Las siete lágrimas de un negro viejo
Lo arrancaron de su mundo cuándo todavía era un joven,lo exorcizaron,lo bautizaron con las aguas del infierno,quemante,bajo el sol en los campos donde dejó su nombre detrás del impuesto por el amo blanco,la cruz esclavizante con voz de trueno lo llama,Joaquín.
Su vida transcurrió entre siembras y cosechas,miles de sacos de semillas derramó sobre tierras desconocidas,con millones de granos sus manos llenaron los sacos del látigo,del amo; sus pupilas enrojecidas de ver caer la sangre de tantos hermanos sobre sus harapos blancos (...)
Con su pipa hecha de caña,el tabaco,premio a su resistencia,lanza lentamente el humo hacia el cielo,donde la luna alumbra su frente arrugada,sus cabellos cenizas,sus añoranzas,sus recuerdos,su estrella lejana.
Sentado en un tronco de un árbol ya muerto,cada noche derrama siete lágrimas que humedecen su rostro; ofrenda Joaquín la primera...
su África,
la segunda,sus hijos y nietos,
la tercera,su negra,
la cuarta,su soledad,
la quinta por la flor que riega,
la sexta por el perdón,
y la séptima se hace río que se lleva su dolor (...)
Duerme negro viejo,tu corazón pide el descanso,tu alma blanca vuela,cruzando el mar,hacia las costas dónde te esperan tus tambores,tu danza y tu negra.
Marcelo Rubèns Balboa✒
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