de una noche estrellada,
la Luna,le daba a la rosa
el aroma,y la noche,
sus ojos azules y negros.
Boca sedienta,
espíritu del paladar,
entre su néctar dulce y amargo
le canta la canción que arrulla al frío invernal.
Se abría el cielo nocturno de Montevideo como un Dios,
y ella parecía la madre,
toda ella de cabellos sueltos,
castaños,plateados y paganos.
La Luna,tranquila y sola,
acariciaba a las palabras.
Con su rosa silvestre,
blanca y roja escondida
entre sus sueños,
desde sus sombras
exhalaba sus entrañas.
Entre los trinos y en su nido,
era otra luna la rosa,
toda eclipsada en la bruma
aún brillaba su corona.
Las mejillas de la Luna y de la rosa,los labios de la rosa y de la luna,en el crisol de la noche
fundidas,son una sola,
en el silencio hablador de una noche estrellada.
La Luna daba consuelo a la rosa
mientras la rosa le daba su aroma a la Luna,quieta y sola,
solas,entre el mar agitado
en una noche de invierno;
a orillas del melancólico altar de Montevideo.
Ⓜ️arcelo Rubèns Balboa ✍
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