintas épocas a distintos intereses y adopta distintos matices según la clase que la promueve y la época en que se promueve.
Existió, por ejemplo, en nuestro país, la llamada «cuestión nacional» de la nobleza, cuando --después de la «incorporación de Georgia a Rusia»-- la nobleza georgiana sintió lo desventajoso que era para ella perder los viejos privilegios y el poderío que tenía bajo los reyes georgianos, y, considerando que la condición de «simples súbditos» era afrentosa para su dignidad, anheló la «liberación de Georgia». ¡Con ello quería colocar al frente de «Georgia» a reyes y a nobles georgianos, entregándoles, de ese modo, los destinos del pueblo georgiano! Era un «nacionalismo» monarco-feudal.
Ese «movimiento» no dejó ninguna huella visible en la vida de los georgianos y, si se prescinde de unas cuantas conjuraciones de los nobles georgianos contra los gobernantes rusos del Cáucaso, no contó con un solo hecho que le proporcionase alguna gloria. Bastó que los acontecimientos de la vida social afectaran ligeramente a este «movimiento», ya de por sí débil, para destruirlo hasta los cimientos.
En efecto: el desarrollo de la producción mercantil, la abolición del régimen de la servidumbre, la fundación del Banco de la nobleza, la agudización de los antagonismos de clase en la ciudad y en el campo, el movimiento creciente de los campesinos pobres, etc. asestaron un golpe mortal a la nobleza georgiana y, junto con ella, al «nacionalismo monarco-feudal». La nobleza georgiana se escindió en dos grupos. Uno de ellos renunció a todo «nacionalismo» y tendió la mano a la autocracia rusa, para, a cambio, recibir de ella puestos lucrativos, crédito barato y aperos de labranza, para que el gobierno la defendiese de los «revoltosos» del campo, etc. El otro grupo de la nobleza georgiana, más débil, se alió con los obispos y archimandritas georgianos y, de este modo, cobijó su «nacionalismo», desechado por la vida, bajo el ala del clericalismo. Ese grupo se dedica con gran entusiasmo a restaurar las iglesias georgianas derruidas, «monumentos de la pasada grandeza» (¡ése es el punto principal de su «programa»!), y espera con fervor el milagro llamado a realizar sus «anhelos» monarco-feudales.
De ese modo, el nacionalismo monarco-feudal adoptó, en los últimos instantes de su vida, una forma clerical.
Al mismo tiempo, la vida social moderna planteó en nuestro país la cuestión nacional de la burguesía. Cuando la joven burguesía georgiana vio lo difícil que era para ella la libre concurrencia con los capitalistas «extranjeros», comenzó a balbucear, por boca de los nacional-demócratas georgianos, la reivindicación de una Georgia independiente. La burguesía georgiana quería proteger el mercado georgiano con una barrera aduanera, expulsar de este mercado por la fuerza a la burguesía «extranjera», elevar artificialmente los precios de las mercancías y enriquecerse por medio de semejantes manejos «patrióticos».
Tal ha sido y continúa siendo el objetivo del nacionalismo de la burguesía georgiana. Huelga decir que, para alcanzar ese objetivo, hacía falta una fuerza, y la fuerza radicaba en el proletariado.
Sólo el proletariado podía infundir vida al castrado «patriotismo» de la burguesía. Había que ganarse al proletariado: y aquí aparecieron en escena los «nacional-demócratas». Mucha fue la pólvora que gastaron en rebatir el socialismo científico, mucho lo que injuriaron a los socialdemócratas; aconsejaban a los proletarios georgianos que se apartaran de ellos, ensalzaban al proletariado georgiano y procuraban convencerlo de que, «en interés de los propios obreros», fortaleciese de alguna manera a la burguesía georgiana. Suplicaban insistentemente a los proletarios georgianos: no arruinéis a «Georgia» (¿o a la burguesía georgiana?), olvidad las «discrepancias internas», haced amistad con la burguesía georgiana, etc.
¡Pero fue en vano! Los cuentos zalameros de los publicistas burgueses no lograron adormecer al proletariado georgiano. Los ataques implacables de los marxistas georgianos --y, sobre todo, las potentes acciones de clase, que fundieron en un solo destacamento socialista a los proletarios rusos, armenios, georgianos y de otras nacionalidades--, asestaron a nuestros nacionalistas burgueses un golpe demoledor y los expulsaron del campo de la lucha.
