El ruiseñor conoce
la forma del cielo,
no por mapas,
sino por hambre de justicia.
Sabe que el canto no nace del hierro
ni del alpiste contado,
sino del pan compartido
y del aire que no se vende.
Por eso rehúsa la jaula pulida,el oro que promete abrigo a cambio del silencio.
Porque ninguna cuna puede llamarse hogar si al abrir los ojos hay barrotes en el horizonte.
El ruiseñor no canta solo para sí.
Canta para el alba que vendrá,
para las manos callosas
que sostienen la tierra,
para el niño que pregunta
por qué el pan falta si el trigo sobra.
Sabe que criar en cautiverio
es enseñar el miedo como lengua materna,es heredar cadenas como si fueran alas,es confundir obediencia con paz.
Por eso elige el árbol desnudo,la tormenta,
el riesgo.
Porque en la intemperie
la vida aprende a caminar erguida
y el canto se vuelve colectivo.
Así también el pueblo rehúsa la jaula:
la fábrica sin derechos,
la casa sin futuro,
la patria convertida en mercancía.
Prefiere el camino difícil de la dignidad
al consuelo fácil de la sumisión.
El ruiseñor y el pueblo se reconocen:
ninguno pide caridad,
exigen horizonte.
Ninguno quiere migajas,
reclaman el pan entero
y el derecho a decidir su mañana.
Y cuando el canto se multiplica,
cuando ya no es uno sino miles,
las jaulas se oxidan,
los cerrojos se vuelven polvo,
y la aurora deja de ser promesa para convertirse en destino común.
Porque donde no hay amos
ni crías condenadas,allí,
finalmente,nace la libertad
con voz de ruiseñor,
hacia el corazón palpitante...
del sol encendido.
Ⓜ️arcelo Rubéns Balboa ✍️
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