Cuando el ministro de Economía y Finanzas Gabriel Oddone afirma con contundencia que “no hay más debate tributario en este período por iniciativa del Poder Ejecutivo,que es el único que tiene iniciativa”,no solo está marcando una posición técnica: está dejando al desnudo una concepción de poder.
Una visión cerrada, jerárquica,profundamente elitista,donde la sociedad queda relegada a mero espectador mientras unos pocos deciden el rumbo económico del país.
Oddone “valora” —en abstracto y desde la comodidad del despacho— la propuesta del PIT-CNT en la “opinión pública”,pero simultáneamente dicta una sentencia que busca clausurar cualquier posibilidad de incidencia real de los trabajadores,de los sindicatos,de las organizaciones sociales y de la ciudadanía movilizada.
Ese doble discurso es típico: escuchan para decir que escuchan,pero deciden como si no hubieran escuchado nada.
🔸El gesto autoritario del neoliberalismo:
En el fondo,la frase de Oddone destila lo que siempre ha caracterizado al neoliberalismo en el poder:
La idea de que la economía es un terreno técnico reservado a “expertos”.
El desprecio por la participación popular.
La minimización del conflicto social como si fuera un obstáculo y no una expresión legítima de la democracia.
La convicción de que gobernar es administrar las decisiones previamente tomadas por los intereses del capital.
“No hay debate porque lo digo yo” no es una frase aislada: es una forma de gobierno.
Es la misma matriz que desmantela derechos laborales mientras habla de “modernización”,que reduce impuestos a los grandes capitales mientras exige sacrificios al pueblo trabajador,que presenta la desigualdad como un daño colateral inevitable.
🔸La clausura del debate como mecanismo de poder:
La economía,entendida desde una perspectiva democrática,es el campo donde se decide quién paga la crisis,quién se beneficia del crecimiento,quién accede a derechos y quién queda afuera.
Negar el debate tributario es,en esencia,blindar la estructura fiscal que favorece a los de siempre: a los grandes patrimonios,
a los exportadores concentrados,a las élites financieras.
Cuando el ministro afirma que el Ejecutivo “es el único que tiene iniciativa”,lo que realmente está diciendo es que no está dispuesto a ceder un centímetro a las demandas de quienes viven de su trabajo.
Esa negativa revela miedo: miedo a que la discusión desnude la injusticia del sistema tributario,miedo a que la presión social obligue a introducir medidas redistributivas,miedo a que los trabajadores planteen una agenda que cuestione el orden neoliberal.
🔸La respuesta obrera: donde el poder real se construye:
El PIT-CNT instaló un debate incómodo para el gobierno: la necesidad de un sistema tributario más justo,donde los que más tienen aporten más y donde el peso fiscal no caiga —como ocurre ahora— sobre los salarios y el consumo popular.
La reacción del ministro confirma que la propuesta tocó un nervio sensible.
Confirma que la discusión fiscal no es técnica: es política.
Confirma que la correlación de fuerzas es lo que define qué se discute y qué se cierra.
Y confirma,sobre todo,que el movimiento obrero mantiene una capacidad intacta: poner temas en la agenda que el poder quisiera ignorar.
La historia demuestra que ningún derecho fue concedido desde un ministerio,y mucho menos desde un ministerio neoliberal.
Los derechos,las conquistas,los cambios estructurales nacen de la lucha organizada,de la presión popular,de la movilización en las calles.
🔸Un país no se gobierna sin su pueblo:
El desprecio del ministro hacia la deliberación social expresa algo más profundo: la pretensión de gobernar un país de espaldas a quienes lo sostienen.
Pero incluso el neoliberalismo más arrogante sabe que no puede hacerlo sin generar resistencias; que cada intento de clausura del debate abre una fisura por donde entra la rebeldía popular.
El pueblo trabajador,las organizaciones sociales,el movimiento sindical y los sectores populares no necesitan permiso del Poder Ejecutivo para debatir el país que quieren.
Y menos aún para defenderlo.
Porque,aunque un ministro declare que el debate está cerrado,la realidad social lo desmiente cada día.
Porque el hambre,la desigualdad,los privilegios y las injusticias no desaparecen por decreto.
Y porque el pueblo —cuando se organiza— es siempre el verdadero poder constituyente.
(...)
🔸Cuando el ministro dice que “el 1% no existe en ningún lugar del mundo”
La afirmación de Oddone de que “el 1% no se aplica en ningún lugar del mundo” pretende funcionar como un argumento técnico,pero en realidad revela otra cosa:
la defensa cerrada del privilegio fiscal de las élites. Porque si algo ha demostrado la economía global contemporánea es que el 1% más rico —en cualquier país— concentra una porción obscena de la riqueza y ejerce un poder desproporcionado sobre el conjunto de la sociedad.
Decir que un impuesto específico al 1% “no existe” equivale a justificar la inacción,no a demostrar su inviabilidad.
Durante décadas,numerosos países han aplicado impuestos extraordinarios a grandes patrimonios,a fortunas acumuladas,a ganancias excepcionales o a concentraciones desmedidas de capital.
Lo que “no existe” es la voluntad política de hacerlo cuando gobiernan sectores subordinados al poder económico.
El 1% es una categoría política antes que fiscal:
es el símbolo mundial de la desigualdad,la expresión numérica de cómo una minoría ínfima vive con niveles de acumulación que no se generan por méritos individuales sino por estructuras que reproducen privilegios.
Si Uruguay no posee un impuesto directo y progresivo a ese 1%,el problema no es técnico: es ideológico.
Es la decisión de proteger a los más ricos mientras se le pide austeridad al resto.
Por eso la frase de Oddone no describe un hecho,sino una renuncia.
Una renuncia a la justicia tributaria,a la redistribución, y a la posibilidad de construir un país donde quienes más tienen aporten en proporción a lo que concentran.
Y cuando un ministro de economía renuncia a corregir la desigualdad,lo que realmente está haciendo es administrarla en favor de los de siempre.
Ⓜ️arcelo Rubéns Balboa ✍️
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