«Para rehabilitar su desprestigiado nombre», nuestros patriotas fugitivos tuvieron que «cambiar, por lo menos, de color», que disfrazarse, por lo menos, de socialistas, ya que no podían asimilar las ideas socialistas. Y en escena apareció, efectivamente, un órgano clandestino... nacionalista burgués, el órgano «socialista» --con perdón sea dicho-- Sakartvelo.
¡Así querían seducir a los obreros georgianos! ¡Pero ya era tarde! Los obreros georgianos, que habían aprendido a distinguir lo negro de lo blanco, se dieron cuenta fácilmente de que los nacionalistas burgueses «sólo habían cambiado el color», pero no el contenido de sus ideas, que «Sakartvelo» era socialista tan sólo de nombre. ¡Los obreros comprendieron esto y se burlaron de los «salvadores» de Georgia! ¡Las esperanzas de los quijotes del Sakartvelo se vieron defraudadas!
Por otra parte, nuestro desarrollo económico va tendiendo poco a poco un puente entre los círculos avanzados de la burguesía georgiana y «Rusia», va estableciendo vínculos económicos y políticos entre estos círculos y «Rusia» y socava así las bases ya minadas del nacionalismo burgués. ¡Y ése es el segundo golpe asestado al nacionalismo burgués!
En la arena de la lucha interviene una nueva clase, el proletariado, y con él surge una nueva «cuestión nacional», la «cuestión nacional» del proletariado. La misma diferencia que separa al proletariado de la nobleza y de la burguesía, separa la «cuestión nacional» que plantea el proletariado de la «cuestión nacional» de la nobleza y de la burguesía.
Hablemos ahora de este «nacionalismo».
¿Cómo entiende la socialdemocracia la «cuestión nacional»?
Hace tiempo que el proletariado de Rusia comenzó a hablar de la lucha. Como es sabido, la finalidad de toda lucha es la victoria. Mas, para que el proletariado alcance la victoria, hay que unir a todos los obreros, sin distinción de nacionalidad. Es evidente que la destrucción de las barreras nacionales y la unión estrecha de los proletarios rusos, georgianos, armenios, polacos, judíos, etc. es condición indispensable para la victoria del proletariado de Rusia.
Tales son los intereses del proletariado de Rusia.
Pero la autocracia rusa, enemigo jurado del proletariado de Rusia, se opone constantemente a la unión de los proletarios. La autocracia persigue de una manera bandidesca la cultura nacional, la lengua, las costumbres y las instituciones de las nacionalidades «alógenas» de Rusia. Las priva de los derechos cívicos indispensables, las oprime en todos los sentidos, siembra entre ellas de una manera farisaica la desconfianza y el encono, las instiga a choques sangrientos, demostrando con ello que la única finalidad de la autocracia rusa es enemistar a las naciones que pueblan Rusia, exacerbar entre ellas las discordias nacionales, reforzar las barreras nacionales y desunir así con más éxito a los proletarios, atomizar con más éxito a todo el proletariado de Rusia, dividiéndolo en pequeños grupos nacionales, y cavar de este modo una tumba para la conciencia de clase de los obreros, para su unión de clase.
Tales son los intereses de la reacción rusa, tal es la política de la autocracia rusa.
Es evidente que, tarde o temprano, los intereses del proletariado de Rusia tenían que chocar inevitablemente con la política reaccionaria de la autocracia zarista. Así sucedió, en efecto, y precisamente sobre este terreno surgió en la socialdemocracia la «cuestión nacional».
¿Cómo se pueden derribar las barreras nacionales levantadas entre las naciones, cómo se puede destruir el aislamiento nacional para acercar más entre sí a los proletarios de Rusia, para unirlos más estrechamente?
Tal es el contenido de la «cuestión nacional» en la socialdemocracia.
Separándose en diferentes partidos nacionales y formando con ellos una «alianza libre» --responden los socialdemócratas federalistas.
Lo mismo repite con insistencia la «Organización Obrera Socialdemócrata Armenia».
