A José Gervasio Artigas se lo ha intentado encerrar,durante décadas,en una imagen cómoda y edulcorada: prócer neutral,caudillo pintoresco,figura apta para billetes y efemérides.
Pero Artigas fue algo muy distinto y mucho más incómodo.
Fue un revolucionario social en una época en la que aún no existía el lenguaje para nombrar aquello que estaba poniendo en práctica.
Por eso puede afirmarse,sin forzar la historia,que Artigas fue socialista antes de que el socialismo tuviera nombre.
Cuando en 1815 proclama el Reglamento Provisorio de Tierras,Artigas rompe con el orden social heredado de la colonia.
Allí establece un principio radical: “los más infelices serán los más privilegiados”. No se trata de una consigna retórica,sino de un programa concreto de redistribución de la tierra.
Los latifundios de los “malos europeos y peores americanos” debían ser expropiados para entregar parcelas a los pobres,a los negros libres,a los zambos,a los indios y a los criollos sin recursos.
En el Río de la Plata del siglo XIX,esta medida equivalía a una herejía social.
Artigas entendió,con claridad precoz,que la libertad política sin justicia social era una farsa.
Su proyecto no se limitaba a romper con la corona española,sino a desmantelar la estructura de poder que concentraba la riqueza y condenaba a las mayorías a la miseria.
Esta concepción lo coloca mucho más cerca del socialismo moderno que del liberalismo ilustrado que luego dominaría los relatos oficiales.
A diferencia de los proyectos oligárquicos de Buenos Aires,Artigas defendió una organización federal,basada en la soberanía de los pueblos y no en la imposición de una élite comercial y terrateniente.
El centralismo porteño no era,para él,solo una cuestión administrativa,sino una forma concreta de dominación económica y social.
En ese conflicto,Artigas eligió el bando de los pueblos,de los trabajadores rurales,de los marginados del sistema.
También su relación con los sectores populares revela una ética profundamente igualitaria.
Artigas vivió como hablaba: rechazó privilegios, compartió la vida del gauchaje y nunca acumuló riquezas.
Mientras otros líderes de la independencia se transformaban en propietarios y burócratas,él mantuvo una coherencia que hoy resulta incómoda incluso para muchos que se dicen herederos de su pensamiento.
No es casual que Artigas haya sido combatido, traicionado y finalmente condenado al exilio.
Su derrota no fue solo militar: fue la derrota de un proyecto social adelantado a su tiempo.
Las burguesías nacientes no podían tolerar a un líder que cuestionara la propiedad concentrada y pusiera a los pobres en el centro de la política.
Llamar a Artigas “socialista” no significa anacronismo,sino comprensión histórica.
No conoció a Marx ni habló de plusvalía,pero entendió algo esencial: que la desigualdad no es natural y que la tierra,la riqueza y el poder deben servir al bienestar colectivo.
En tiempos donde se vacía su figura de contenido,recuperar al Artigas radical,popular y profundamente social es un acto de memoria y de lucha.
Artigas no fue un mito neutro.
Fue un precursor.
Y como todo precursor de la justicia social,sigue siendo peligroso para el poder.
Ⓜ️arcelo Rubéns Balboa ✍️
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