El aullido de la libertad estremece la noche,corazón animal.
¡Sístole! ¡diástole! hacia el reinado de la dama blanca.
Con sus pupilas apacibles,
con su perfume embriagador,
con su corona de estrellas sobre sus cabellos de plata;
mis ojos la tocan,mis manos la miran.
Escucho su voz suave,desde el alto cielo me llama,su boca no es de nadie,
pero sus besos son mios.
Cuando en la noche,este lobo,
le lanza sus plegarias,
su luz bendita lo acaricia en el bosque del olvido.
La fiera,ya no es tan fiera,
ella sabe qué,al fin y al cabo,
un lobo,no es más que un hombre,
lamiéndose las heridas...
en su delirio despierto,
en sus brazos dormido.
Marcelo Rubéns Balboa ✒
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