Como puede verse, no se nos aconseja que nos unamos en un partido único para toda Rusia, con un centro único a la cabeza, sino que nos dividamos en varios partidos con varios centros dirigentes. ¡Y todo ello para fortalecer la unidad de clase!
Queremos acercar entre sí a los proletarios de las diferentes naciones. ¿Qué debemos hacer para lograrlo? -- ¡Alejad a los proletarios unos de otros y alcanzaréis el objetivo! --responden los socialdemócratas federalistas. Nosotros queremos unir a los proletarios en un solo partido. ¿Qué debemos hacer para lograrlo? -- ¡Atomizad al proletariado de Rusia en diferentes partidos y alcanzaréis el objetivo! --responden los socialdemócratas federalistas.
Queremos derribar las barreras nacionales. ¿Qué medidas debemos tomar para lograrlo? -- ¡Reforzad las barreras nacionales con barreras de organización y alcanzaréis el objetivo! --responden ellos.
¡Y todo eso se nos aconseja a nosotros, proletarios de Rusia, que luchamos en idénticas condiciones políticas y que tenemos el mismo enemigo!
En una palabra, se nos dice: ¡actuad para mayor alegría de los enemigos y enterrad con vuestras propias manos vuestra objetivo común!
Pero convengamos por un momento con los socialdemócratas federalistas y sigámosles: ¡veamos a dónde nos conducen! Como suele decirse, persigue al mentiroso hasta el umbral de su mentira.
Admitamos que hemos seguido el consejo de nuestros federalistas y hemos fundado diversos partidos nacionales. ¿Cuáles serán las consecuencias?
No es difícil comprenderlo. Si hasta ahora, mientras éramos centralistas, concentrábamos nuestra atención principalmente en las condiciones comunes a la situación de los proletarios, en la unidad de sus intereses, y sólo hablábamos de sus «diferencias nacionales» por cuanto esto no contradecía sus intereses comunes; si hasta ahora el problema primordial para nosotros era saber en qué coinciden los proletarios de las nacionalidades de Rusia, qué hay de común entre ellos, para construir sobre la base de esos intereses comunes un partido centralizado de los obreros de toda Rusia, en el momento actual, cuando «nos» hemos convertido en federalistas, un nuevo problema primordial atrae nuestra atención, a saber: en qué se distinguen entre sí los proletarios de las nacionalidades de Rusia, en qué consiste esta diferencia, para construir sobre la base de la «diferencia nacional» diversos partidos nacionales. De este modo, las «diferencias nacionales», secundarias para el centralista, se convierten para el federalista en el fundamento de los partidos nacionales.
De seguir por ese camino, nos veremos forzados, tarde o temprano, a llegar a la conclusión de que las «diferencias nacionales» y de cualquier género que distinguen, por ejemplo, al proletario armenio, son idénticas a las que distinguen a la burguesía armenia; que las costumbres y el carácter del proletario armenio y del burgués armenio son los mismos; que ambos constituyen un solo pueblo, una sola «nación» indivisible.
De ahí no hay más que un paso al «terreno único de la acción conjunta» en que habrían de colocarse el burgués y el proletario, tendiéndose amistosamente la mano como miembros de la misma «nación».
En ese caso, la política farisaica del zar autocrático puede parecer una «nueva» prueba a favor de esa amistad, mientras que cuanto se diga sobre los antagonismos de clase parecerá un «doctrinarismo fuera de lugar». Y tal vez alguna mano poética pulse «con más audacia» las fibras puramente nacionales que todavía existen entre los proletarios de las nacionalidades de Rusia y las haga vibrar en el tono deseado. Se dará crédito al charlatanismo chovinista; los amigos parecerán enemigos; y los enemigos, amigos; sobrevendrá la confusión, y la conciencia de clase del proletariado de Rusia se perderá en pequeñeces.
De ese modo, en lugar de derribar las barreras nacionales, nosotros, por obra y gracia de los federalistas, las reforzaremos más aún con barreras de organización; en lugar de impulsar adelante la conciencia de clase del proletariado, la haremos retroceder y la someteremos a pruebas peligrosas. Y «se le alegrará el corazón» al zar autocrático, puesto que nunca podría conseguir unos auxiliares gratuitos como nosotros.
¿Era esto lo que nos proponíamos?
Por último, en los momentos en que necesitamos un partido único, flexible y centralizado, cuyo Comité Central pueda en un instante poner en pie a los obreros de toda Rusia y conducirlos al ataque decisivo contra la autocracia y la burguesía, ¡se nos quiere imponer una «unión federal» descoyuntada y atomizada en partidos aislados! En lugar de un arma bien afilada, se nos da una enmohecida, asegurándosenos: ¡con esto acabaréis más fácilmente con vuestros mortales enemigos!
¡He ahí a dónde nos llevan los socialdemócratas federalistas!
Pero como no nos proponemos «fortalecer las barreras nacionales», sino destruirlas; como lo que necesitamos no es un arma enmohecida, sino una bien afilada, para arrancar de cuajo la injusticia actual; como no queremos proporcionarle alegrías al enemigo, sino amarguras; como queremos destruirlo por completo; resulta evidente que nuestra obligación es volver la espalda a los federalistas y hallar una respuesta mejor para resolver la «cuestión nacional».
II
Hasta ahora hemos hablado de cómo no se ha de resolver la «cuestión nacional». Ahora hablaremos de cómo debe ser resuelta esta cuestión, es decir, de cómo la ha resuelto el Partido Obrero Socialdemócrata.
Ante todo, es necesario tener presente que el Partido Socialdemócrata que actúa en Rusia se ha denominado `Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia' (y no `ruso'). Es evidente que con ello ha querido demostrarnos que va a agrupar bajo su bandera no sólo a los proletarios rusos, sino también a los proletarios de todas las nacionalidades de Rusia, y que, por lo tanto, adoptará todas las medidas precisas para derribar las barreras nacionales levantadas entre ellos.
Además, nuestro Partido ha limpiado la «cuestión nacional» de la niebla que la envolvía y le daba un aspecto misterioso; ha descompuesto esa cuestión en sus diferentes elementos, ha dado a cada uno de ellos el carácter de una reivindicación de clase y los ha expuesto en el programa en forma de artículos distintos.
Así el Partido nos ha demostrado claramente que los llamados «intereses nacionales» y las «reivindicaciones nacionales» no tienen por sí solos ningún valor especial; que esos «intereses» y esas «reivindicaciones» sólo merecen atención por cuanto impulsan o pueden impulsar adelante la conciencia de clase del proletariado, su desarrollo de clase.
Con todo esto, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia señala claramente el camino emprendido y la posición adoptada por él en cuanto a la solución de la «cuestión nacional».
¿De qué partes consta la «cuestión nacional»?
¿Qué exigen los señores socialdemócratas federalistas?
1) ¿«La igualdad civil para las nacionalidades de Rusia»?
¿Os inquieta la desigualdad civil que impera en Rusia? ¿Queréis devolver a las nacionalidades de Rusia los derechos cívicos de que han sido privadas por el gobierno y exigís en consecuencia la igualdad civil para estas nacionalidades? Pero, ¿acaso nosotros estamos en contra de esta reivindicación? Nosotros comprendemos perfectamente la gran importancia que tienen para los proletarios los derechos cívicos. Los derechos cívicos son un arma de lucha; arrebatar dichos derechos significa arrebatar un arma; y ¿quién ignora que los proletarios inermes no pueden luchar bien? Pero el proletariado de Rusia necesita que los proletarios de todas las nacionalidades de Rusia luchen bien, ya que cuanto mejor luchen estos proletarios, mayor será su conciencia de clase, y cuanto mayor sea su conciencia de clase, más estrecha será la unidad de clase del proletariado de Rusia. ¡Sí, todo eso lo sabemos, y por eso luchamos y lucharemos con todas nuestras fuerzas por la igualdad civil de las nacionalidades de Rusia! Leed el artículo 7 del programa de nuestro Partido, en el que el Partido habla de «plena igualdad de derechos de todos los ciudadanos sin distinción de sexo, religión, raza y nacionalidad», y veréis que el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia se encarga de llevar a la práctica estas reivindicaciones.
¿Qué más exigen los socialdemócratas federalistas?
2) ¿«La libertad de idioma para las nacionalidades de Rusia»?
¿Os inquieta el hecho de que a los proletarios de las nacionalidades «extrañas» de Rusia casi les esté prohibido estudiar en su idioma materno, emplear el idioma materno en los organismos públicos, del Estado y otros? Efectivamente, ¡hay de qué inquietarse! El idioma es un instrumento de desarrollo y un arma de lucha. Distintas naciones poseen distintos idiomas. Los intereses del proletariado de Rusia exigen que los proletarios de las nacionalidades de Rusia tengan pleno derecho a emplear el idioma en que mejor puedan obtener la instrucción y con el que mejor puedan luchar contra los enemigos en las asambleas, en los organismos públicos, del Estado y otros. Como tal es reconocido el idioma materno. A los proletarios de las nacionalidades «extrañas» se les priva del uso de su idioma materno; y ¿cómo podemos callar?, dicen ellos. Pero, ¿qué respuesta da al proletariado de Rusia el programa de nuestro Partido? Leed el artículo 8, en el que el Partido exige: «El derecho de la población a recibir la instrucción en el idioma materno, que se asegurará por la creación --a cuenta del Estado y de los organismos de la administración autónoma-- de las escuelas necesarias para ello; el derecho de cada ciudadano a expresarse en el idioma materno en las asambleas; el empleo del idioma materno a la par con el idioma oficial del Estado en todos los organismos locales públicos y del Estado». Leed todo esto y os convenceréis de que el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia se encarga también de llevar a la práctica esta reivindicación.
¿Qué más exigen los socialdemócratas federalistas?
3) ¿La autonomía administrativa para las nacionalidades de Rusia?
¿Queréis decir con esto que las mismas leyes no pueden ser aplicadas de la misma manera en las diversas regiones del Estado ruso que se distinguen por sus peculiares condiciones de vida y por la composición de la población? ¿Queréis decir que se conceda a estas regiones el derecho a adaptar las leyes generales del Estado a sus condiciones peculiares? Si es así, si tal es la esencia de vuestra reivindicación, hay que exponerla entonces en forma adecuada, hay que desechar toda vaguedad nacionalista y toda confusión y llamar a las cosas por su nombre. Y si seguís ese consejo, os convenceréis de que no tenemos nada en contra de esa reivindicación. Para nosotros no hay ninguna duda de que las diversas regiones del Estado ruso que se distinguen por sus condiciones peculiares de vida y por la composición de la población, no pueden aplicar de la misma manera la Constitución del Estado; que es necesario concederles el derecho a aplicar la Constitución general del Estado en la forma más provechosa para ellos, en la forma que les permita desarrollar más plenamente las fuerzas políticas existentes en el pueblo. Así lo exigen los intereses de clase del proletariado de Rusia. Y si releéis el artículo 3 de nuestro programa, en el que el Partido exige «amplia autonomía administrativa local; autonomía regional para aquellos lugares que se distinguen por sus condiciones particulares de vida y por la composición de la población», veréis que el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia depura primero esa reivindicación de toda vaguedad nacionalista, y luego se encarga de su realización.
4) ¿Nos señaláis la autocracia zarista, que persigue con ferocidad la «cultura nacional» de las nacionalidades «alógenas» de Rusia; que se inmiscuye de una manera bandidesca en su vida interna y las oprime en todos los sentidos; que bárbaramente ha destruido (y sigue destruyendo) las instituciones culturales de los finlandeses; que se apoderó como un bandido del patrimonio nacional armenio, etc.? ¿Exigís garantías contra las violencias bandidescas de la autocracia? Pero ¿acaso nosotros no vemos las violencias de la autocracia zarista, acaso no hemos luchado siempre contra ellas?! Hoy día, todo el mundo ve claramente cómo el actual gobierno oprime y ahoga a las nacionalidades «extrañas» de Rusia? Tampoco cabe duda de que esa política del gobierno corrompe día tras día y somete a pruebas peligrosas la conciencia de clase del proletariado de Rusia. Por lo tanto, nosotros lucharemos siempre y en todas partes contra la política de corrupción del gobierno zarista. Por lo tanto, defenderemos siempre y en todas partes contra la violencia policíaca de la autocracia no sólo los organismos útiles, sino incluso los organismos inútiles de dichas nacionalidades, ya que los intereses del proletariado de Rusia nos indican que únicamente las nacionalidades mismas tienen derecho a suprimir o desarrollar tales o cuales aspectos de su cultura nacional.
Pero leed el artículo 9 de nuestro programa. ¿No es, acaso, de eso de lo que trata el artículo 9 del programa de nuestro Partido, artículo que, por cierto, ha despertado no pocas habladurías tanto entre nuestros enemigos como entre nuestros amigos?
Pero aquí se nos interrumpe y se nos aconseja que no sigamos hablando del artículo 9. ¿Por qué? --preguntamos nosotros. «Porque --responden ellos-- ese artículo de nuestro programa «está en flagrante contradicción» con los artículos 3, 7 y 8 del mismo programa, pues, si se otorga a las nacionalidades el derecho a organizar según su deseo todos sus asuntos nacionales (v. art. 9), entonces no caben en el citado programa los artículos 3, 7 y 8; y, por el contrario, si estos artículos quedan en el programa, entonces debe eliminarse indudablemente del programa el artículo 9. Algo por el estilo dice, sin duda, Sakartvelo, cuando con la ligereza que le caracteriza pregunta: «¿Qué lógica encierra decir a una nación: te concedo la autonomía administrativa regional, recordándole al mismo tiempo que tiene derecho a organizar todos sus asuntos nacionales tal como estime necesario?» (v. Sakartvelo, núm. 9). «Por lo visto», en el programa se ha deslizado una contradicción lógica; «por lo visto», para suprimir esa contradicción, ¡es necesario eliminar del programa uno o varios artículos! Sí, es «absolutamente» necesario eliminarlos. ¿No veis que la misma lógica protesta por boca del ilógico Sakartvelo?
Eso nos hace recordar un antiguo relato. Érase una vez un «sabio anatómico». Tenía a su disposición «todo lo necesario» para ser un «verdadero» anatómico: título, local, instrumentos e inconmensurables pretensiones. No le faltaba más que un pequeño detalle: conocer la anatomía. Un día le pidieron que explicase cómo se articulaban las piezas de un esqueleto diseminadas por él sobre la mesa de disección. Era una buena oportunidad para que nuestro «famoso sabio» pudiera lucirse. El «sabio» puso manos a la «obra» con gran pompa y solemnidad. Pero, ¡oh desgracia! no entendía ni una palabra de anatomía, no sabía qué partes debía unir para reconstruir el esqueleto. Mucho fue lo que trabajó el pobre, mucho lo que sudó, ¡pero en vano! Por último, cuando se le embrolló todo, sin lograr ningún resultado, cogió unas cuantas piezas del esqueleto y las arrojó a un rincón, amonestando filosóficamente a los «malintencionados» que, según él, habían colocado sobre su mesa piezas que no correspondían al esqueleto. Como es natural, los presentes se burlaron del «sabio anatómico».
Una «aventura» parecida le sucedió a Sakartvelo. Se le ocurrió analizar el programa de nuestro Partido, pero resultó que no sabía qué representa nuestro programa ni cómo hay que analizarlo; no comprendió cuál es la relación existente entre los distintos artículos del citado programa ni lo que representa en sí cada uno de dichos artículos. Y he aquí que nos aconseja «filosóficamente»: en vista de que yo no he podido entender tales y tales artículos de vuestro programa, es necesario por ello que los excluyáis del mismo.
Pero yo no quiero poner en ridículo al ya de por sí ridículo Sakartvelo, pues, como dicen, ¡al caído no se le pega! Al contrario, estoy incluso dispuesto a prestarle ayuda para hacerle comprender nuestro programa, pero a condición de que: 1) reconozca por su propia boca su ignorancia, 2) me escuche atentamente y 3) se ponga a bien con la lógica.
He aquí el asunto. Los artículos 3, 7 y 8 de nuestro programa surgieron sobre la base del centralismo político. Cuando el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia introdujo dichos artículos en su programa, lo hizo guiado por la idea de que la llamada solución «definitiva» de la «cuestión nacional», es decir, la «liberación» de las nacionalidades «alógenas» de Rusia, es, en general, imposible mientras el dominio político se encuentre en manos de la burguesía.
Eso se debe a dos causas: en primer lugar, el actual desarrollo económico va tendiendo poco a poco un puente entre las «nacionalidades alógenas» y «Rusia», va estableciendo vínculos cada día mayores entre ellas y engendra así sentimientos de amistad entre los círculos dirigentes de la burguesía de estas nacionalidades, lo que priva de base a sus aspiraciones de «liberación nacional»; en segundo lugar, y en términos generales, el proletariado no apoyará el movimiento llamado de «liberación nacional», puesto que hasta ahora todo movimiento de este género se ha realizado en provecho de la burguesía y ha servido para corromper y deformar la conciencia de clase del proletariado. Esas consideraciones dieron origen a la idea del centralismo político y a los artículos 3, 7 y 8 del programa de nuestro Partido, que son su expresión.
Pero esto, como se ha dicho antes, es un concepto general.
Sin embargo, eso no excluye que puedan darse condiciones económicas y políticas en que los círculos avanzados de la burguesía de las nacionalidades «alógenas» deseen la «liberación nacional».
Puede ocurrir también que un movimiento de esa naturaleza resulte útil para el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado.
¿Cómo deberá proceder entonces nuestro Partido?
Precisamente para estos posibles casos ha sido incluido en nuestro programa el artículo 9; previendo precisamente la posibilidad de tales circunstancias, se concede a las nacionalidades el derecho de procurar resolver sus asuntos nacionales de acuerdo con sus deseos (como, por ejemplo, «liberarse» completamente, separarse).
Nuestro Partido, un partido que se propone ser el dirigente del proletariado en lucha de toda Rusia, debe hallarse preparado para tales casos, posibles en la vida del proletariado, y precisamente por ello tenía que introducir ese artículo en su programa.
Así es como debe proceder todo partido precavido y previsor.
Sin embargo, resulta que a los «sabios» de Sakartvelo, así como a algunos socialdemócratas federalistas, no les satisface semejante sentido del artículo 9. Exigen una respuesta «categórica» y «directa» a la pregunta: ¿es o no ventajosa para el proletariado la «independencia nacional»?.
Eso me recuerda a los metafísicos rusos de los años del 50 del siglo pasado, que acosaban a los dialécticos de aquella época con la pregunta de si la lluvia era útil o perjudicial para la cosecha y exigían una respuesta «categórica». A los dialécticos no les fue difícil demostrar que semejante planteamiento de la cuestión era totalmente anticientífico; que en distintas épocas se debe responder de distinta manera a tales preguntas; que, durante la sequía, la lluvia es útil, mientras que, en épocas de lluvias abundantes, es inútil e incluso perjudicial, y que, por tanto, el exigir una respuesta «categórica» a tal pregunta es una necedad manifiesta.
Sin embargo, esos ejemplos no le han servido de nada a «Sakartvelo».
Los adeptos de Bernstein exigían de los marxistas una respuesta igualmente «categórica» a la pregunta de si son útiles o perjudiciales para el proletariado las cooperativas (es decir, las asociaciones de consumo y de producción). A los marxistas no les fue difícil demostrar la inconsistencia de semejante planteamiento de la cuestión. En una forma por demás simple, explicaron que todo depende del tiempo y del lugar; que allí donde la conciencia de clase del proletariado ha alcanzado el debido nivel de desarrollo, donde los proletarios están unidos en un partido político fuerte, las cooperativas pueden ser de gran utilidad para el proletariado, siempre y cuando sea el partido el que se encargue de su organización y dirección; en cambio, donde no se dan estas condiciones, las cooperativas son perjudiciales para el proletariado, pues crean entre los obreros tendencias de pequeño mercantilismo y de aislamiento gremial, desvirtuando así su conciencia de clase.
Tampoco ese ejemplo les ha servido de nada a los del Sakartvelo. Con más insistencia aún, siguen preguntando: ¿es útil o perjudicial para el proletariado la independencia nacional? ¡Pedimos una respuesta categórica!
Pero nosotros vemos que las circunstancias susceptibles de engendrar y desarrollar el movimiento de «liberación nacional» entre la burguesía de las nacionalidades «alógenas» no existen por ahora, ni son tan ineludibles en el futuro; han sido admitidas por nosotros sólo como posibles. Además, por el momento no se puede saber en qué grado de desarrollo se encontrará entonces la conciencia de clase del proletariado ni lo útil o perjudicial que será para él este movimiento. ¿Sobre qué base vamos a construir entonces la respuesta «categórica» a esa cuestión? ¿De dónde vamos a sacarla? ¿No es una necedad exigir en tal situación una respuesta «categórica»?
Es evidente que la solución de ese problema se debe dejar a cargo de las mismas nacionalidades «alógenas»; lo que a nosotros nos incumbe es conquistar para ellas el derecho de resolver esta cuestión. Que sean las mismas nacionalidades las que decidan, cuando llegue el momento, si es útil o perjudicial para ellas la «independencia nacional»; y, en caso de ser útil, en qué forma debe llevarse a cabo. ¡Sólo ellas pueden resolver esta cuestión!
De esa manera el artículo 9 concede a las nacionalidades «alógenas» el derecho de resolver sus asuntos nacionales según sus deseos; y nosotros, en virtud de este mismo artículo, estamos obligados a procurar que los deseos de esas nacionalidades tengan un carácter genuinamente socialdemócrata, que partan de los intereses de clase del proletariado, para lo cual es necesario educar a los proletarios de estas nacionalidades en el espíritu socialdemócrata y someter a una severa crítica socialdemócrata ciertos usos, costumbres e instituciones «nacionales» de carácter reaccionario, lo que, por otra parte, no nos impedirá defender dichos usos, costumbres e instituciones contra las violencias policíacas.
Tal es la idea esencial del artículo 9.
Adviértese fácilmente la profunda conexión lógica que existe entre dicho artículo de nuestro programa y los principios de la lucha proletaria de clase. Y como todo nuestro programa se basa en tal principio, es de por sí evidente la conexión lógica del artículo 9 con todos los demás artículos del programa de nuestro Partido.
El obtuso Sakartvelo es denominado «sabio» órgano de prensa precisamente porque no digiere ideas tan sencillas.
¿Qué queda, pues, de la «cuestión nacional»?
5) ¿«La defensa del espíritu nacional y de sus peculiaridades»?
Pero, ¿qué son ese «espíritu nacional y sus peculiaridades»? La ciencia, por boca del materialismo dialéctico, demostró hace tiempo que no existe ni puede existir ningún «espíritu nacional». ¿Ha refutado alguien este punto de vista del materialismo dialéctico? La historia nos dice que nadie lo ha refutado. Por lo tanto, estamos obligados a aceptar el indicado punto de vista de la ciencia y a repetir, con ella, que no existe ni puede existir ningún «espíritu nacional». Y si esto es así, si no existe ningún «espíritu nacional», es de por sí evidente que toda defensa de lo que no existe constituye una necedad lógica, que acarrearía inevitablemente las correspondientes consecuencias (indeseables) históricas.
Hablar de semejantes necedades «filosóficas» sólo es propio de Sakartvelo, «órgano del partido revolucionario de los social-federalistas georgianos» (v. Sakartvelo, núm. 9).
Esto es lo que ocurre con la cuestión nacional.
Como puede verse, nuestro Partido ha dividido esta cuestión en sus distintos elementos, ha separado sus jugos vitales y los ha inyectado en las venas de su programa, demostrando con todo esto cómo debe ser resuelta la «cuestión nacional» en el seno de la socialdemocracia, a fin de destruir por completo las barreras nacionales, sin apartarnos ni un momento de nuestros principios.
¿Para qué hacen falta, pues, diferentes partidos nacionales? ¿Dónde está la «base» socialdemócrata sobre la que deben erigirse los conceptos de organización y políticos de los socialdemócratas federalistas? Esa «base» no se ve, no existe. Los socialdemócratas federalistas penden en el aire.
De situación tan incómoda pueden salir de dos maneras: o bien deben abandonar definitivamente el punto de vista del proletariado revolucionario y adoptar el principio del fortalecimiento de las barreras nacionales (oportunismo en forma federalista), o bien deben renunciar a todo federalismo en la organización del Partido, enarbolar con audacia la bandera de la destrucción de las barreras nacionales y unirse estrechamente en el campo indiviso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.
✔Publicado sin firma el 1 de septiembre de 1904 en el nº 7 del periódico Proletariatis Brdzola.
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